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Ángel Callañaupa, « El sueño de la tejedora », acrílico sobre tela. Cortesía del artista

Escrito por Nilda Callañaupa A.*

La instalación textil Ser Pallay está compuesta por los Kunan pallaykuna, un grupo de textiles de formato pequeño y de autoría individual, y el Telar columna comunal, un gran textil de autoría colectivaA pesar de sus evidentes diferencias, no sorprende ver reflejadas en ambas piezas textiles las capacidades, las habilidades, la visión artística y el dominio técnico del pallay (‘diseños’) que las tejedoras han creado especialmente para representar su medioambiente, su cosmovisión y su mundo interior en el proyecto.

En los Andes, tejedoras y tejedores planifican su proyecto de tejido con un propósito específico, ya sea para uso personal o para un miembro de su familia (esposo/a, hijos/as). Son textiles hechos con profundo amor y cuidado, con los toques que los distinguirá de otras familias. Por lo general, esto se logra cuidando la identidad de la tradición textil de su región en relación con los colores, la calidad de hilos, la elección entre la compleja gama de técnicas textiles e iconografías. En algunas comunidades o zonas, diferentes pallay son usados según la naturaleza del tejido, ya sean chumpis (fajas), unkuñas (piezas cuadradas de pequeño formato para llevar fiambres o mantener objetos personales), ponchos o llikllas (mantas en piezas de uso diario o para ocasiones especiales, como matrimonios o funerales).

Mediante los tejidos se han establecido relaciones importantes de intercambio desde tiempos ancestrales. La producción de textiles para el trueque con animales o productos agrícolas en una misma región o entre diferentes regiones continua hasta el día de hoy. En las últimas décadas, sin embargo, la producción textil le ha otorgado mayor relevancia a la comercialización de textiles; actividad económica que ha dado oportunidad a las tejedoras y los tejedores de crear ingresos importantes para sus familias. En este tipo de tejidos, más orientados al turismo, ya no se cuida la tradición textil regional, pues la demanda comercial determina la relación de colores, diseño y utilidad de las piezas, que terminan siendo transformadas en caminos de mesa, bolsos, cojines, mandiles o alfombras.

Vista de la exposición «Ser Pallay» en el ICPNA, Lima, 2023

Desde su fundación, en 1996, nuestra misión en el Centro de Textiles Tradicionales del Cusco (CTTC) ha sido incentivar, entre las diez asociaciones de tejedores con las que trabajamos, tanto la práctica de las técnicas tradicionales y ancestrales como la producción de tejidos para los pobladores locales: para el uso en fiestas, desfiles y matrimonios. Asimismo, damos especial énfasis a los proyectos de recuperación de técnicas milenarias que mantienen viva la identidad y la tradición textil andina. También hemos desarrollado el aspecto comercial que les da sustento a las tejedoras, buscando su empoderamiento a través de la revitalización de su cultura.

Desde hace varios años, el CTTC ha inculcado el tejido grupal comunitario con el objetivo de juntar a las maestras tejedoras con más experiencia y dominio de diversas técnicas con jóvenes en proceso de aprendizaje, madres con bebés lactantes o tejedoras menos inspiradas. Se han obtenido resultados excelentes en el logro de sus piezas textiles, fortaleciendo el aprendizaje a través de la dinámica de trabajo grupal. Que las tejedoras compartan sus hilos, sus herramientas de trabajo, sus tiempos y hasta sus historias personales ha propiciado un intercambio de experiencias muy importante. Este tipo de tejido grupal ha logrado, también, generar un espacio de encuentro y apertura para tejedoras con problemas familiares, elevando sus valores y hasta su autoestima gracias al aliento que han recibido de sus compañeras. Hoy el CTTC alberga valiosas piezas textiles grupales, piezas en técnicas tradicionales y/o ancestrales, réplicas de textiles precolombinos y piezas artísticas con significados ricos y únicos que han resultado de este tipo de proyectos.

El trabajo colectivo brinda grandes ventajas para el logro de tejidos de gran formato, variedad y complejidad en diseños, calidad y acabados finos. Hubiera sido imposible obtener semejantes piezas a partir de tejidos personales, pues este tipo de trabajos de arte requieren de mucho tiempo y simplemente quedarían en sueños inalcanzables para una sola tejedora. Es importante resaltar que los proyectos grupales que el CTTC ha realizado, en su mayoría, han sido con tejedoras de la misma comunidad o asociación, mientras que el proyecto Ser Pallay ha reunido a artistas contemporáneas y tejedoras de diferentes comunidades para crear piezas con Kunan pallaykuna (‘diseños textiles del ahora’), utilizando sus técnicas tradicionales, pero con pensamientos actuales de las tejedoras.

Otra manera, incluso más talentosa, es la de convocar a creadoras de diferentes lugares para diseñar piezas personales en torno a un tejido colectivo. Este es el caso del tejido de coautoría titulado Telar columna comunal, que muestra un giro importante en las intenciones creativas de las artistas de Ser Pallay durante el proceso del proyecto. Es muy diferente crear un textil inspirado desde el mundo personal de la tejedora —con las técnicas que domina y bajo su propia forma de urdir y tejer— que crear una pieza textil grupal donde intervienen diferentes habilidades, ideas, formas de representar la intención colectiva, combinaciones de colores, dominios de creación del diseño, entre otros factores. La funcionalidad del telar grupal tiene que estar manejada con cuidado para que los miembros del grupo no tengan problemas cuando sea su turno de tejer. Más aún, se debe tener siempre presente el objetivo común del tejido, aunque durante el proceso puedan cambiar detalles al crear el diseño. Dicho esto, el Telar columna comunal consigue algo importante: hacer notorio el toque y el estilo personal de sus creadoras, a pesar de que la técnica sea la misma.

Vista de la exposición «Ser Pallay» en el ICPNA, Lima, 2023

Vista de la exposición «Ser Pallay» en el ICPNA, Lima, 2023

Durante uno de los encuentros presenciales que tuvo lugar en las ruinas de Q’enqo Chico, el grupo tomó la decisión de emplear ley pallay —una técnica de urdimbre suplementaria para crear los diseños del telar grupal—, aunque algunas tejedoras no la dominaban pues no forma parte de las técnicas tradicionales de su comunidad. El motivo de la elección de esta técnica se basó en que permite crear infinidad de formas y avanza más rápido que otras técnicas, mediante el uso del pallana kaspi o hueso, como herramientas de tejido para escoger y recoger los hilos. Además, el ancho del diseño no tiene límites en cantidad de hilos de urdimbre, lo que le brinda mayor libertad a la tejedora para plasmar sus diseños.

Los textiles históricos parecen indicar que la técnica ley pallay fue traída por los españoles, pues aparece en los Andes durante la época colonial, en las mantas con hilos de oro y plata, así como en los primeros ponchos. Desde entonces, algunas regiones o comunidades de los Andes podrían haber adoptado esta técnica para crear muchos de los diseños que hoy forman parte de su repertorio textil.

Una de las grandes ventajas del Telar columna comunal ha sido el intercambio de saberes en torno a técnicas y procesos textiles. Las tejedoras de Chinchero y Patabamba, por ejemplo, aprendieron a crear diseños a partir de la técnica ley, con la que vencieron sus inseguridades iniciales. Al mismo tiempo, aquellas tejedoras del grupo con más experiencia compartieron su gran maestría con las integrantes más jóvenes. Para ellas, este tipo de trabajo grupal es una lección muy significativa e inspiradora para su futuro. Ha sido un gran reto para todo el equipo que el proyecto salga bien y lindo. Por ello, durante la creación del telar grupal, algunas tejedoras jóvenes han tenido que desatar varias veces para corregir ciertas fallas en la creación de sus diseños, según su concepción.

El valor de la dinámica colaborativa se ha centrado en compartir sus ideas, sus dificultades, cómo representan sus pensamientos en sus diseños, cómo podrían hacerlo mejor, escuchar a los miembros que con gran facilidad plasman sus pensamientos en la creación de su iconografía, inspirarse, tener ganas de tejer otras piezas juntas y formar una relación profunda de familia de tejedoras.

Vista de la exposición «Ser Pallay» en el ICPNA, Lima, 2023

En cada pieza textil de carácter personal se representa el mundo presente de la tejedora, tanto en los colores, las iconografías, los acabados y las decoraciones, que forman con el tiempo parte de su trayectoria. En el tejido grupal Telar columna comunal, este tipo de decisiones, que le otorgan personalidad al tejido, se tomaron por unanimidad entre las tejedoras del equipo.

Decidieron colectivamente representar su vida cotidiana a través de la trilogía de la cosmovisión andina: el Uku Pacha, como mundo de los antepasados y mundo interior; el Kay Pacha, como el mundo actual; la Pachamama, esta vida; y el Hanan Pacha, como el mundo cósmico de arriba, el de los espíritus. Desde la época inca hasta la actualidad, estos tres mundos han sido representados por animales sagrados, como la serpiente (amaru), que habita el Uku Pacha; el puma, que vive en el Kay Pacha; y el cóndor, que habita en el Hanan Pacha.

Los diseños creados por las tejedoras para plasmar estos mundos son, en algunos casos, definidos y, en otros, un tanto abstractos. Han representado, en diferentes grados de figuración, a los apus (‘cerros’), las wallatas (aves muy importantes en los Andes), sus chacras, su flora, los lugares de sus antepasados (como centros arqueológicos de sus comunidades), sus bebidas, e incluso tejieron sus barbijos como símbolo de la pandemia por el covid-19. El tejer y plasmar en su pieza grupal estos tres mundos ha sido desafiante, pero aun así lo lograron. Este textil, sin duda, formará parte de la historia de vida de cada tejedora y tejedor del grupo.

El proyecto textil colaborativo, propuesto y articulado por las artistas María José Murillo (exsupervisora del departamento de educación de CTTC) y Verovcha, denominado Ser Pallay, reunió a siete tejedoras y un tejedor de diferentes asociaciones textiles que colaboran con el CTTC, bajo la orientación de la señora Yolanda Jaimes, coordinadora del departamento de desarrollo de comunidades: Alipio Melo, tejedor de la Asociación Munay Ticlla de Pitumarca; Norma Ojeda, de la Asociación de tejedoras Away Paccarichiq de Patabamba; Hermelinda Espinoza, de la Asociación de tejedoras Watay de Santa Cruz de Sallac; Luz Clarita Cusihuaman y Miriam Quispe, las integrantes más jóvenes del grupo, quienes provienen de la Asociación de Tejedoras Away Riqcharicheq de Chinchero; Cintia y Cristina Ylla, de la Asociación Inka Pallay de Chahuaytire; Celia Sabina Pfoccohuanca, de la Asociación de Tejedores Munay Pallay Awaqkuna de Accha Alta.

El propósito del proyecto Ser Pallay ha sido lograr la colaboración y el intercambio de conocimientos en el grupo de tejedoras y tejedores tradicionales de las diferentes asociaciones que trabajan con el CTTC, en diálogo con las artistas textiles contemporáneas María José y Verovcha. Este proyecto ha inspirado a las tejedoras a explorar su práctica textil a través de nuevas posibilidades de colaboración creativa. El compartir e intercambiar saberes y prácticas entre ambas partes ha logrado formar un grupo dinámico y muy inspirador, que ha entretejido experiencias ancestrales con sus diversas maneras de ver el presente y ha generado una propuesta estimulante de arte recíproco.

Vista de la exposición «Ser Pallay» en el ICPNA, Lima, 2023


*Nilda Callañaupa (Chinchero, 1960) es una reconocida tejedora y defensora de las artes textiles andinas en Perú. Es la fundadora y directora del Centro de Textiles Tradicionales del Cusco (CTTC), una organización sin fines de lucro que trabaja para preservar y promover las técnicas y la cultura textil andina a través de programas de educación y capacitación que mejoran la calidad de vida de tejedores y tejedoras. Ha publicado varios libros sobre el tema, como Textile Traditions of Chinchero: A Living Heritage (2012), Weaving in the Peruvian Highlands: Dreaming Patterns, Weaving Memories (2013) y Faces of Tradition: Weaving Elders of the Andes (2015)

Este texto es un extracto que formará parte del libro de Ser Pallay, a ser publicado por el Instituto Cultural Peruano-Norteamericano (ICPNA)en abril de 2023, y que acompaña a la muestra homónima curada por Florencia Portocarrero, que se podrá ver hasta el 26 de marzo de 2023 en el Espacio Juan Pardo Heeren del ICPNA ubicado en Jirón Cuzco 446, Cercado de Lima.

Una primera versión de esta exposición se presentó en Vigil Gonzales galería (Valle Sagrado de los Incas, Perú) del 11 de diciembre de 2021 al 22 de enero de 2022, bajo la curaduría de Portocarrero.

Artistas: Alipio Melo, Celia Sabina Pfoccohuanca, Cintia Ylla, Cristina Ylla, Hermelinda Espinoza, Luz Clara Cusihuaman, María José Murillo, Miriam Quispe, Norma Ojeda y Verovcha

[Museografía: Iosu Aramburu – fotos: Juan Pablo Murrugarra – fuente: http://www.artishockrevista.com]

El jurado reconoció al autor de «El interior» y «Larga distancia» como un «periodista total»  y «uno de los mayores exponentes de la mejor crónica latinoamericana».

El periodista y escritor argentino Martín Caparrós fue uno de los galardonados de la 40º edición de los Premios Ortega y Gasset de Periodismo, que reconoce los mejores trabajos publicados originalmente en español el año anterior, junto a la salvadoreña Julia Gavarrete y los españoles Xavier Aldekoa y Santi Palaciosde los medios El Faro, La Vanguardia y 5W respectivamente.

Autor de libros de crónica narrativa emblemáticos como « Larga distancia » (1992), que cambió el modo de pensar las relaciones entre periodismo y literatura, y « La volundad » (2006), retrato profundo de los jóvenes revolucionarios de los 70 coproducido con Eduardo Anguita, Caparrós fue distinguido con el premio a la trayectoria por un jurado que lo reconoció como un “periodista total » y « uno de los mayores exponentes de la mejor crónica latinoamericana”.

En casi cinco décadas de trayectoria, este autor nacido en Buenos Aires el 29 de mayo de 1957 trabajó en radio, televisión y prensa escrita, publicando crónicas, reportajes y ficciones en medios como Clarín, The New York Times, Internazionale y El país.

Creado en 1984 en memoria del filósofo José Ortega y Gasset, este premio resalta la defensa de las libertades, la independencia, el rigor y la honestidad como virtudes esenciales del periodismo, con dotaciones de 15.000 euros para cada ganador.

El jurado este año estuvo integrado por las escritoras y periodistas Lucía Lijtmaer, Elvira Lindo, Isabel Calderón, Pepa Bueno, directora de El país; Luis Gómez y Pedro Zuazua, también con cargos directivos en ese diario; el biólogo Miguel Delibes de Castro y la defensora del lector Soledad Alcaide, informaron los organizadores a la prensa internacional.

Los otros premiados

El premio Ortega y Gasset en la categoría de mejor historia periodística recayó sobre Julia Gavarrete por su entrevista a una familia que huye de El Salvador ante el temor a que algunos de sus miembros fueran condenados por un delito del que ya habían sido absueltos, publicada en El faro, “un medio valiente, que hace un periodismo excelente en un entorno muy difícil”, destacó el jurado.

En la categoría de mejor cobertura multimedia el premio fue para Xavier Aldekoa por la producción multimedia « Río Congo », publicada en La Vanguardia y construida con reportajes hechos a lo largo de los 4.700 kilómetros que van del nacimiento de ese río, en el interior de África, hasta su desembocadura en el océano Atlántico, pasando por cuatro países -Zambia, República Democrática del Congo, República del Congo y Angola- y dando cuenta de la historia, idiosincracia y tensiones en ese continente.

“Cada pieza es en sí misma un contenido periodístico de valor y en su conjunto forman un relato de viajes transversal en el que se abordan temas tan diversos como el medio ambiente o la desigualdad”, se lee en el fallo.

En tanto que el premio a la mejor fotografía fue para Santi Palacios, por una imagen publicada por la revista 5W que muestra los cadáveres de algunos de los más de 400 civiles asesinados en la ciudad ucraniana de Bucha en abril último en el marco de la invación rusa, diseminados en una autopista.

La instantánea “captura el horror de lo cotidiano en medio de una guerra y transmite la desolación y crudeza de la contienda. Evidencia, además, la soledad que rodea a la muerte. Tiene numerosos detalles que aportan información sobre lo sucedido en Bucha. Es una gran foto que tiene un elevado componente informativo”, dijo el jurado.

 

[Fuente: http://www.telam.com.ar]

Em documento, sem-terra avaliam papel do governo Lula. E apresentam suas propostas para reforma agrária agroecológica, agroindústrias cooperativadas, produção de alimentos saudáveis e Plano Nacional de Reflorestamento

 

O Brasil vive a pior crise de sua história, que se manifesta na economia, na sociedade, no aumento da desigualdade social, nos crimes ambientais, na fome, no desespero e falta de perspectiva que atinge mais de 70 milhões de trabalhadores. Tudo isso se aprofundou nos últimos seis anos, após o golpe contra o Governo Dilma e os quatro anos de um governo neoliberal com práticas fascistas e autoritárias.

A vitória política de Lula nas últimas eleições revelou a vontade da maioria dos brasileiros de mudarmos os rumos, retomarmos os caminhos democráticos, para resolver os problemas urgentes da população brasileira. Essa vitória foi fruto de uma ampla aliança social de todas as forças progressistas e, certamente, marcará também um governo de Frente Ampla, com os mais diversos setores ai representados.

O governo Lula terá o desafio fundamental de enfrentar em caráter emergente as necessidades fundamentais do povo, como o combate à fome, ao desemprego, e investimentos pesados em educação e saúde. E no médio prazo debater com toda sociedade um novo projeto de pais, fundado na reindustrialização e na agricultura produtora de alimentos saudáveis, única forma de retomarmos o crescimento econômico com justiça social.

Na agricultura, se enfrentam há décadas três modelos de organização da produção. O latifúndio predador, que enriquece com a especulação imobiliária e da apropriação das riquezas naturais; o agronegócio, que produz apenas commodities agrícolas para exportação, concentrados em apenas cinco produtos (soja, milho, cana, algodão e pecuária bovina). Os fazendeiros enriquecem, mas não pagam impostos à sociedade graças às isenções das exportações e agridem a natureza com o desmatamento, o uso de agrotóxicos e o monocultivo. E o terceiro modelo é da agricultura familiar que, usando mão de obra familiar, protege à natureza e se dedica a produzir alimentos para suas famílias e para o mercado interno.

Nossa Constituição federal exige que a Terra cumpra sua função social, produzindo racionalmente, respeitando a legislação trabalhista e o meio ambiente. Assim como nossa Constituição, defendemos sempre que o latifúndio é antissocial e deve ser banido, e o agronegócio precisa assumir sua responsabilidade socioambiental, adequar-se às necessidades da sociedade, pagar impostos, parar de usar agrotóxicos e dar condições de dignidade os seus trabalhadores.

Defendemos a agricultura familiar e dentro dela a distribuição de terras dos latifúndios, sobretudo nas proximidades das cidades, para que se multipliquem as famílias camponesas produtoras de alimentos.

Defendemos o desmatamento zero. Não precisamos derrubar mais nenhuma árvore. Precisamos, sim, é de um Plano Nacional de Reflorestamento urgente, plantando milhões de árvores, em todo país, em todos os biomas, no campo e nas cidades. Condição necessária para combater as mudanças climáticas que afligem a população em todo território e a todo planeta.

Defendemos que o novo governo deve implementar urgentemente diversas medidas de políticas públicas – como os Programas de Aquisição de Alimentos e de Alimentação Escolar – buscando a soberania alimentar e para que se amplie imediatamente a produção alimentos saudáveis em todo país. E que se usem os mecanismos de aumento de renda, via bolsa família, e aumento do salário mínimo e do emprego para que o povo tenha condições de se alimentar dignamente.

Defendemos o estímulo da agroecologia como um modelo tecnológico que busca produzir alimentos saudáveis, sem agredir a natureza, gerando mais empregos e melhorando a produtividade física das lavouras. Garantindo assim saúde para nosso povo.

Defendemos um programa urgente de implementação de máquinas agrícolas para agricultura familiar, para que possamos aumentar a produtividade do trabalho, diminuindo o sacrifício humano.

Defendemos a implantação de um amplo programa de agroindústrias cooperativadas em todos os municípios, para beneficiar alimentos e gerar emprego e renda para mulheres e jovens no campo.

Devemos combater todas as forças de exploração no campo, como o trabalho escravo e as péssimas condições dos assalariados sem direitos trabalhistas. Devemos combater o garimpo e ação perversa das mineradoras que depredam nosso meio ambiente e riqueza natural apenas em função do lucro privado. Os bens da natureza devem estar subordinados às necessidades de todo o povo.

Defendemos um amplo programa de educação e cultura no meio rural que dê oportunidade a todas as pessoas, em especial aos jovens, que erradique o analfabetismo, ofertando todas formas de escolarização no interior do país, que preserve e fomente as manifestações e expressões culturais do povo.

Combateremos e denunciaremos todas as formas de violência, discriminação, racismo, misoginia, LGBTfobias e intolerância religiosa que foram alimentados pelo bolsonarismo fascista.

Levaremos essas propostas e ideias para o próximo governo Lula e contribuiremos de todas as formas possíveis para que elas sejam aplicadas.

Nossa missão maior é seguir organizando o povo, para que lute por seus direitos, consagrados na constituinte de 1988, pois sabemos que sem mobilização popular não haverá nenhuma mudança verdadeira no país.

Esses são os nossos compromissos que queríamos reafirmar para toda sociedade brasileira, em tempos de crise e de mudanças necessárias.

 

[Imagem: Tarcísio Nascimento – fonte: http://www.outraspalavras.net]

 

 

Dins la COP25, demanda qu’Amazonia aculhisca la reünion del clima de l’ÒNU de 2025, e anóncia la creacion d’un Ministèri dels Pòbles Indigènas

Exames mostram que Lula está com inflamação na garganta - Política

Lo president elegit de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, sosten que lo cambiament climatic e la pauretat son doas realitats inseparablas e se devon combatre ensems, e a promés de puniments mai estrictes contra los que damatjan l’environament e las ressorsas naturalas en Amazonia.

Per ben capitar, a demandat la preséncia de mai de païses al Conselh de Seguretat de l’ÒNU per una melhora governança globala, e la fin del drech de vèto, que segon el grèuja l’equilibri e la patz. “Lo Mond de uèi es pas lo meteis que lo de 1945”, çò a dich.

Pendent son discors a la cima del clima de l’ÒNU que se ten dins la vila egipciana de Sharm Ash Sheikh, Lula a soslinhat que caliá una societat mai empatica, basada sus la fisança entre los pòbles e “al delà dels interèsses nacionals immediats” per resòlver los problèmas del cambiament climatic e la pauretat.

Per aquela rason, Lula a defendut la mobilizacion de mai de ressorsas per que los païses en desvolopament, mai que mai los pus paures, pòscan afrontar una problematica sustot provocada pels pus rics.

Lula da Silva a anonciat que defendriá “d’un biais veement” qu’Amazonia aculhiguèsse la reünion del clima de las Nacions Unidas de 2025, e mai s’un an abans Brasil siá la sedença del G20. “Sètz assegurats que l’agenda climatica serà una prioritat”, çò a dich.

Brasil s`èra ja prepausat coma sèti de la COP25 en 2019, mas l’arribada al poder de Bolsonaro impliquèt lo retirament del país e lo forum anèt en Chile, mas a causa de las protèstas finiguèt qu’aguèt luòc en Espanha.

“Soi aicí per dire que Brasil es prèst per tornar jónher los esfòrces de reconstruccion d’una planeta mai sana, d’un Mond mai just, capable d’aculhir amb dignitat la totalitat de sos abitants, e pas solament una minoritat privilegiada”, çò a declarat lo novèl president brasilièr.

Dins aquel sens, a precisat que l’inegalitat entre rics e paures demòra tanben rebatuda dins los esfòrces per reduire los damatges del cambiament climatic, en tot remembrar que l’1% de la populacion de la planeta son de rics, e qu’aquel 1% despassa 30 còps lo limit d’emissions de dioxid de carbòni.

“Punirem estrictament los responsables de tota activitat illicita, que siá de prospeccion, minariá, d’esplecha forestala, o una ocupacion agricòla indeguda. Aqueles delictes afèctan particularament los pòbles indigènas”, çò a soslinhat Lula en tot anonciar la creacion d’un Ministèri dels Pòbles Indigènas.

[Sorsa: http://www.jornalet.com]

Para quien quiera entender la derrota de Bolsonaro en Brasil desde una óptica ambientalista, El Territorio es un buen camino. El documental rompe con las expectativas, desarma desde adentro el relato maniqueo de buenos y malos, hace todo lo contrario de lo que podría esperarse de un reportaje de National Geographic.

Escrito por Nicolás Ruiz Berruecos

El Territorio (The Territory) de Alex Pritz no esconde sus intenciones: este es un documental-arma, un documental-protesta, un documental que tiene un propósito más allá o más acá de su propia existencia.

El Territorio fue concebido para oponerse a la reelección de Bolsonaro mostrando la importancia, en la lucha ambientalista, por el respeto cultural de los territorios indígenas de la Amazonia brasileña. En ese sentido, al documental solo le importa el cine de cierta manera, menos como un interés en sí y más como un vehículo de ideas.

Y sin embargo, está lleno de consideraciones cinematográficas. En el corazón de una protesta, también hay una propuesta ética de las imágenes: el cine como participación activa, comunitaria, en acción concreta con el mundo.

I

Al inicio de la cinta, el piso sucio del tractor se agita. Una toma a ras de cabina; una bota frente a los pedales; un brazo fornido sobre la palanca. El ruido lo cubre todo. El ruido y el polvo. El tractor se zarandea sobre el camino salvaje. Todo es desigual. Tal vez todo lo que pisa son rocas…

Pero no, no son rocas. Es la vida misma de la selva. Lo sabemos cuando la toma se abre y  vemos caer los primeros árboles. Poco a poco, la violencia de los tractores, de las sierras eléctricas, de los bidones de gasolina, de la devastación humana del Amazonas, desaparece en un fundido a negros.

Ahora la toma está posada en otro suelo. No hay ningún engaño, ninguna construcción: la cámara simplemente está en el suelo de la jungla. Unos niños juegan entre la vegetación. Miles de cosas ocurren alrededor del plano. Los árboles cantan con sus infinitos habitantes, las lianas se retuercen, los insectos patrullan…

De pronto, los niños se echan a correr y la cámara los sigue, torpemente, empuñada por una mano invisible pegada a un cuerpo que también corre. Se eleva una euforia de voces y risas en los senderos.

II

Esta secuencia al principio de El Territorio dice mucho sobre el estilo de la película de Alex Pritz. Hay una inocencia que podría parecer maniquea: en el montaje se enfrentan los humanos que protegen la naturaleza contra los humanos que la destruyen. La experiencia comunitaria, alegre y gozosa del espacio verde; contra el aislamiento hostil, metálico, individual de la cabina del tractor de los talamontes.

III

La secuencia inicial de la película se intercala con planos cerrados de hormigas que trabajan. Las hormigas que, en su escala, en su universo, también depredan la selva. Las hormigas que, finalmente, son parte esencial del ecosistema complejo del Amazonas.

Las hormigas, una imagen poderosa. Porque reúnen todos los aspectos humanos de la tragedia amazónica: son obreras que buscan sobrevivir; comunidades que viven del bosque y de sus dádivas; constructoras y taladoras que no piensan más allá de sí mismas.

Son la imagen de los indígenas uru-eu-wau-wau en el territorio protegido amazónico que habitan, son la imagen de los colonos que quieren usurpar sus tierras, son los taladores y los protectores del bosque, son esa peculiar suma de contradicciones que es la vida misma de la jungla frente al horror de la depredación humana.

IV

El Territorio pudo ser otro documental maniqueo, cargado de pathos e imágenes con drones, planos cerrados de animales y plantas, un impecable diseño sonoro para ambientar la selva y todo lo necesario para ver, desde lejos, los problemas exotizados de una cultura en peligro. La belleza antropocéntrica de National Geographic a todo gas.

Pero las cosas no sucedieron así.

Convencido de su trabajo cercano al ambientalismo, Pritz (que tiene un título, de hecho, en ciencias del medio ambiente), se acercó primero a los activistas. En particular a Neidinha Bandeira, la fundadora de la asociación de defensa etnoambientalista, Kandidé. Neidinha ha trabajado de cerca, desde hace más de cuarenta años, para proteger el territorio uru-eu-wau-wau con todo lo que implica para la política brasileña.

Los uru-eu-wau-wau tienen derecho legal a proteger más de 11 mil kilómetros cuadrados de selva amazónica. Es un territorio que equivale a diez veces el área de la Ciudad de México. Y solo quedan 183 personas en la tribu para defenderlo.

Luchan para repeler las incursiones de talamontes e invasores de todo tipo; personas que, desesperadas por la pobreza, no entienden cómo las tribus indígenas tienen derecho a tantos kilómetros de tierra. ¿Por qué algunos nacieron con derecho a hectáreas si ellos no tienen dónde morirse? ¿No son todos ciudadanos? ¿No son todos igualmente brasileños?

Ahí entra el populismo violento de Jair Messias Bolsonaro. En 2018, cuando Bolsonaro ganó las elecciones como presidente, todos sus discursos sobre despojar a los indígenas de las tierras protegidas para construir un Brasil mecánico, industrial, de trabajo para todos, empezaron a tomar un peso real. Muchos colonos, soñando con apropiarse un cacho de tierra, empezaron a adentrarse en los territorios protegidos del Amazonas.

Los pueblos originarios se defendieron y se declaró una guerra discreta, perdida entre los ruidos de los tractores y la jungla. En medio de esta lucha está el colectivo de Neidinha y la asociación Jupaú, dirigida por el muy joven Bitaté Uru-eu-wau-wau, protagonistas en primer plano del documental. Su intento por proteger un territorio de enorme riqueza cultural y natural narra una saga de resistencia; la historia de una tribu que se adueña de los medios audiovisuales y se cuenta a sí misma para que nadie más se adueñe de su historia.

Pritz se acercó a Neidinha para encontrar el enfoque del documental. Y Neidinha siempre dijo que sintió inmediata desconfianza hacia él. Era un hombre blanco, guapo, afable, con sonrisa confiada. Para Neidinha eso significaba, seguramente, que iba a tratar de lucrar con la lucha uru-eu-wau-wau. Así que solamente accedió a interceder por él con los líderes de las tribus si Pritz se comprometía a entregar la batuta creativa del documental a sus integrantes. Ellos mismos iban a trabajar la trama, a manejar las cámaras, a codirigir, coproducir y coeditar el documental.

De pronto, el proyecto cambió. Y así se justificaron las intenciones comprometidas del documental. Así que no estamos ante el comentario paternalista de National Geographic sobre las culturas que acaban siendo explotadas pese a las buenas voluntades; sino un ensayo honesto sobre la capacidad misma del cine para convertirse en un arma de empatía, para transmitir un mensaje que actúa directamente en el mundo a través de la mirada comunitaria.

V

Neidinha tuvo otra petición para Alex Pritz. La activista no quería que se contara una historia completamente maniquea.

Ella está convencida de su causa. También está convencida de que los que talan ilegalmente el Amazonas son invasores violentos que no entienden la magnitud de lo que hacen. Pero no podía permitir que se contara la historia de su lucha como la de un heroísmo simplón.

Neidinha quería que El Territorio abrazara cierta complejidad emocional para permitir matices. No presentar la guerra como ocurre en tantos casos de Hollywood, en términos necesarios, como una lucha del bien contra el mal.

Aquí, también, hay una voluntad objetiva, digna del mejor periodismo, de darle voz a todas las partes. Las partes en conflicto sin paternalismo, sin condescendencia y sin volver evidente lo complejo. Tanto los colonos pacíficos, como los invasores más violentos, aparecen, talking heads en movimiento, contando la historia de lo que los llevó hasta ahí.

De pronto, todo se parece a las historias del viejo oeste que tanto aterrorizaban a Neidinha de niña. Un relato de colonialismo fuera de cualquier ley en donde todo depende de los enfrentamientos entre individuos. Aquí, siguiendo el paralelismo del western americano, unos se defienden con arcos y flechas, mientras otros los atacan a balazos.

En esta tierra sin ley, sin embargo, las razones de la colonización no son la fiebre del oro o la búsqueda de fortuna, sino la miseria urbana, las promesas del orden, el progreso capitalista y el nacionalismo más rancio de la derecha brasileña. Todos los colonos sueñan con una vida mejor y no pueden pensar en el progreso fuera de la idea del hombre consumiendo a la naturaleza a través de la industria.

Finalmente, hay un regusto del sueño urbano de Niemeyer en Brasilia. En un momento, un protagonista dice: “Matar la selva: esa es la manera en que se ha trazado todo camino, en que se ha construido toda ciudad”.

Es evidente la simpatía del documentalista por la causa de Neidinha; y es evidente la inclinación ideológica de su propuesta. Aun así, es valiente la ternura y la cercanía íntima con la que retrata los relatos de vida, supervivencia y arraigo de los colonos. Al final, uno de ellos dice una frase que pudo salir de la boca de los activistas: “Estamos todos en esto: si no nos juntamos para salvar al planeta, estamos jodidos”.

VI

Las imágenes, en El Territorio, son literalmente un vehículo. El cine se piensa aquí como una manera de llegar más lejos. En el sentido mismo de esta lucha, como una trascendencia. Los drones vigilan las fronteras inabarcables y las cámaras consignan los asentamientos, marcados con GPS, dentro de las áreas protegidas. La cámara, en manos de los uru-eu-wau-wau, es una herramienta de vigilancia, de testimonio y de contacto.

Exiliados del exterior, abandonados por las instituciones indigenistas que debían protegerlos, los uru-eu-wau-wau extienden su influencia cultural mediante la tecnología y las imágenes. Las redes sociales no sirven tanto como el testimonio de lo que graban, adentrándose en la jungla, para cazar colonos ilegales.

Las cámaras, además, entrañan una forma de la memoria. Con las cámaras, los miembros de esta cultura que se extingue rápidamente, pueden grabar tradiciones, grabar su lengua, grabar sus historias. Esta vez, no son los etnólogos que siguieron a Robert J. Flaherty, primero, y a Jean Rouch, después, los que dan valor a la riqueza cultural que consigna la cámara. Son ellos mismos los que expresan una identidad cultural en la intimidad del video casero.

Bitaté estudió en una escuela de blancos. Y es el puente de contacto entre dos culturas. Él cree, firmemente, que el puente se tiende a través de las imágenes. A través de un lenguaje con el que se encuentra, que adopta y que modifica.

Testimonio y memoria, por una parte, y la vista de águila sobre un territorio, por la otra. La posibilidad de ir más allá. Más allá del recuerdo, más allá del genocidio cultural, más allá de las fronteras de la selva, más allá de las posibilidades de la vista. El poder de las imágenes como extensión de lo humano, como potencia cyborg, como contacto cultural y fuerza jurídica.

Una extensión en todos los sentidos. Y una extensión que solo puede ocurrir en el acto comunitario, del cine realizado a varias manos, sin una figura de autoría por encima de los demás. En el gesto de Pritz que cede las cámaras, la producción, la idea misma de su documental, está lo más interesante de El Territorio.

Y sí, el documental puede ser cursi, repetitivo y, todo el tiempo, evidente. Pero en esta inocencia se esconde una confianza ciega en el poder de las imágenes para trascender un espacio cultural oprimido, donde también quepan las voces de los opresores.

Con el constante contraste de la jungla fresca y la hirviente savana depredada, crea un ambiente opresivo de guerra; un ambiente que logra  darnos motivos para el optimismo y al mismo tiempo despojarnos de toda esperanza.

• The Territory. Director: Alex Pritz. Fotografía: Alex Pritz y Tangãi Uru-eu-wau-wau, 85 min., Estados Unidos, Reino Unido, Brasil, Dinamarca, 2022.

 

[Fuente: http://www.nexos.com.mx]

Vencer Bolsonaro foi o primeiro passo. Agora, é preciso entender a militarização da política e o pânico moral das igrejas neopentecostais, bases do retrocesso. E apontar saídas à gourmetização da vida, enquanto milhões amargam a fome

Escrito por Daniel M. Huertas

Todas as forças progressistas e democráticas deste país ficaram atônitas com o resultado geral do primeiro turno das eleições deste ano, com votações inimagináveis a candidatos que beiram a insanidade – ou, na melhor das hipóteses, a uma caricatura grotesca de algo amorfo. Em suma: um retrocesso de proporções inestimáveis. A vitória de Luiz Inácio Lula da Silva no pleito de 30 de outubro amenizou o sentimento de frustração e temor em relação ao futuro do Brasil, mas é preciso reconhecer que este espectro sinistro conhecido como bolsonarismo plantou raízes e se tornou, por incrível que pareça, uma peça extremamente relevante no cenário político brasileiro.

Muito tem sido escrito sobre a ascensão desse fenômeno macabro, e minha contribuição parte do princípio de que a esquerda precisa reavaliar a sua compreensão sobre a realidade brasileira. Isso não significa necessariamente abortar velhos conceitos e metodologias. Afinal, as permanências perversas do constructo social brasileiro (como o racismo estrutural e o latifúndio, por exemplo) estão mais vivas do que nunca e os inimigos de sempre continuaram (e continuarão) à espreita, no aguardo de uma janela de oportunidade para a cooptação de partidários e implementação de uma agenda com ações extremamente reacionárias maximizadas pela velocidade e capilaridade das redes sociais. As tubulações de esgoto do tecido social deste país nunca estiveram tão entupidas.

Esse novo contexto invoca novas análises e reflexões, que devem estar correlacionadas com as profundas mudanças que têm impactado o território brasileiro desde o fim da ditadura militar e o início da chamada Nova República. E, para além da questão meramente nacional, edificá-las de forma mais realística e eficiente com o movimento do mundo que foi aberto com o declínio da bipolaridade da Guerra Fria, do qual emanou um poderoso turbocapitalismo globalizado. A questão é complexa, obviamente, e pede uma análise multidimensional que não se esgota em um livro, muito menos em um artigo. Procurei organizar o meu ponto de vista em temáticas que considero altamente relevantes para que uma espécie de “ajuste fino” no plano das ideias seja alçado à condição de reflexão mais geral dos rumos do Brasil, ajudando de alguma forma nas estratégias que serão utilizadas pelas forças progressistas de agora em diante.

A militarização da política

Desde o advento da República, a política brasileira sempre reservou algum grau de militarização, mas em raras ocasiões havia ultrapassado o sentido estrito do termo. Ou seja, a militarização da política, em maior ou menor escala, de acordo com o contexto, ficara geralmente restrita à participação direta e indireta das Forças Armadas – e o golpe de 1964, como sabemos, foi o ápice desse processo. Mas, infelizmente, o fenômeno ganhou amplitude inédita com a entrada significativa no jogo das forças policiais civis e militares e com uma parcela considerável da sociedade civil que explicitamente defende políticas armamentistas.

Segundo pesquisa Genial/Quaest divulgada em 31 de agosto último, 30% dos entrevistados disseram acreditar que as leis que facilitam compra, porte e uso de armas aumentaram a segurança das pessoas, e o mesmo percentual gostaria de ter uma arma para se defender1. Cabe lembrar, ainda, que o número de unidades em nome de colecionador, atirador desportivo e caçador (CAC) aumentou de 350,7 mil, em 2018, para pouco mais de um milhão, em 2022, após a publicação dos decretos do governo Bolsonaro flexibilizando as normas para compra, porte e uso de armas pela população civil2.

O sociólogo José Vicente Tavares dos Santos, estudioso das pautas ligadas à segurança pública, já havia observado, no âmbito das greves policiais de 2012, na Bahia, a constituição de um “fenômeno social”. Ele lembrou que uma lei de 1967, editada em plena ditadura, transformou as polícias militares em órgãos auxiliares das Forças Armadas e militarizou o ensino policial. Ou seja, não houve a devida adequação das PMs ao trabalho em uma sociedade democrática, já que “faltam noções de direitos humanos, de investigação criminal, algo básico mas incrivelmente precário no Brasil”3, além da ausência de conteúdo correlato a mediação de conflitos.

A própria integração das Forças Armadas ao país depois de 21 anos (1964-85) de mandos, desmandos e atrocidades também se mostrou bastante frágil. A criação do Ministério da Defesa em 2000, durante o governo FHC, parecia ser um antídoto, mas novas crises apareceram na relação entre civis e militares no terreno político. Em 2004, a demissão do então ministro José Viegas ocorreu em meio à insatisfação de militares diante da anunciada abertura dos arquivos da ditadura. Cabe lembrar que a Comissão Nacional da Verdade, proposta no Plano Nacional de Direitos Humanos (PNDH-3), no segundo mandato do governo Lula, também não foi bem recebida por vários setores da caserna. O caso do general Maynard Marques de Santa Rosa, que a chamou de “comissão da calúnia” e acabou sendo exonerado, ganhou as manchetes em 2010. “Os três comandantes militares reagiram contrariamente às cláusulas que propunham rever abusos contra os direitos humanos durante a ditadura e colocaram seus cargos à disposição”, lembrou a cientista política Maria Celina d’Araujo4.

A proposição da revisão da Lei de Anistia – que acabou sendo barrada pelo Superior Tribunal Federal (STF) por 7 votos a 2 — foi outro evento com ressonância extremamente negativa no seio das Forças, sobretudo com as declarações públicas de apoio do então ministro da Justiça, o petista Tarso Genro. E, na sociedade civil, os defensores do golpe de 1964 e de uma nova quartelada em pleno século XXI assombram o país, de forma recorrente desde as eleições de 2018, com demonstrações de efeito. Para completar, o antropólogo Celso Castro, especialista do universo militar, admite que existe um déficit de conhecimento sobre o cotidiano da caserna, “daí compreender-se pouco o funcionamento dessas instituições”5.

D’Araujo clama por uma reflexão sobre o papel das forças de defesa perante o povo e o Estado brasileiros, assunto que “nunca mobilizou os partidos, nunca deu votos”, além do desinteresse generalizado do Congresso sobre a questão. Mas, ao que parece, o bolsonarismo conseguiu encontrar aí uma brecha valiosa para a sua estratégia de poder, de certa forma interditando qualquer debate sobre a pauta sugerida por D’Araujo. É fato a adesão de setores e agentes das forças de segurança ao bolsonarismo – a participação de militares em cargos de confiança ao longo do governo Bolsonaro é espantosa –, mas muito ainda permanece sob uma cortina de fumaça quanto ao real potencial de ativismo político da categoria, sobretudo em relação aos policiais civis e militares.

A articulação política das igrejas evangélicas neopentecostais

A pesquisadora francesa Marion Aubrée talvez tenha sido uma das primeiras intelectuais a se debruçar sobre o fenômeno do expressivo crescimento dos movimentos evangélicos tidos como neopentecostais no Brasil. Um projeto que remonta ao final dos anos 1980, ainda em estágio inicial, encabeçado pela Igreja Universal do Reino de Deus com a sua missão global de evangelização a partir de um país do Terceiro Mundo. Segundo ela, esses movimentos “se adaptam bem à busca de uma devoção emocional pelo povo brasileiro às suas aspirações de uma relação direta com Deus”, na qual o transe corporal (ou a explosão do corpo, como define Aubrée), pouco compreendido ou rejeitado, foi substituído pela “transverbal”, ou “a linguagem dos anjos que, quando praticada, inibe as expressões corporais”6.

Mesmo assim, a articulação midiática dos cultos e atividades na tela da tevê – apenas para ficar no exemplo mais emblemático, a tradicional TV Record, fundada em 1953, foi comprada pelo bispo e empresário Edir Macedo em 1989 – levou a um ajuste, tolerando a maquiagem e roupas menos convencionais e deixando o corpo mais livre. Como afirma Aubrée, “voltou a ser brasileiro”. Desse modo, “sensibilizou setores ponderáveis das classes mais modestas da população”, além de acolher, continua ela, “parte dos vitimados pelo êxodo rural e pela marginalização urbana e ajudando-os a reconstruir suas identidades perdidas em tantas vicissitudes”.

O resultado é que, integrados ao movimento, os indivíduos “redescobrem a autoestima, o senso da dignidade”, atendendo, assim, ao “preceito-chave da ética individualista predominante no mundo atual – (…) que o homem tem que ser forte, equilibrado espiritual e moralmente para encontrar seu lugar ao sol”. Soma-se a isso a introdução pragmática da Teologia da Prosperidade nas comunidades evangélicas, alavancada por cursos de alfabetização, aprendizado de profissões, oferta de empregos e possibilidade de desenvolver carreira eclesiástica, “buscando meios para as pessoas progredirem na vida”.

Como bem disse o historiador Leandro Karnal, a “capilaridade notável” de “milhares de pequenas igrejas nas periferias das cidades” elevou o mundo evangélico a um “poderoso dínamo para as almas e para as urnas”7. Na sua análise, como tendência geral os evangélicos “valorizam pontos como críticas ao casamento homoafetivo”, embora o tom médio do eleitorado brasileiro “é muito conservador e isso antecede a presença evangélica no Parlamento”. Para Karnal, “evangélicos não criam, apenas reforçam um reacionarismo difuso”, e acreditar que votam em quem pastores e bispos mandam seria uma ideia que “subestima a capacidade crítica dos evangélicos e omite a mudança na composição social do grupo”. Naquele contexto, em 2014, Karnal analisou a questão como um controle até desejável pelas lideranças religiosas, mas que “não existe como dado absoluto”. Entretanto, deixou o debate em aberto, pois a temática estaria em “ebulição intensa”.

Mas os fatos recentes mostram que neste campo foi aberta outra brecha bastante utilizada pelo bolsonarismo: uma aliança tácita e explícita entre os exploradores da fé alheia e os falsos defensores dos valores de Deus e da família que envolve interesses de ambos os lados e muito dinheiro. E o dado absoluto agora está aí: o resultado foi o reforço da chamada bancada evangélica no Congresso – dos 177 candidatos a deputado federal, 109 foram eleitos, taxa superior a 60%. Ademais, alguns novatos ligados às igrejas evangélicas foram campeões de voto em seus respectivos estados. Nikolas Ferreira (PL-MG), o deputado mais votado do Brasil, com cerca de 1,492 milhão de votos, integra a Comunidade Evangélica Graça e Paz. O ex-procurador Deltan Dallagnol (Podemos-PR), conhecido por ter sido um dos cabeças da famigerada Operação Lava Jato, é da Igreja Batista do Bacacheri, em Curitiba, e com alguma frequência realiza palestras e pregações nos púlpitos evangélicos.

Filipe Barros (PL-PR), da Igreja Presbiteriana Central de Londrina, Silas Câmara (Republicamos-AM), Sóstenes Cavalcante (PL-RJ), Paulo Freira Costa (PL-SP) e Cezinha Madureira (PSD-SP) são outros exemplos, todos da Assembleia de Deus, que mantém o seu domínio sobre a Frente Parlamentar Evangélica, que tem na “pauta dos costumes” a sua trincheira de valores conservadores contrários à esquerda. “Vai ter um grupo mais coeso agora, porque os novos deputados eleitos são evangélicos e é gente mais aguerrida. Isso vai ficar muito bom para a bancada”, declarou o deputado Gilberto Nascimento (PSC-SP), um dos principais articuladores do movimento e reeleito para o seu quarto mandato8. Por outro lado, os evangélicos de esquerda continuam sendo minoria.

O ex-ministro do STF, Cezar Peluso, já havia declarado que a Corte, provocada a deliberar sobre direitos considerados lesivos à sociedade pelas forças conservadoras (aborto, células-tronco, fetos anencéfalos, direitos dos homoafetivos), “reforça o caráter laico do ordenamento jurídico, (…) ao ponto de enfrentar as resistências religiosas em nome da laicidade do Estado”9. Na campanha para o segundo turno, Lula teve que lançar, estrategicamente, uma carta aos evangélicos que afirma a liberdade de culto e a posição contrária ao aborto. Ao mesmo tempo, a primeira-dama, Michelle Bolsonaro, lota igrejas neopentecostais Brasil afora ao lado da senadora eleita Damares Alves (Republicanos-DF), conhecida por inflar a pauta conservadora de costumes.

O diretor do Observatório Evangélico, Vinicius do Valle, enxerga um ambiente bastante violento no universo das igrejas, com “consequências sérias, dentro e fora dos templos”10. O desejo de aniquilamento da diferença, “mesmo entre aqueles que comungam da mesma fé”, foi incrustado nas igrejas pelo bolsonarismo, formando uma legião de (pseudo) religiosos que passou a disseminar a ideia de que o Partido dos Trabalhadores (PT), “amigo de ditaduras sanguinárias, fecharia igrejas, obrigaria as crianças a usar banheiros unissex, liberaria o aborto e ameaçaria a integridade das famílias”.

Valle explica que as pautas morais e religiosas, situadas “no terreno das crenças e das paixões, e menos conectadas à materialidade”, são “mais suscetíveis à dinâmica do marketing político agressivo e das fake news”. E o “bom marketing político”, como nos mostra a antropóloga e historiadora Lilia Moritz Schwarcz, “é aquele que vai de encontro à imaginação política que já existe” e, portanto, “o bom candidato é aquele que sabe dialogar com esse imaginário da sociedade”11. Eis aqui, portanto, uma questão que precisa ser mais bem estudada, compreendida e enfrentada.

A força do dinheiro e do consumo

Uma enxurrada de números mostra o quadro sombrio para boa parte da população brasileira. Em 2021, 62,93 milhões de pessoas (ou 29,62% do total) viviam com renda domiciliar per capita de até US$ 5,50 por dia – ou seja, abaixo da linha da pobreza, segundo parâmetro internacional adotado pela Organização das Nações Unidas (ONU). No mesmo ano, o rendimento médio mensal per capita registrou o menor valor desde o início da Pesquisa Nacional por Amostras de Domicílios Contínua (Pnad Contínua), realizada pelo Instituto Brasileiro de Geografia e Estatística (IBGE) desde 201212. Tecnicamente, de cada quatro brasileiros um está sob a linha de pobreza.

Não é exagero admitir, entretanto, que as condições materiais do povo brasileiro melhoraram, em níveis gerais, a partir dos anos 1990. Não pretendo aqui discutir as causas desse fenômeno – obviamente que as políticas sociais reorganizadas, azeitadas e vitaminadas com o PT no poder o explicam em parte –, e nem mesmo fechar os olhos para as mazelas crônicas e estruturais, mas o Brasil não é a Índia e nem a África, sem qualquer sentido pejorativo ou discriminatório sobre essas duas partes do mundo. Quero dizer com isso que a força do dinheiro e do consumo aterrissou com peso no Brasil a partir daquele contexto, mesmo que em escalas e condições diferenciadas. Com o neoliberalismo irresponsável e a abertura indiscriminada ao mundo globalizado, o país foi inserido numa posição amplamente disputada pelo capital internacional, já que passou a figurar entre os dez principais mercados consumidores mundiais de quase todos os bens de consumo, sejam eles duráveis, semiduráveis ou não duráveis.

Gradativamente houve uma multiplicação de shoppings centers nas grandes cidades, inclusive nas periferias, chegando anos depois a várias cidades de porte médio do interior do país. O efeito-demonstração causado pelo consumismo – e tudo o que ele carrega, como a criação inesgotável de desejos materiais, a ideia de felicidade, a busca por status e afirmação social e altas dosagens de entretenimento entorpecente – atingiu em cheio a todos os extratos da sociedade, sobretudo os mais baixos, que até então apenas de forma marginal faziam parte do mercado consumidor e, na sua estrutura psíquica e cultural, não tinham no consumo um valor em si de grande relevância para o seu cotidiano. Em suma, o dinheiro transformou-se no grande mediador das relações sociais em praticamente todas as porções do território e em todas as classes sociais.

O próprio governo Lula proporcionou um crescimento vertiginoso dessa dinâmica com as correlatas políticas de expansão do crédito público e aumento real do salário mínimo acima da inflação, incrementando o poder aquisitivo de grandes parcelas da população. Mas junto com o dinheiro e o consumo vêm o individualismo, a ganância e a ambição, um pacote completo embalado por milhares de peças publicitárias e pela ideia fortemente difundida da meritocracia e do empreendedorismo, diametralmente oposta aos valores humanistas de alteridade e solidariedade. O progresso material se sobrepõe a tudo e a todos e a busca pela “gourmetização da vida” é, agora, o modus operandi e o objetivo geral a ser alcançado por uma expressiva parcela da sociedade. Completa-se, assim, a atomização do indivíduo, presente nas periferias e nos bairros de classe média, nas capitais e no interior, no litoral e nos confins da Amazônia.

Como bem disse Karnal, “viver imune aos apelos do consumo é complexo para o adulto e quase intransponível para o jovem”13. O geógrafo Milton Santos vai além. Em sua análise sobre a globalização (que prefere denominar de “globaritarismo”, a aliança entre a tirania do dinheiro e da informação), o consumo é “o grande fundamentalismo do nosso tempo, porque alcança e envolve toda gente”. É um grande emoliente, “produtor ou encorajador de imobilismos”, ou “um veículo de narcisismos, por meio dos seus estímulos estéticos, morais, sociais”. E completa: “Consumismo e competitividade levam ao emagrecimento moral e intelectual da pessoa, à redução da personalidade e da visão do mundo, convidando, também, a esquecer a oposição fundamental entre a figura do consumidor e a figura do cidadão.”14

Mesmo que em camadas, nuances, formas e situações diferenciadas o brasileiro entrou (ou foi empurrado) com força na dinâmica do turbocapitalismo globalizado, na qual a espiral do consumismo é um de seus principais traços, e o medo da perda das condições materiais, mesmo que reduzidas se comparadas aos extratos mais elevados da sociedade, aparece como elemento paralisante e reacionário. A questão da segurança pública ajuda a reforçar esse último aspecto com narrativas e imagens veiculadas incessantemente por programas de televisão sensacionalistas e a escassez, em outros tempos um forte elemento a favor das revoluções sociais, hoje parece estar mais inclinada ao reacionarismo.

Talvez a essência do brasileiro tenha-se tornado mais individualista e menos espontânea, cada vez mais enquadrada no “reino do cálculo e da competitividade”, amparado por um discurso único do mundo no qual as formas de relações econômicas implacáveis não aceitam discussão e exigem obediência imediata, como nos ensina Milton Santos15. Assim, a competitividade como norma acaba justificando os “individualismos arrebatadores e possessivos” na vida econômica, na ordem política, na ordem do território e na ordem social e individual. É o “dinheiro em estado puro”, explica o autor, em que dinheiro e consumo são tidos como reguladores da vida individual, cujo “objetivo é a necessidade, real ou imaginada, de buscar mais dinheiro”16.

Desde o último quartel do século XX, já há toda uma geração criada na frente da televisão, submetida a milhares de peças publicitárias por ano e seduzida pela expansão em grande escala da variedade de bens de consumo. Uma geração inteira receptora de enlatados estadunidenses em volume absurdo, na tevê, no cinema, nas rádios e nas antigas videolocadoras, fortalecendo o chamado american way of life na mente de grande parte da juventude brasileira de então. Uma geração inteira induzida ao convencimento da grandiosidade do papel dos Estados Unidos no mundo. Uma geração inteira com alto grau de despolitização, cujos ideais revolucionários pretéritos deixaram de ser atraentes.

Esses valores forjaram (e continuam forjando) a estrutura emocional, psíquica e cultural de parcela considerável das classes altas e médias das grandes e médias cidades brasileiras, frequentadoras assíduas da Disneylândia (desde criancinha) e dos inúmeros voos semanais para Miami e outros lugares dos Estados Unidos e da Europa. O pior é que esse fenômeno está gerando capilaridade entre as camadas mais pobres e se propaga pelo celular, na velocidade e ferocidade da internet e das redes sociais.

Por uma reforma agrária nos marcos do século XXI

É escancarada a rejeição dos agentes do agronegócio a Lula e ao PT. No primeiro turno, o candidato à reeleição venceu em 77 dos 100 municípios mais ricos do agronegócio, que juntos equivalem a 5,3 milhões de votos e concentram 34,3% do Valor Bruto da Produção Agrícola (VBP) nacional em 2021, índice medido pelo IBGE. A votação de Bolsonaro chegou a 74,84% em Canarana (MT), contra 21,80% de Lula. Em 22 municípios, o candidato do Partido Liberal (PL) recebeu mais de dois terços dos votos. Dos dez primeiros, sete são do Mato Grosso (Sorriso, Sapezal, Campo Novo dos Parecis, Diamantino, Nova Ubiratã, Nova Mutum e Querência), dois, da Bahia (São Desidério e Formosa do Rio Preto) e um, de Goiás (Rio Verde)17.

Segundo José Carlos Hausknecht, sócio-diretor da consultoria MB Agro, o forte apoio do setor já era esperado, “principalmente dos produtores, o que envolve as famílias e influencia nas cidades também”. Ele explica que os produtores “se sentem perseguidos, ameaçados com invasões do MST e atacados como responsáveis pelo desmatamento, pelo latifúndio improdutivo e pelo uso de defensivos”, e ao mesmo tempo nutrem o reconhecimento de um setor “que dá sustentação à economia e contribui com a balança comercial”18.

Seria muito ingenuidade imaginar que juntamente com esse fluxo produtivo e comercial, sobretudo em tempos muito favoráveis do ponto de vista cambial, não emergiria uma classe política potente e influente, que foi sendo construída gradativamente desde que a expansão da fronteira agrícola chegou aos confins do Centro-Oeste e à franja meridional da Amazônia, a partir da década de 1970. Como bem explicou o antropólogo Caio Pompeu, o agro não é pop, é político, e a partir do processo desencadeado para estabelecer o golpe contra a presidente Dilma Rousseff, em 2016, “nucleações dominantes do campo do agronegócio alcançaram protagonismo na agenda do Estado brasileiro” e o PT era considerado pelos líderes do agronegócio “como seu principal inimigo político”19.

Para além da questão política, sabemos que o agro não tem nada de pop, pois se trata de uma atividade com várias contradições e conflitos agudos nos temas que envolvem as questões agrária (condições de vida do trabalhador do campo e concentração fundiária), agrícola (latifúndio improdutivo), ambiental (desmatamento e outras práticas predatórias), indígena (violência e desrespeito para com as populações ancestrais) e trabalhista (trabalho escravo). E, nessa pauta, um dos elementos mais sensíveis diz respeito à reforma agrária — conceito temido pelas classes dominantes desde meados dos anos 1950, quando do advento das Ligas Camponeses no Nordeste.

Muitos autores advogam a tese de que o anúncio das Reformas de Base durante o governo João Goulart (1961-64) – da qual a reforma agrária era um dos pilares — foi a gota d’água para a deflagração do golpe militar de 1964, em um contexto caracterizado pela Guerra Fria. Do ponto de vista estrutural, o poder no Brasil guarda íntima correlação com a propriedade da terra, e uma mudança radical implicaria na eliminação do latifúndio e da especulação fundiária (a terra como reserva de valor).

Mas a temática da reforma agrária, a meu ver, precisa estar mais relacionada à realidade brasileira do século XXI, e não da segunda metade do século anterior. O país foi submetido a um enorme processo de urbanização, acompanhado de alterações demográficas igualmente substanciais, e grande parte dos problemas sociais também se deslocou para as cidades – déficit habitacional, ausência de saneamento básico, serviços insuficientes de saúde e educação, precariedade do transporte público, desemprego, etc.

Entretanto, não se trata de uma bandeira ultrapassada, pois a própria Constituição Federal prevê a desapropriação de terras que não cumprem a sua função social para serem destinadas à reforma agrária. Mas fica aqui a reflexão: será que o instrumento da reforma agrária seria eficaz, no momento atual, para resolver os problemas estruturais brasileiros? Por isso a necessidade de repensar o modelo de reforma agrária para o Brasil de hoje, sem deixar de criticar o que deve ser criticado. Afinal, como disse Eduardo Galeano, “a soberania começa pela boca” e, para quem dispõe de um mínimo de humanismo, é um absurdo ter fome no país aclamado como o “celeiro do mundo”.

É possível superar o ódio e a barbárie?

Agora caiu a máscara. Sem metáforas. Sem cortes. Sem o mito da tão propalada “democracia racial”. Ficou explícita a aversão que as forças conservadoras e reacionárias replicam em torno da figura do negro, indígena, pardo, favelado e suburbano, tida como de segunda categoria que atravanca o progresso do país — e, mais ainda, breca o desejo latente da “europeização” da sociedade brasileira. Sempre foi assim, é verdade, mas, nos marcos civilizatórios do atual contexto do mundo, deveria ser algo inadmissível. Uma “ralé eternizada”, na visão do sociólogo Jessé Souza, colocada como o “nosso maior conflito social”20. Um processo gradativo, perverso e crescente de naturalização da desigualdade social no Brasil e de tentativa de criminalização de qualquer tipo de movimento e/ou organização social daqueles que estão na base inferior da sociedade brasileira.

E, convenhamos, o núcleo duro do bolsonarismo está cheio de gente que pensa assim. São contra o fato de que o Brasil é um país mestiço e muito diverso em todos os aspectos. São contra a ideia de que empregadas domésticas devem ter salário digno e direitos trabalhistas. São contra a ideia de que pobres devem ter acesso às universidades públicas pelo sistema de cotas. Nunca aceitaram e não aceitam a ideia de um nordestino, metalúrgico e sindicalista ter sido presidente da República em duas ocasiões – e agora pela terceira vez.

Obviamente que o Brasil é muito mais complexo e diverso do que esse panorama e muitos aspectos colocados ao longo do texto são de conhecimento das forças progressistas. Entretanto, alguns elementos merecem uma compreensão mais profunda, muitos não foram sequer mencionados (o crescimento da extrema-direita em várias partes do mundo, por exemplo) e com outros ainda não sabemos ao certo como lidar, seja no plano intelectual, seja no plano político. Apesar de tudo, o Bolsonaristão foi derrotado e a esquerda está viva.


Referências citadas:

1. RAMOS, Pedro. Maioria rejeita uso de armas, afirma pesquisa Genial/Quaest,in jornal O Estado de S. Paulo, Política/A9, 1º set. 2022.

2. Os dados, publicados pelo jornal O Estado de S. Paulo (Metrópole/A15, 06 out. 2022), são dos Serviços de Fiscalização de Produtos Controlados (SFPC).

3. CRUZ, Christian Carvalho. Mais uma para ficar na história, in jornal O Estado de S. Paulo, Aliás/J4, 12 fev. 2012.

4. D’ARAUJO, Maria Celina. Demissão anunciada, in jornal O Estado de S. Paulo, Aliás/J3, 07 ago. 2011.

5. GREENHALGH, Laura e MARSIGLIA, Ivan. Brios e vacilos nas fileiras, in jornal O Estado de S. Paulo, Aliás/J4, 14 fev. 2010.

6. SABÓIA, Napoleão. Estudiosa francesa analisa a fé dos brasileiros, in jornal O Estado de S. Paulo, Caderno2/D7, 08 jun. 2003.

7. KARNAL, Leandro. Rebanho não tão uniforme, in jornal O Estado de S. Paulo, Aliás/E3, 07 set. 2014.

8. WETERMAN, Daniel. Campeões de voto reforçam bancada evangélica no Congresso,in jornal O Estado de S. Paulo, Política/A21, 08 out. 2022.

9. GREENHALGH, Laura. Oceano processual, in jornal O Estado de S. Paulo, Aliás/J4, 15 maio 2011.

10. VALLE, Vinicius do. Violência política toma conta de igrejas, in jornal O Estado de S. Paulo, Política/A11, 20 out. 2022.

11. TAVARES, Flávia e MARSIGLIA, Ivan. Por trás da máscara, in jornal O Estado de S. Paulo, Aliás/J4, 19 out. 2008.

12. AMORIM, Daniela e NEDER, Vinicius. Renda do brasileiro tem queda recorde, in jornal O Estado de S. Paulo, Economia&Negócios/B1, 11 jun. 2022.

13. KARNAL, Leandro. Compro e vivo, in jornal O Estado de S. Paulo, Cultura&Comportamento/C12, 09 out. 2022.

14-16. SANTOS, Milton. Por uma outra globalização: do discurso único à consciência universal. Rio de Janeiro: Record, 2001, p.49 e p.56.

17-18. DUARTE, Isadora. Bolsonaro domina votação em 77 dos 100 municípios mais ricos do agronegócio, in jornal O Estado de S. Paulo, Política/A10, 12 out. 2022.

19. POMPEIA, Caio. Formação política do agronegócio. São Paulo: Elefante, 2021, p.299.

20. SOUZA, Jessé. A ralé eternizada, in jornal O Estado de S. Paulo, Aliás/J4, 06 jul. 2008.

[Fonte: http://www.outraspalavras.net]

Depois dos quadros de Van Gogh e de Monet, a obra «Rapariga com brinco de pérola», um dos retratos mais célebres do pintor neerlandês Johannes Vermeer foi esta tarde alvo de ataque, no museu Mauritshuis, em Haia. Três pessoas foram detidas.

Em mais uma ação de desobediência civil com um museu por cenário, um ativista pertencente à coligação ambientalista Just Stop Oil entrou esta quinta-feira no Mauritshuis, em Haia, nos Países Baixos, e tentou colar a sua cabeça ao quadro «Rapariga com brinco de pérola», um dos retratos de Johannes Vermeer, noticia o jornal dos Países Baixos AD.

Quase em simultâneo, outro ativista da organização antipetróleo atirou sopa de tomate contra o quadro e contra o seu parceiro de protesto, encenando uma demonstração semelhante levada a cabo pela Just Stop Oil dia 14 de outubro na National Galery, em Londres. Aí, duas jovens de 20 e 21 anos arremessaram sopa de tomate contra os «Girassóis» de Vincent Van Gogh.

Num vídeo publicado no Twitter, ouve-se o ativista a questionar as pessoas presentes no museu: “Como é que se sentem quando veem algo belo e insubstituível a ser destruído à frente dos vossos olhos? Sentem-se indignados? Ainda bem. Porque é que não se sentem assim quando veem o planeta a ser destruído?”

Uma fonte do Mauritshuis assegurou que o quadro, que estava protegido por um vidro, não sofreu danos: “O estado do quadro foi examinado pelos nossos restauradores. Felizmente, a obra-prima não foi danificada”.

Juntando-se ainda ao coro de vozes que têm criticado este tipo de ativismo, cada vez mais comum – para além de Vermeer e Van Gogh também uma obra de Monet foi atacada no domingo passado -, a mesma fonte disse que “a arte está indefesa e que a tentar danificar para qualquer fim é algo que o Mauritshuis rejeita veementemente”.

Segundo fontes da polícia local, três pessoas foram detidas na sequência do acidente, todas com nacionalidade belga, não sendo possível ainda determinar qual é a acusação que irão enfrentar. Terão entre 42 e 45 anos e um deles, Wouter Mouton, já foi detido em várias ocasiões no passado, devido ao seu ativismo ambiental.

Ouvidas pelo Expresso na passada terça-feira, várias personalidades dos sectores da arte e do ambientalismo mostraram-se descontentes face aos métodos utilizados pela Just Stop Oil.

Helena Mendes Pereira, curadora de arte e especialista em práticas artísticas e culturais contemporâneas, defende que o “vandalismo não pode ter lugar no ativismo”. Se os ativistas “querem alertar para a destruição do planeta, não me parece que atacar o que mais bonito o ser humano fez seja eficaz”, defende a diretora da Bienal de Cerveira e da Zet Galery, acrescentando que “acaba por ser um tiro no pé, mesmo que a intenção seja benigna”.

Já Francisco Ferreira, presidente da associação ambientalista Zero, aponta que, nestas ações, “não se percebe o contexto e a mensagem pode não passar”. Embora reconheça que o objetivo dos protestos passe por gerar atenção mediática, ações deste género criam adversidade” e “podem fazer com que haja alguma desmobilização”, quando “é preciso trazer as pessoas para a causa, em vez de as afastar”.

Citada pelo jornal AD, um porta-voz da Just Stop Oil, sediada no Reino Unido, informou que a coligação ambiental não foi diretamente responsável pelo protesto, mas “no entanto, nós apoiamos esta ação ». Por que? “Porque se não acabarmos com a nossa dependência dos combustíveis fósseis, em breve não restará ninguém na Terra para desfrutar da arte. É esse o nosso ponto.”

 

Texto de José Gonçalves Neves, editado por Mafalda Ganhão

 

[Foto: Phil Nijhuis/Epa – fonte: http://www.expresso.pt]

Apoyo para combatir la deforestación en la Amazonía se suspendió tras la llegada de Jair Bolsonaro al poder, pero se reactivaría en 2023 con la victoria de Lula da Silva.

Tras la victoria electoral de Lula da Silva en Brasil, el Gobierno de Noruega anunció su interés de reactivar el apoyo financiero a este país para combatir la deforestación en la Amazonía.

Dicho apoyo, que ofrecen como parte del Fondo Amazonía, fue suspendido a Brasil en 2019, tras el aumento de la deforestación y los cambios impulsados por el presidente ultraderechista Jair Bolsonaro.

Aunque formalmente el fondo se reactivaría en 2023, el Gobierno noruego prevé desde ahora enviar un negociador o un equipo para discutir el restablecimiento de la cooperación.

Lula y la Amazonía

La decisión de Noruega de reactivar su ayuda económica a Brasil para combatir la deforestación en la Amazonía se debe al interés que han visto en Lula de atender el problema.

“Hemos visto que, durante la campaña electoral puso el acento en la preservación de la selva amazónica y de las poblaciones indígenas de la Amazonía”, explicó el ministro noruego del Medio Ambiente, Espen Barth Eide.

Barth también recordó que con Brasil han tenido una relación históricamente positiva, hasta antes de la llegada de Bolsonaro, bajo cuya presidencia la deforestación se aceleró en un 70 %.

“Tuvimos una muy buena y estrecha colaboración con el Gobierno antes de Bolsonaro, y la deforestación en Brasil disminuyó mucho bajo la presidencia de Lula”, añadió el ministro noruego.

En efecto, Lula ya gobernó antes en Brasil durante dos periodos: del 2003 al 2006 y del 2007 al 2010. Su victoria el domingo 30 de octubre le asegura su tercer mandato presidencial.

Sobre el apoyo económico

El Fondo Amazonía o Fondo de Conservación de la Selva Amazónica es considerado uno de los principales instrumentos —si no el principal— contra la deforestación en la Amazonía.

Noruega, junto a Alemania en segundo lugar, es el mayor contribuyente a este fondo para prevenir, monitorear y combatir la deforestación. Solo entre 2008 y 2018, donó 1.200 millones de dólares a la iniciativa.

Según el ministro, 5.000 millones de coronas noruegas (unos 482 millones de dólares) están a la espera de ser utilizadas en el fondo de preservación de la selva amazónica.

« Es dinero que puede ser utilizado rápidamente, y que está disponible para financiar proyectos concretos. Pero del otro lado tiene que haber un gobierno que apoye », acotó Barth Eide.

[Fuente: http://www.servindi.org]

Taschen publica «Homes for Our Time 2», un compendio dos novos enfoques na construción de vivendas, que en moitos casos sacrifican a estética tradicional en favor da diversidade, o uso de materiais reciclados e a eficiencia enerxética.

Vivenda Daita2019, en Tokio (Xapón), de Suzuko Yamada.

Escrito por JAVIER ARMESTO

A historia da arquitectura moderna escribiuse principalmente desde unha perspectiva occidental e masculina, pero iso rematouse co século XX. Xa non hai un estilo predominante _é probable que nunca o volva haber_ e sen dúbida non hai iso que pomposamente denominábase «tradición e modernidade». Os novos exemplos de vivendas móvense entre o modesto e o extravagante, incluso o que aquí poderiamos denominar «feísmo» se só nos fixamos na pel exterior do edificio; pero os seus autores tratan de responder a unha revolución: ¿que papel desempeñan os fogares ante as ameazas ás que se enfronta o noso mundo? ¿Como poden impulsar a innovación?

A editorial Taschen editou Homes for Our Time 2 (Fogares do noso tempo 2), segundo volume dunha obra na que Philip Jodidio analiza a arquitectura diversa e sostible do futuro, con descricións precisas, planos e fotografías cedidos polos estudos. Nas súas 464 páxinas hai máis de 60 edificios construídos en Vietnam, Sudáfrica, India ou China , entre outros países, proxectados por homes, mulleres e colectivos que marcan o final desa era na historia da arquitectura.

Un bo exemplo é a vivenda que ilustra este artigo, asinada por Suzuko Yamada, quen lembra unha experiencia nun bosque de Ruanda onde un grupo de gorilas parecían sentirse como en casa a pesar de non ter paredes nin un teito baixo o que acubillarse. «Tiven pensado se sería posible unha casa como esta en unha zona residencial de Tokio, onde a vida estivese suavemente rodeada por capas de aramado e obxectos que creasen unha variedade de profundidades, e onde a luz solar e as miradas dos transeúntes que pasan pola rúa mantivésense a distancia». Neste proxecto non hai paredes entre a casa e o xardín, senón elementos de aceiro, vigas e postes dun só tubo e riostras. A vivenda, cuxo interior é de madeira, expúxose para poder cambiar a súa forma con facilidade. A web especializada dezeen.com concedeulle o premio á Mellor Casa Urbana do ano 2020.

En The Parchment Works, en Northamptonshire (Reino Unido), Will Gamble traballou nunha casa victoriana con dobre fachada considerada un edificio histórico de grao 2. Preto atópanse as ruínas unha antiga fábrica de pergamiños e o cliente quería demolelas para ampliar a vivenda. O arquitecto propúxolle inserir dous volumes lixeiros entre os muros de ladrillo existentes (utilizou aceiro Corten, ladrillos recuperados e madeira de carballo), e tamén remodelou un cortello para deixar á vista os seus elementos estruturais e muros de pedra, engadíndolle un basamento de formigón. Gamble demostrou así que os vestixios do pasado son perfectamente compatibles cunha construción moderna.

Un proxecto similar é a casa en Campo de Ourique (Lisboa), dos irmáns Aires Mateus, que revelan a súa capacidade para intervir nun espazo industrial e facelo lixeiro, espazoso e contemporáneo, mantendo elementos preexistentes como unha cheminea de ladrillo.

Cun orzamento de só 40.000 dólares, o arquitecto local Palinda Kannangara construíu a Frame Holiday Structure en Imaduwa (Sri Lanka). Unha casa feita con andamiaje de aceiro, ladrillo visto e chans de madeira, que se edificou en só catro meses para un batería de jazz e música étnica. Dado que a parcela está exposta a frecuentes inundacións, a solución foi elevar a estrutura sobre estadas. Hai tres plataformas principais, unha zona para comer e de despensa e dúas ás de dormitorios, todo conectado por pasarelas lixeiras. O mobiliario se fabricou con materiais recuperados ou restos achados no lugar.

Ensamble Studio, liderado polo madrileño Antón García-Abril, é coñecido en Galicia polas pétreas Escola de Altos Estudos Musicais de Compostela e a sede da SGAE en Santiago, ademais do seu proxecto experimental A Trufa, na Costa da Morte. En Menorca executou un dos traballos máis espectaculares dos recolleitos en Homes for Our Time 2, a casa Ca´n Terra, construída no que queda dunha canteira. Nestes ocos tallados pola extracción de bloques de pedra abríronse tragaluces para dotalos de iluminación natural e creáronse algúns espazos con cemento e roca autóctona pulverizada, engadindo paneis solares, unha fosa séptica e unha cisterna de auga. O resultado, explica García-Abril, é unha «casa da terra: ao principio era só iso, terra, que se extraía cunha lóxica industrial; unha vez baleirada, abandonouse e se redescubrió cen anos despois para ser transformada en arquitectura».

Outras vivendas singulares son Hourglass Corral, en Milos (illas Cícladas, Grecia), de Deca Architecture, que se basea nos diagramas do matemático ucraíno Georgui Voronói (1868-1908) para debuxar sobre a paisaxe rural unha retícula xeométrica de celas, cada unha das cales se corresponde a un uso definido (contan con lucernarios practicables); ou 150 Steps Up to the Sexa, de Gurjit Matharoo, en Gujarat (a India), deseñada de acordo coas regras da construción india tradicional vastu shastra, e que conecta os seus cinco niveles cun paseo graduado de 150 banzos que remiten ao famoso cadro de Escher ou mesmo aos interiores da prisión do xogo da lura.

Casa Fortunata, de Luciano Lerner Basso, no Brasil, adáptase á natureza circundante: foi construída ao redor dunha árbore dunha especie en perigo de extinción e aséntase sobre pilotes para non perturbar o chan forestal; e a Loom House de Miller Hull, erixida preto de Seattle, foi cualificada como «a renovación do fogar máis ambiciosa do mundo desde o punto de vista ambiental», debido ao seu uso de materiais reciclados e eficiencia enerxética.

No libro, que conta cun amplo prólogo de Philip Jodidio e é unha edición plurilingüe (en español, inglés e italiano), figura tamén o estudo formado polo italiano Fabrizzio Barozzi e o galego Alberto Veiga, que participan con dous proxectos de remodelación de apartamentos en Barcelona. Emprendidos xunto ás súas respectivas parellas, Cecilia Rueda e María Díaz, o uso de tabiques móbiles, paletas de materiais gris claro e cubertas de espello que realzan as perspectivas, xunto ao chan de microcemento, conforman uns espazos flexibles, limpos e precisos.

 

[Imaxex: TASCHEN – fonte: http://www.lavozdegalicia.e]

Un informe de la ONU expone las dificultades que tienen indígenas para ejercer sus creencias religiosas y proteger la naturaleza por ser vulnerables a las crisis ambientales.

Mujeres de nacionalidad waorani posan para un retrato durante el Encuentro de Mujeres Indígenas Voz, Cuerpo y Territorio. Puyo, Ecuador, el 16 de marzo de 2022. Foto: ONU Mujeres Ecuador/Johis Alarcón

La discriminación, violencia y hostilidad que han sufrido los pueblos indígenas históricamente y la que sufren actualmente amenaza su supervivencia espiritual, cultural e incluso física.

Así concluye un informe histórico de Naciones Unidas (ONU) presentado a la Asamblea General por la relatora especial sobre la libertad de religión o de creencias, Nazila Ghanea.

El documento señala las dificultades que los indígenas tienen para ejercer sus creencias religiosas, así como la paradoja de que, siendo custodios de la naturaleza, sean de los más vulnerables a las crisis medioambientales.

En el primer caso, abordando la “espiritualidad indígena” como una “forma de vida”, se documentan las experiencias de los titulares de derechos afectados.

Así, se indica que los Estados no solo restringen a los pueblos indígenas sus creencias sagradas, sus lenguas y la transmisión de sus conocimientos tradicionales.

Sino que, además, los indígenas encuentran desafíos para ejercer su libertad de religión o creencia debido a su asimilación, al desplazamiento forzado, la violencia contra defensores y la destrucción de lugares sagrados.

Sarawak Biodiversity Centre

“Dada su inextricable relación entre la tierra y lo sagrado, muchos pueblos indígenas creen que restringir el acceso y el uso de los territorios ancestrales equivale a prohibir las experiencias espirituales », señala el informe.

Sobre el segundo aspecto, se resalta que, aunque muchos pueblos están en una posición única como custodios tradicionales de la naturaleza, son vulnerables a las crisis medioambientales de manera desproporcionada.

Finalmente, el informe ofrece recomendaciones prácticas a los Estados y otros actores claves para proteger mejor el derecho a la libertad de religión o de creencias de los pueblos indígenas.

Cabe indicar que este informe se ha guiado por la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas.

Así como por amplias consultas con titulares de derechos de todo el mundo para desarrollar « un marco para un intercambio productivo y sostenido ».

Además, si bien el documento fue presentado por la relatora especial sobre la libertad de religión o de creencias, Nazila Ghanea, este fue redactado por su antecesor Ahmeh Shaheed.

 

[Fuente: http://www.servindi.org]

Una nueva carretera abre oportunidades de negocio en América Latina, pero trae más amenazas a pueblos indígenas, bosques y animales de un bioma casi desconocido

Un ganadero recorre un tramo casi terminado del Corredor Bioceánico, un proyecto que busca mejorar la conectividad a través del Gran Chaco paraguayo.

Escrito por Santi Carneri 

Vuelan cuervos al atardecer, el coche abandona el asfalto y circula por un camino de tierra seca que cruzan pequeños lagartos y zorros. En los costados hay charcos de lluvia y matorrales, también cactus de cinco metros de alto y árboles jóvenes que ocultan una valla de alambre y madera de una estancia ganadera tan grande que es imposible verla completa:

“Toda esta zona se deforestó ”, dice Tagüide Picanerai, un líder del pueblo indígena ayoreo, mientras conduce hacia su comunidad, Chaidí, que significa « refugio » en su idioma materno. « Acá se ve que están tirando abajo los pequeños bosques que quedaban. Sabemos que esto mata la biodiversidad y, lentamente, el mundo ayoreo ».

Chaidí es una aldea de casas de madera rodeadas de bosque, una de las zonas más vírgenes del Gran Chaco, el segundo bosque más extenso de América del Sur después de la Amazonía y que conecta con el Pantanal brasileño, el mayor humedal del mundo.

Una casa de la comunidad ayoreo de Chaidí, en el Alto Paraguay, a unos 700 kilómetros de Asunción. Varios habitantes de la comunidad viven en aislamiento voluntario en el bosque.

Picanerai es nativo de este inmenso pero desconocido bioma, en parte árido y en parte húmedo que, con 1,1 millón de km2, ocupa la mitad de Paraguay, un tercio de Bolivia, un buen pedazo de Argentina y un poquito de Brasil. Es un territorio el doble de grande que Francia.

Los ayoreo son el único pueblo que vive en aislamiento voluntario en América, fuera de la cuenca amazónica. Su derecho a la autodeterminación está consagrado por la legislación interamericana, pero son uno de los pueblos más amenazados y afectados por la deforestación, impulsada por la ganadería y la agricultura a gran escala.

El Gran Chaco está en plena transformación y, muy pronto, un nuevo proyecto vial podría cambiarlo drásticamente.

El Corredor Vial Bioceánico

Pocos saben de la enorme riqueza cultural y natural de esta tierra, pero menos saben del proyecto que Paraguay está llevando a cabo aquí: una obra insólita conocida como el “Corredor Vial Bioceánico”, que tendrá 544 kilómetros de asfalto y un nuevo puente entre Brasil y Paraguay para facilitar el tránsito rodado de un lado al otro del continente. El sueño de Colón, llegar a Asia.

Y también el sueño de los productores de soja de Brasil y los ganaderos de Paraguay de alcanzar más mercados asiáticos, atravesando el norte de Argentina y los puertos de Chile. Un tráfico hasta ahora lento, peligroso y muchas veces detenido por caminos de tierra y lodo de Paraguay.

Una máquina trabaja en el Corredor Bioceánico en el Chaco paraguayo. El proyecto es una iniciativa de cuatro países para mejorar la conectividad en toda Sudamérica,

Cuadrillas de trabajadores avanzan día tras día en la nueva carretera, y casi todo el camino desde Asunción hasta las comunidades ayoreo está en plena ebullición: camiones, tractores, bulldozers y cientos de personas recorren la vía cavando, asfaltando y pintando.

Picanerai nació hace 34 años en Campo Loro, un asentamiento fuera del bosque, construido por religiosos de la misión evangélica hoy conocida como Ethnos 360, que forzaron a sus padres a abandonar su vida nómada y sus costumbres en la década de 1970. Dice Picanerai que los misioneros llamaron así al lugar porque los hombres y mujeres, como sus padres, obligados a punta de pistola a salir del bosque, no paraban de hablar, como los loros.

Tagüide Picanerai abre la puerta del territorio de Ayoreo, situado entre los departamentos de Boquerón y Alto Paraguay, en el Chaco paraguayo.

La ausencia total de asfalto en la zona paraguaya del Gran Chaco, que hace frontera con Bolivia y Brasil, mantuvo hasta ahora el intenso comercio de materias primas por otros caminos. La enorme dificultad de atravesarlo sin conocerlo le valió el bautismo de la primera literatura colonial, y la del siglo XVIII en adelante, como “infierno verde” o “desierto”, “hostil”, “seco”, “árido”. Pero lo cierto es que no es así.

Puede que sea un bosque impenetrable para un forastero, pero no para los cientos de miles de personas que han vivido aquí desde antes de la llegada de los españoles.

El Gran Chaco: ‘Un ecosistema peculiar’

El Gran Chaco es un bosque de palmeras, jaguares, cactus, espinas y osos hormigueros; de caimanes (jacarés) y pumas y maderas preciosas como el palo santo. Un bosque continuo, de caminos polvorientos y pantanosos, dividido por fronteras políticas que no existen para la naturaleza y en cuatro ecorregiones que, sí, incluyen climas áridos, pero también bosques, humedales, estepas, ríos y lagunas, a veces secas.

mapa que muestra la ubicación del Gran Chaco en Sudamérica

Es un bosque de importancia vital para los pueblos indígenas que lo habitan y, como la Amazonía, para la fauna y la flora del mundo entero, cuenta a Diálogo Chino Andrea Weiler, bióloga y profesora de la Universidad Nacional de Asunción, en Paraguay.

“Es un ecosistema tan peculiar, tan único y tan extremo en su biodiversidad que está maravillosamente adaptada a condiciones extremas”, destaca esta investigadora especializada en el monitoreo de la fauna del Chaco, como los jaguares (yaguareté en guaraní, que significa “perro auténtico”) o los pumas.

El valor ecológico del Gran Chaco incluye 3400 especies de plantas, 500 especies de aves, 150 mamíferos, 120 reptiles y 100 anfibios. Muchos amenazados, como el jaguar, el pecarí de barba blanca, el oso hormiguero o el tapir.

Es un ecosistema tan peculiar, tan único y tan extremo en su biodiversidad que está maravillosamente adaptada a condiciones extremas

“Al meter todas estas nuevas rutas habilitan zonas de tránsito mucho más intensivo y ese tránsito va a traer más fragmentación del bosque y más población; a medida que haya más asentamientos urbanos habrá más conflicto”, explica Weiler.

La reducción del bosque y de las presas de los grandes felinos los atrae hacia las vacas. Weiler alertó que los ganaderos pagan a sus empleados entre 100 y 200 dólares por cada puma que cazan, y el doble si es un jaguar, actividades penadas con 5 años de cárcel. Lo mismo o más que un salario mensual medio en la zona.

Ni un desierto ni un idilio

El Gran Chaco no es un idilio ambiental, ni tampoco una tierra habitada solo por indígenas. En el lado argentino hay plantaciones de soja y algodón transgénico desde hace dos décadas. En la parte brasileña, unos pocos estancieros son dueños de la mayoría del ecosistema. Y tanto del lado boliviano como paraguayo miles de colonos menonitas de origen ruso, alemán, canadiense y mexicano se han asentado, generado industrias de extracción de madera, ganadería, leche, soja y algodón. También hay misioneros.

Dos guerras han atravesado este territorio en menos de 200 años. Primero la de la Triple Alianza (1864-1870), en que Brasil y Argentina destruyeron, ocuparon y recortaron Paraguay, —después, para hacer frente a las exigencias de los vencedores, Paraguay vendió las tierras “estatales” del Chaco en la bolsa internacional, privatizando bosques que eran territorio ancestral indígena—. Más tarde, la guerra entre Paraguay y Bolivia de 1932 y 1935, que fue, en concreto, por el territorio chaqueño y dejó 60.000 bolivianos y 30.000 paraguayos muertos.

Y a los pueblos indígenas de la región asediados, reclutados o encarcelados, viendo cómo sus tierras seguían repartiéndose sin su consentimiento.

Hoy, Picanerai es uno de los principales actores políticos indígenas del Chaco. Habla ayoreo, español y se defiende en guaraní y portugués. Sobre su ancha espalda carga la responsabilidad de negociar con el Estado paraguayo acciones para prevenir la destrucción de las tierras comunales y los bosques donde viven sus familiares.

Trabajadores en el Corredor Bioceánico de Paraguay. El proyecto supondrá la colocación de unos 544 km de asfalto, atravesando regiones que hasta ahora solo tenían caminos de tierra.

Cada quince días, va y viene conduciendo un coche por los más de 500 kilómetros que separan su comunidad de Asunción, la capital de Paraguay, también conocida como “Puerta al Chaco” por ser la mayor capital cercana a este ecosistema. Antes, en 2015, cuando hice el primer viaje con él, llevaba unas diez horas, ahora que la mayoría es asfalto se hace en seis.

Si él y otros líderes no mantienen la presencia y presión en los tres poderes del Estado, sus tierras corren aún más peligro. Tala ilegal, cazadores furtivos, narcotráfico, misioneros y funcionarios públicos corruptos son algunas de sus principales amenazas.

“Lo que antes eran huellas de yaguareté ahora son marcas de las topadoras. Nuestros hermanos solo quieren que salvemos el bosque”, dice en idioma ayoreo Porai Picanerai, padre de Tagüide, mientras talla un tortuga hecha de madera de palosanto en su casa en Chaidi.

Ingoi Etacori, un residente ayoreo en Chaidí, posa con un loro. Salió del aislamiento en el bosque en 2004, cuando los ganaderos abrieron una nueva carretera cerca de su antiguo hogar,

Desde 2004, año del último contacto, ningún ayoreo ha vuelto a salir del bosque, pero en los 30 años anteriores unos 7.000 de ellos fueron forzados a abandonarlo. En la mayoría de los casos, obligados por la organización evangélica estadounidense Ethnos 360, que provocaron enfrentamientos y muertos, según relatos de los Picanerai y de la ONG inglesa Survival.

El nuevo corredor bioceánico atraviesa algunas de las comunidades ayoreo fuera del bosque, como las de Carmelo Peralta, ubicadas a orillas del río Paraguay, justo por donde pasa el puente que unirá Brasil y Paraguay. Solo el puente ha costado al gobierno paraguayo 103 millones de dólares y se suma a los 445 millones de dólares de asfalto y hormigón de la nueva carretera.

El orgullo paraguayo y el Chaco menonita

“Este puente y esta ruta bioceánica van a permitir a Paraguay ser un aliado estratégico para la producción competitiva, en la región y en el mundo”. Eso dijo en diciembre de 2021, el presidente paraguayo Mario Abdo Benítez, de Carmelo Peralta, anunciando el comienzo de las obras del puente.

Desde ahí, el nuevo asfalto traza una línea recta para conectar el estado brasileño de Mato Grosso con la provincia argentina de Salta. El ministro de Obras Públicas de Paraguay, Arnoldo Wiens, dijo a Diálogo Chino que la ruta será muy útil y podría traer más recursos a su país: “Solamente el estado de Mato Grosso produce cuatro veces más granos que toda la República de Paraguay. Si un cuarto de esa producción usa este corredor, ya supone el mismo volumen que Paraguay”.

Una mujer desembarca del Aquidabán, un barco de pasajeros que recorre el río Paraguay y conecta el Chaco y el Pantanal con Asunción. El Corredor Bioceánico pretende mejorar las conexiones en la región.

La nueva carretera lleva asfalto al departamento de Alto Paraguay, una región que nunca tuvo caminos permanentes hasta que comenzaron las obras viales en 2019.

Un informe de la ONG Earthsight mostró en 2020 como empresas ganaderas brasileñas estaban deforestando ilegalmente porciones de la Reserva Patrimonio Natural Cultural Ayoreo Totobiegosode. Earthsight señala en su investigación que el cuero procedente de la zona se ha utilizado por empresas europeas como BMW, producido por la Cooperativa Chortitzer, una gran empresa ganadera propiedad de la comunidad menonita de Loma Plata, donde termina la primera etapa del Corredor Bioceánico.

Vacas en una granja y escuela de la comunidad menonita cerca de Loma Plata. Sesenta y ocho vacas proporcionan 1.600 litros de leche al día, mientras que hay más de 800 reses dedicadas a la producción de carne.

Loma Plata es, junto a otras dos urbes menonitas, Filadelfia y Neuland, el corazón del Chaco paraguayo, que paradójicamente es mayoritariamente menonita, que han levantado un imperio ganadero y lácteo. Comunidades más o menos ortodoxas de este pueblo europeo errante, que huyó de Rusia y Alemania, se distribuyen por toda América desde los años 1930, casi sin mezclarse con la población local.

Berthold Penner tiene 32 años, nacionalidad alemana y paraguaya. Sus abuelos paternos nacieron en el Chaco, como él, pero su abuela materna llegó desde Alemania huyendo de la II Guerra Mundial. Él creció en una granja de la cooperativa.

Berthold Penner es de ascendencia alemana y paraguaya y enseña gestión agrícola en una zona menonita del Chaco. Dice que el Corredor Bioceánico « nos acerca a nuestros vecinos ».

Berthold estudió administración agropecuaria y hoy enseña en la misma zona a decenas de alumnos paraguayos y menonitas cómo hacer que las 68 vacas de la escuela den más y mejor leche (alcanzando los 1600 litros por día). También cómo conseguir que las 880 reses dedicadas a producción de carne no se estresen y sean tiernas, o cómo alimentarlas de forma equilibrada e, incluso, cómo ayudarlas a procrear. Relata con entusiasmo los detalles de su oficio mientras uno de los alumnos maneja un flamante tractor que reparte comida a los animales. Berthold se apoya en la valla de alambre y opina sobre el corredor bioceánico:

“La agricultura va a aumentar y toda la producción se va a poder sacar en tiempo y forma”, dice Berthold. « La bioceánica acerca a nuestros vecinos. Son 232 kilómetros menos de camino de tierra donde una lluvia te dejaba parado en el camino. Reduce el riesgo y aumenta la rapidez y seguridad de que el producto llegue a su destino ».

Los efectos de la nueva ruta bioceánica se sienten también en las carreteras aledañas, como la Trans-Chaco, la que atraviesa Paraguay de norte a sur y conecta Asunción con Santa Cruz, Bolivia, dos ciudades parecidas porque están unidas por el Chaco, pese a la distancia geográfica que las separa. El gobierno paraguayo está ampliando esta carretera de dos a cuatro carriles y arreglándola en zonas que antes parecían más la superficie lunar.

El Gran Chaco, una tierra de extremos

Pero este desarrollo no parece acompañar a las comunidades indígenas con el mismo ímpetu que a los demás habitantes del Chaco. A 15 kilómetros de Loma Plata está El Estribo, una comunidad con 7.000 personas, la mitad niños y niñas, del pueblo indígena enxet, también defensores del bosque, pero más urbanizados por su cercanía a las ciudades menonitas.

Benigno Rojas, uno de los líderes de la comunidad Enxet de El Estribo: « En el Chaco hay problemas cuando hay sequía, y también cuando hay inundaciones ».

Benigno Rojas tiene 79 años y más energía que los niños que juegan al piki-voley (mezcla de vóley y fútbol) frente a la escuela de la aldea.

Líder y luchador, Benigno camina decidido mientras acaricia una hoja verde de algarrobo. Me muestra los fastuosos samu’u, o palo borracho, que hay por todas partes y que florecen ofreciendo sus semillas al viento en forma de algodón blanco que cubre hojas, ramas y el suelo de tierra blanquecina.

“En el Chaco, cuando hay sequía hay problemas y cuando hay inundación, también”, relata Benigno.

Niños juegan en la comunidad indígena Enxet de El Estribo.

En el Chaco hay siempre esa dualidad extrema: ausencia total de lluvias durante más de cuatro meses, e incluso falta de agua para beber, o abundancia excesiva que convierte en pantanos los caminos, en imposible el acceso a hospitales, y a los mosquitos en el animal más presente. Pero también, máquinas arrasan 220.000 hectáreas por año de bosque del lado paraguayo y 150.000 por año del lado argentino.

La otra dualidad es la desigualdad económica y racial: a un lado las grandes estancias ganaderas de inversores paraguayos y extranjeros, así como las ciudades menonitas de inspiración alemana, con su agua corriente y electricidad aseguradas, con agricultores de grandes tractores verdes y ganaderos con cuentas y créditos bancarios. Al otro lado, las comunidades indígenas sobreviven con lo justo, casi sin apoyo estatal ni para asegurar la titulación de sus tierras y tomando agua de tajamares, como llaman a los pozos que acumulan agua de lluvia.

Benigno Rojas muestra una de las últimas reservas de agua de los tajamares, los pozos que recogen el agua de lluvia para beber cuando no hay otras fuente.

Es septiembre de 2022 y la sequía afecta al Chaco desde hace más de cinco meses. Hay incendios en los lados argentino y boliviano que envuelven el ambiente con humo. En El Estribo, la comunidad de Benigno, se está a punto de terminar el agua potable comprada al Estado.

En Brasil, el Chaco es un bioma prácticamente desconocido conectado al Pantanal. Recientemente ha recibido una atención renovada gracias a una telenovela, llamada también « Pantanal », que ha contribuido a sensibilizar sobre los problemas medioambientales del bioma, aunque nunca tanto como la Amazonía. La devastación del Chaco brasileño está directamente ligada a la devastación del Pantanal por el avance de la frontera agrícola en los últimos 40 años.

Desde Puerto Diana, en el lado paraguayo del río, se pueden ver los incendios forestales cerca de Puerto Mortinho, en Brasil, supuestamente provocados deliberadamente para despejar el terreno para la ganadería.

María Liz Paya, del pueblo indígena yshy, vive a doscientos metros del río Paraguay, justo en frente de Brasil. En la entrada paraguaya al Pantanal, pero en su casa casi nunca hay agua potable. Es cocinera y vive en Puerto Diana, entre palmeras y cactus; entre caimanes, inundaciones y, últimamente, sequías. Mientras saca agua del río con un cubo que luego tendrá que potabilizar con cloro mira el bosque arder al otro lado del río, cerca de Puerto Murtinho, en Brasil.

« Es la estancia de un ganadero brasileño. Está quemando bosque para hacer lugar a las vacas », dice Paya. “El fuego avanza cada año sobre la tierra de nuestros ancestros ¿qué futuro tendrán nuestros hijos?”

 

[Todas las imágenes son del autor – fuente: dialogochino.net]

La madrugada del domingo 16 de octubre falleció un hombre insigne de la literatura, el saber popular y la educación comunitaria: don Alfredo Mires Ortiz, cofundador de la Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca.

Sus restos serán velados en –según su voluntad– en el local de la Red de Bibliotecas Rurales, situado en la Av. Perú 416, Cajamarca, a partir de las 10:00 am.

Luego será trasladado a Chiclayo donde será velado en el velatorio “El Ángel”, en la Av. Grau, Urbanización Garzas de Villa, La Victoria (al costado del colegio “Cima”).

Así lo comunican sus familiares más cercanos Rita Mocker-Mires, Ysa, Rumi y Mara Mires.

Premio Casa de la Literatura Peruana 2021

En 2021 el gestor cultural Alfredo Mires fue reconocido con el Premio Casa de la Literatura Peruana por su visión renovadora del libro, la lectura y la literatura en diálogo con las necesidades de la comunidad.

A lo largo de sus 50 años, la Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca promovió nuevas dinámicas para la creación y la circulación del libro, contribuyendo, a la recuperación y revaloración de la memoria comunitaria y las tradiciones orales a través de la Enciclopedia Campesina.

Cabe destacar, que ese colosal proyecto cuestiona y reinventa la dinámica recopilatoria de los saberes comunitarios, proponiendo nuevas formas de valorar la palabra poética y publicaciones hechas desde la comunidad y para la comunidad.

En ese sentido, el trabajo de Mires y de la Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca abre perspectivas para reimaginar la formación de lectores en el Perú, así como la creación de un modelo de biblioteca que se integra a la comunidad como parte importante del ejercicio ciudadano y la construcción de la democracia.

Desde el 2010, el Premio Casa de la Literatura Peruana es concedido anualmente a destacados escritores e investigadores de las letras peruanas como reconocimiento a su contribución a la reflexión y la creación en torno a la literatura.

Esta distinción ha sido otorgada a Mario Vargas Llosa, Carlos Germán Belli, Antonio Gálvez Ronceros, Edgardo Rivera Martínez, Oswaldo Reynoso, José Miguel Oviedo, Carmen Ollé, Leoncio Bueno, Luis Urteaga Cabrera, Óscar Colchado Lucio, Cronwell Jara Jiménez y Rossella Di Paolo.

Sobre Alfredo Mires Ortíz

Alfredo Mires Ortiz nació en Chepén, La Libertad, el 23 de febrero de 1961. Inició su labor comunitaria a los 15 años con la edición del boletín de Prensa Popular. Fue durante este proceso que conoció al sacerdote Juan Medcalf, fundador de la Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca.

Alfredo Mires se integró en 1977 a la Red y, cuatro años más tarde, se trasladó a vivir en Cajamarca, donde asumió su conducción tras la partida definitiva de su fundador al Reino Unido.

Estudió Antropología en la Universidad Salesiana de Quito, en Ecuador. Ha fundado el Archivo de la Tradición Oral Cajamarquina, el Grupo de Estudios de la Prehistoria Andina, así como el Proyecto Enciclopedia Campesina, dedicado a la recuperación de la memoria colectiva.

De su autoría, edición o dirección, como parte de la Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca, ha publicado más de 200 títulos sobre tradición oral, religiosidad y cultura andina, arte rupestre e historia desde los propios pueblos.

Ha desarrollado diversas experiencias con educación y prensa popular, historia oral, salud comunitaria, medio ambiente, bibliotecología, dinámica de grupos e investigación participativa.

Por su labor como investigador y su trabajo en la Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca, ha obtenido diversos reconocimientos. En 1992 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo “Kukulí”; en 2003, el Proyecto Enciclopedia Campesina de Cajamarca obtuvo el Premio Internacional del Convenio Andrés Bello.

En el 2013, recibió la medalla Inca Atahualpa del Gobierno Regional Cajamarca; en el 2018, obtuvo el reconocimiento Jorge Basadre Grohmann, de la Biblioteca Nacional del Perú; y, en el 2020, fue reconocido como Personalidad Meritoria de la Cultura, por el Ministerio de Cultura de Perú.

Sobre la Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca

La Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca fue concebida y creada en 1971 por el sacerdote británico Juan Medcalf Todd junto a comuneros cajamarquinos. Posteriormente, el proyecto fue cimentado por Alfredo Mires Ortiz con el trabajo colectivo y voluntario de la comunidad.

Constituida como una asociación civil sin fines de lucro, la Red inició su trabajo tomando como base las dinámicas cotidianas del campo. Es así, que el libro se convierte en una herramienta para enfrentar el analfabetismo y, además, para afianzar su vínculo con la tradición oral y la memoria colectiva.

De allí que la lectura y la escritura, más que una manera de formarse e informarse, sean un camino para que cada individuo ejerza su rol como ciudadano.

En la década del 80, la Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca inició una labor de recopilación y edición de libros dirigidos desde, con y para la población. Dentro de esta labor, destaca el Proyecto Enciclopedia Campesina, que recupera y difunde la tradición oral y los saberes tradicionales de Cajamarca.

En la actualidad, como parte de su trabajo editorial, la Red ha publicado casi 200 títulos.

La conformación de una biblioteca se realiza por pedido expreso de cada comunidad, la cual, en asamblea, elige a su bibliotecario. Este servicio gratuito se ejerce en casa, participando también otros integrantes de la familia en el préstamo de libros.

La Red tiene su principal campo de acción en el campo y cuenta con una oficina en la ciudad de Cajamarca para las labores más administrativas y técnicas. Asimismo, las decisiones se toman por consenso, prescindiendo de cualquier forma de estructura jerárquica.

Del mismo modo como se intercambian los productos del campo, los libros de las bibliotecas rurales se renuevan mediante el canje o trueque. En total, alrededor de 500 comunidades forman parte de la Red, a lo largo de las 13 provincias de Cajamarca.

Cada año se realizan alrededor de 100.000 préstamos de libros. Sin embargo, el trabajo fundamental repercute en el ejercicio de la lectura en la consolidación de las comunidades y en sus posibilidades reales de supervivencia.

Esta labor sostenida se ha mantenido durante la pandemia con diversas estrategias como la coordinación remota, la Biblioteca Virtual de la Red y la implementación de Bibliotecas Rurales en Familias. El trabajo se ve fortalecido con el compromiso de sus voluntarios.

Como señala Alfredo Mires: «A esto no se llegó con una receta de desarrollo ni con un proyecto preconcebido desde afuera o elucubrado desde premisas académicas en boga. Este ha sido y sigue siendo un largo proceso comunitario de construcción y de desconstrucción basados en las propias experiencias y en los propios saberes de la propia gente, en las mismas comunidades».

 

[Fuente: http://www.servindi.org]

Il existe 1900 variétés d’insectes comestibles dans le monde. Karen Bleier / AFP

Écrit par Gaëlle Pantin-Sohier

Professeur des universités en science de gestion, IAE Angers – Université d’Angers

Coléoptères, chenilles, sauterelles… ça se mange, et c’est écologique ! Cette pratique, l’entomophagie, est pourtant encore balbutiante dans l’Hexagone, même si les enjeux environnementaux et nutritionnels modifient les comportements alimentaires des Français. Ceux-ci prennent conscience de l’impact majeur de la production et de la consommation alimentaire sur l’environnement et la santé. Une prise de conscience renforcée par la crise de la Covid-19 et le confinement.

La recherche d’alternatives et l’adoption de nouveaux régimes alimentaires (flexitarisme, véganisme, végétarisme) mettent en évidence l’intérêt que pourrait revêtir l’entomophagie.

En effet selon la FAO (Food and Agriculture Organisation), les insectes sont considérés comme une alternative durable aux protéines animales face à la raréfaction des ressources naturelles et à l’augmentation de la population mondiale.

La question de la réhabilitation de la consommation d’insectes dans les pays occidentaux est donc sur la table en raison des enjeux nutritionnels, économiques et écologiques qu’elle implique. Car les atouts de ce mets surprenant sont nombreux.

Leur taux de conversion alimentaire (quantité de nourriture requise pour produire une augmentation de poids de 1 kg d’insectes) est par exemple quatre fois plus élevé que celui des bovins. Ainsi, en moyenne, 2 kg d’aliments sont nécessaires pour produire 1 kg d’insectes, tandis que les bovins exigent 8 kg d’aliments pour produire 1 kg d’augmentation de la masse corporelle animale.

Autre avantage, leur faible production de gaz à effet de serre, qui est 10 à 100 fois plus faible que celle des porcs. De plus, ils consomment beaucoup moins d’eau qu’un élevage de bétail conventionnel, fournissent des protéines de haute qualité et présentent un faible risque de transmission de maladie zoonotique (grippe aviaire ou coronavirus).

Mais face à ces atouts majeurs se dresse un problème de taille : celui de l’acceptation des insectes en tant qu’aliment dans les pays occidentaux.

L’entomophagie, pratique émergente en Europe

Si quelques pratiques émergent en France et en Europe, la consommation reste marginale et expérientielle. Pour la majorité des consommateurs, les insectes sont considérés comme culturellement non comestibles, porteurs de dégoûts, de peurs, et associés à des comportements primitifs.

Pourtant, il existe, toujours selon la FAO, 1900 espèces d’insectes comestibles dans le monde (dont 250 en Afrique, plus de 500 au Mexique, 170 en Chine ou encore 428 dans le bassin amazonien).

Les plus couramment consommés sont les coléoptères (coccinelles, scarabées, hannetons, 31 %), les lépidoptères (chenilles, 18 %), les hyménoptères (abeilles, guêpes et fourmis, 14 %), orthoptères (sauterelles, criquets et grillons, 13 %) et hémiptères (cigales, cicadelles, cochenilles et punaises, 10 %).

Des sauterelles frites au Laos (Vientiane, 2010). Source : Chaoborus, Wikimedia Commmons. CC BY

Les consommateurs occidentaux ingèrent, sans le savoir, près de 500 grammes d’insectes par an via les colorants alimentaires, principalement la cochenille, à l’origine du carmin, un colorant rouge foncé.

Mais l’acceptation de cette alternative alimentaire implique une évolution des comportements et passe par une meilleure connaissance des déterminants sociaux, culturels, psychologiques et sensoriels des préférences et pratiques alimentaires.

Notre étude, publiée en 2019, explique pour quelles raisons les consommateurs ont des difficultés à adopter cette innovation alimentaire et quels mécanismes cognitifs (catégorisation, familiarisation) peuvent produire des effets positifs en matière d’acceptation.

Représentations des insectes : comestibles ou pas ?

Dans le domaine alimentaire, il est difficile de rattacher les insectes à une catégorie mentale existante. Or, la catégorisation joue un rôle majeur, notamment pour distinguer le « comestible » du « non comestible ».

En Occident, les insectes s’inscrivent dans la catégorie non comestible puisqu’ils sont considérés comme « non mangeables dans ma culture ».

Selon Rozin et Fallon, trois motifs de rejet de ces aliments sont identifiables : les propriétés sensorielles (liées à l’aversion), les conséquences anticipées de l’ingestion (liées au danger) et la dimension idéationnelle (liée au dégoût).

L’autre facteur dont dépend la catégorisation est l’expérience qui développe la familiarité et conduit ainsi à une augmentation de l’appréciation et de l’acceptation d’un nouveau produit.

Un ver au curry, plutôt appétissant !

Les résultats de notre étude qualitative portant sur 37 sujets âgés de 18 à 30 ans confirment la difficulté des répondants à catégoriser l’insecte comme aliment, ce qui provoque un rejet de sa consommation. Néanmoins, la nature des produits testés (insectes entiers nature, aromatisés et sous forme transformée) modère l’évaluation gustative des produits et leur degré d’acceptabilité.

Pour les insectes nature (vers de farine, vers à soie, vers de bambou, grillons, courtilière, sauterelle), l’aversion des répondants s’est exprimée spontanément – avant même que le produit ne soit goûté – en raison du caractère prétendument dangereux ou dégoûtant des insectes.

Le sentiment de danger provient de leur association à la saleté, à leur petite taille (qui les rend incontrôlables), à leur nombre très important. Autres associations négatives : leur capacité à se dissimuler, leurs mouvements et bruits (ils bourdonnent et grouillent), leur nuisibilité lorsqu’ils détruisent les champs, leur piqûre parfois dangereuse.

Le dégoût, quant à lui, se manifeste vivement car les insectes sont jugés répugnants notamment en raison des propriétés texturales qu’ils véhiculent (visqueux, gluants, craquant sous la dent, farineux).

Cependant, la transformation des produits impacte très fortement la comestibilité des insectes. En effet, lorsque les insectes sont aromatisés ou dissimulés dans des aliments connus, la familiarisation s’accroît et les insectes sont envisagés comme comestibles.

Le fait d’utiliser des marqueurs gustatifs connus (curry et goût barbecue dans notre étude) a permis d’atténuer le rejet. Certains répondants affirment même passer le cap de la dégustation en raison de leur appétence pour les arômes utilisés.

De façon plus marquée, lorsque les insectes sont intégrés dans une préparation connue (sablés au fromage ou gâteau au chocolat à base de vers de farine broyés), les consommateurs oublient tout simplement leur présence et leur attribuent d’emblée un statut comestible.

Gâteau au chocolat aux vers de farine. Dieter Nagl/AFP

Le fait que 36 répondants sur 37 aient ainsi goûté aux sablés et au gâteau au chocolat démontre l’importance de dissimuler les insectes, visuellement et gustativement, pour favoriser leur acceptation.

Accroître la familiarisation

Notre étude montre que pour favoriser la comestibilité des insectes, il semble intéressant, dans un premier temps, de proposer des catégories de produits connues et valorisées à base d’insectes avant de mettre en avant les produits sous leur forme brute. Les insectes sous forme de poudre peuvent ainsi être incorporés dans des pâtes ou des barres de céréales, tandis que les insectes entiers peuvent être recouverts de chocolat.

Ensuite, il s’agit d’accroître la familiarisation et la probabilité d’essai en présentant les nouveaux produits à base d’insectes à côté de produits familiers : des chips à la farine de criquets dans le rayon chips, des burgers aux insectes à côté des burgers aux steacks végétaux…

Il est également important de renforcer la confiance des consommateurs en vendant ces innovations sous des noms de marques connues, de proposer des packagings valorisant le produit et de mettre en avant des ambassadeurs reconnus et appréciés du grand public (chefs, influenceurs ou sportifs médiatiques).

Ces différents leviers devront être accompagnés de campagnes de sensibilisation sur les avantages de l’entomophagie (en s’adressant aux enfants qui pourraient être de puissants vecteurs de changement sur le plan alimentaire) mais aussi d’un cadre juridique européen incorporant les insectes comme denrée alimentaire pour les humains.

Prix élevé

En effet, dans le cadre de la législation sur les « nouveaux aliments », l’Union européenne a la charge d’évaluer les risques sanitaires liés à la consommation de ces denrées et d’autoriser leur mise sur le marché, mais tarde à fournir ses conclusions. En attendant ces conclusions, la France suit les recommandations de l’UE en interdisant la commercialisation des insectes comestibles, mais la Belgique tolère la mise sur le marché de quelques espèces.

Reste enfin la question du prix, qui demeure très élevé. Afin de rendre ces nouveaux produits accessibles au plus grand nombre, l’automatisation et l’intensification de la production et de l’élevage d’insectes est nécessaire.

C’est le projet de la start-up française Ynsect, qui se lance dans l’élevage et la transformation à grande échelle de vers de farine.

Mais les insectes produits par Ynsect sont à destination de la filière animale, sept espèces étant actuellement autorisées à nourrir les poissons et animaux de compagnie. Pour la production d’insectes à destination des humains, il faut encore attendre…

 

[Source : http://www.theconversation.com]

D’après les recherches du journal Haaretz, certains experts du ministère de l’Environnement pensent qu’en raison du changement climatique le niveau de la mer devrait augmenter d’un mètre d’ici 2050.

La différence avant et après la montée du niveau de la mer pourrait avoir des effets aussi graves que ceux montrés sur l’exemple de la célèbre plage israélienne de Nahsholim.

Jusqu’à présent, le gouvernement israélien a plutôt fait l’impasse sur le sujet. Des chercheurs de l’institut Israel Oceanographic and Limnological Research viennent toutefois d’être chargés d’établir un modèle montrant les répercussions envisageables de la hausse du niveau de la mer sur les côtes et les infrastructures importantes comme les installations de désalination. Il est également établi que la puissance des tempêtes et des vagues va se renforcer, d’où un risque d’effondrement des falaises le long des côtes. Plusieurs sources ont expliqué qu’une hausse de cinquante centimètres du niveau de la mer entraînerait déjà la disparition de nombreuses plages en Israël.

À noter qu’on ne dispose d’aucun pronostic officiel pour la hausse du niveau de la mer pas davantage que d’un scénario permettant aux autorités de planification, aux civils de la défense et aux autorités locales de s’atteler au problème afin d’être prêts et de comprendre quelles seront les répercussions de la montée des eaux. Sans données et sans prévisions des dommages à attendre il n’y a pas de budget prévu et pas davantage d’organisme recherchant des solutions. Actuellement, c’est la gestion du climat, une micro-commission au sein du ministère de l’Environnement, qui n’a pratiquement ni pouvoir ni budget qui est responsable de tous les aspects de la crise climatique.

Suite au rapport d’Haaretz, le conseil de sécurité national a fini par annoncer qu’il « coordonnerait des mesures en amont ». Les ministres, maires et parlementaires ont également promis d’agir.

 

[Photo : Grafik Haaretz – source : http://www.israelentreleslignes.com]

Aujourd’hui, se déplacer va souvent de pair avec les préoccupations environnementales et le progrès technologique. C’est ce qui apparaît dans cette liste de termes, dont la plupart ont été motivés par le développement de nouvelles formes de mobilité qu’il convenait de nommer et de définir clairement. Découvrez ce vocabulaire publié par la Commission d’enrichissement de la langue française au Journal officiel du 14 juillet 2022.

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Si vous avez renoncé au voiturage en solo (ou monovoiturage) pour lui préférer le covoiturage, le vélo sans station ou tout autre mode de déplacement relevant de la mobilité durable, alors vous pouvez vous targuer d’être adepte de l’altermobilité.

Vous souhaitez combiner différents modes de transports publics et individuels en utilisant votre mobile ? Le recours au transport multimodal vous sera facilité par la MAS, pour mobilité (améliorée) par association de services. La Commission a fait le choix d’un terme plus explicite que mobility as a service, assorti d’une abréviation homophone de l’acronyme anglais (MaaS).

Pour certains parcours circonscrits, à la ville comme à la campagne, vous pourrez même monter à bord d’une navette autonome et suivre un circuit prédéterminé – et non pas à votre convenance, ce qui différencie ce véhicule autonome du taxi sans chauffeur. Ce mode de déplacement collectif vous mettra à l’abri d’une éventuelle vidéoverbalisationterme dont la formation transparente vous permet de deviner la signification dans le domaine des transports.

Malgré ces modes de déplacement variés, il est peu probable que vous soyez amenés à fréquenter souvent des vertiportsLes experts ont proposé ce mot-valise en complément du terme « héligare », le concept s’étant élargi à d’autres aéronefs que les hélicoptères.

Enfin, la Commission entérine deux termes, précis et plus techniques, permettant de distinguer deux notions désignées par un même anglicisme, map matching : le raccordement cartographique et l’ajustement de positionCe dernier vous permet par exemple de suivre de façon fiable, via une application sur votre mobile, la progression du train dans lequel vous voyagez ou de l’autocar que vous attendez.

Pour en savoir plus sur ces termes et leur définition, prenez le chemin de FranceTerme !

 

[Source : http://www.culture.fr/Ressources/FranceTerme%5D

Il n’aurait pas une petite saveur de fumée, le pinard?

Les températures plus chaudes viennent directement perturber la saveur du vin. | Kelsey Knight via Unsplash

Les températures plus chaudes viennent directement perturber la saveur du vin.

Repéré par Robin Tutenges 

Repéré sur BBC Future

Feux de forêt records, températures brûlantes, assèchement des sols… Autant de conditions météorologiques qui ont frappé la France cet été, et qui frapperont, à coup sûr, les étés suivants. Ces changements sont loin d’être anodins, notamment pour la production de vins, qui se retrouve complètement bouleversée par cette crise environnementale.

Dans une enquête qui l’amena à parcourir les vignobles de l’Hexagone, la BBC montre bien comment les vins évoluent sous la pression du changement climatique. Outre des vignes détruites, l’imprévisibilité de la météo perturbe totalement les producteurs, qui ne savent même plus quelle variété cultiver, ni comment. Ils doivent également faire face à une baisse de la rentabilité des exploitations, causée par la dégringolade des volumes de récolte. Bref, c’est tout un secteur qui est aux abois. Et les consommateurs pourraient même ressentir le goût de ce changement climatique dans leur verre à vin. Littéralement.

Équilibre des saveurs perturbé

Les températures plus chaudes –et, plus globalement, les divers changements climatiques– viennent en effet directement perturber la saveur du vin, dont les baies jouent sur un délicat équilibre entre le sucre, l’acide et les composés secondaires. Par exemple, au fur et à mesure que les températures grimpent en flèche, la maturation est en surrégime, ce qui rend les raisins bien plus sucrées que d’habitude.

Et qui dit fermentation de baies plus sucrées, dit teneur en alcool bien plus élevée. Ainsi, il y a une réelle tendance à ce que les vins soient davantage alcoolisés, mais aussi moins acides, ajoute le média britannique. De quoi ravir les piliers de bar, mais moins les consommateurs à la recherche de goûts atypiques plutôt que d’ivresse.

Pire encore, les incendies qui ont balayé la France et le monde cet été pourraient bien se retrouver à leur tour dans votre verre de vin. Comment? Avec un petit goût et une odeur de fumée. Autant de bouleversements qui poussent les producteurs du monde entier à modifier leurs pratiques traditionnelles, quitte à récolter plus tôt dans l’année pour éviter à la fois cette surmaturation et cette fumée indésirable.

 

[Photo :  Kelsey Knight via Unsplash – source : http://www.slate.fr]

Los expertos lingüistas de Babbel, una plataforma de aprendizaje de idiomas, enumeraron las palabras o expresiones a las que apelan las empresas en sus publicidades para hacerse eco de las reivindicaciones que atraviesan la sociedad. 

Los trminos del marketing social se ven en etiquetas y publicidades

Los términos del marketing social se ven en etiquetas y publicidades.

Un grupo de lingüistas desarrolló un glosario con palabras que se utilizan para nombrar cómo, desde hace años, las empresas alrededor del mundo han capitalizado la coyuntura social, las luchas de derechos y las oleadas de empatía hacia causas iniciadas, por ejemplo, por el movimiento feminista o la comunidad LGBTQ+, reflejada en términos como « pinkwashing » o « eco friendly ».

Mediante campañas de marketing y publicidades llenas de frases, expresiones, colores y símbolos, haciendo referencia a su apoyo a las distintas causas -diversidad, inclusión, igualdad y equidad de género- muchas corporaciones buscan influenciar positivamente a su audiencia, pero no siempre tienen un verdadero propósito de inclusión y transformación, sino que son una clara estrategia de marketing aprovechando la agenda mediática y social.

Para entender y detectar estas prácticas, los expertos lingüistas de Babbel, una plataforma de aprendizaje de idiomas, desarrollaron un glosario con los términos y palabras que se utilizan en este sentido y que reflejan el apoyo fingido de las corporaciones como « pinkwashing », « purplewashing » o « rainbow washing ».

Uno de los primeros términos que surgió en inglés y que literalmente significa « lavado rosa » o « lavado de imagen rosa » es « pinkwashing » (del verbo wash=lavar y pink=rosa). Esta palabra es utilizada para señalar cuando una empresa, partidos políticos y países utilizan diferentes estrategias de marketing para dar a conocer su apoyo o simpatía al movimiento LGBTQ+, principalmente en fechas conmemorativas como el « Día Internacional del Orgullo LGBTQ+ » o « Día del Orgullo ».

El término se acuñó durante la década de los 90 y en un principio fue utilizado por la organización Breast Cancer Action, en Estados Unidos, para criticar a las empresas que se pintaban de rosa para apoyar la lucha contra el cáncer de mama, sin que realizaran acciones contundentes contra esta enfermedad. Un ejemplo claro de esta práctica es el cambio de los logos de distintas empresas a los colores de la bandera del orgullo sin hacer ningún cambio estructural en sus políticas.

« Purplewashing » hace referencia al color violeta o púrpura (purple), que siempre ha sido relacionado con el movimiento feminista. El « lavado de imagen púrpura o violeta » ha cobrado mayor fuerza en los últimos años por la creciente exposición de la desigualdad y violencia que viven las mujeres en todos los ámbitos de la vida cotidiana y empresarial. Aunque las corporaciones y organizaciones políticas enarbolan la bandera de la igualdad entre hombres y mujeres, no necesariamente eso se ve reflejado en, por ejemplo, la igualdad de salarios, espacios libres de violencia o un mayor número de mujeres en posición de liderazgo.

Otro término, « Rainbow washing », refiere a la apropiación y mercantilización de los colores asociados a la comunidad LGBTQIA+ con fines lucrativos, y por lo general sucede exclusivamente durante el mes de junio de cada año. Se venden miles de diseños de ropa, calzado u objetos en tonos arcoíris.

El « Red washing » o « lavado de imagen rojo » es una forma de propaganda en la que se utilizan discursos de izquierda de manera engañosa para promover la percepción de que una organización o empresa comprometida con la igualdad social, en alusión al color que es símbolo mundial del socialismo.

« Green washing » alude a los productos « maquillados » de color verde (green en inglés) sin que realmente sean respetuosos con el medio ambiente. Este es el más cotidiano y una gran cantidad de empresas y organismos se autoproclaman « Eco friendly » poniendo sellos en sus envases o empaques, cuando en realidad sus políticas terminan perjudicando el entorno que los rodea, explicaron los expertos lingüistas en el comunicado de prensa difundido por Babbel.

[Fuente: http://www.telam.com.ar]

Una de las bebidas más populares de México está depredando las montañas de Oaxaca. El monocultivo de maguey para la producción de mezcal, principal insumo del tequila, está aumentando las temperaturas y reduciendo las recargas de agua.

Escrito por Diana Manzo

Las montañas oaxaqueñas de la denominada “región del mezcal”, al sur de México, parecieran haber sido rastrilladas por un ser gigante. Ubicadas en Sierra Sur y Valles Centrales —donde predominan llanuras, lomeríos de baja altitud y cumbres tendidas, así como sierras bajas complejas con piso rocoso—, hoy están rasuradas.

A la catástrofe, resumida en fragmentos, puede verla cualquiera que recorra la zona. De momento, la región está embriagada del agave y de su industrialización para producir la “bebida ancestral de los dioses”. Pero, cuando el estado etílico pase y se tenga que lidiar con la cruda o resaca, las personas se percatarán de la deforestación de miles de hectáreas que amenaza con convertirla en tierra fértil para la minería.

Bebida de los dioses

El mezcal es una bebida alcohólica ancestral, que data de hace unos 500 años. Se obtiene de la destilación de jugos fermentados extraídos de cabezas maduras de maguey, cocido bajo un proceso artesanal, y se almacena en ollas de barro o madera.

Oaxaca es el principal productor de maguey y mezcal de México. De acuerdo con el Consejo Mexicano Regulador de la Calidad del Mezcal (Comercam), el 75,5% de la exportación al extranjero sale de ahí. Y, en la última década, el número de marcas exportadoras creció en casi 400%. Actualmente, la Secretaría de Economía registra más de 700 marcas, entre las que se destaca “Mezcal Dos Hombres” de los protagonistas de la serie “Breaking Bad”, Bryan Cranston y Aaron Paul, así como otras de famosos.

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En total, hay 159 especies mezcaleras del género Agave en todo el país, según la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio). En los bosques y selvas húmedas de Oaxaca hay ocho, con el maguey espadín (Agave angustifolia) siendo el que mayormente se cultiva en las comunidades con fines comerciales. Se distribuye en “la región del mezcal”, que abarca Sierra Sur, Valles Centrales, Cañada y Mixteca.

“Bebida de los dioses”. “Oaxaca, principal productor de mezcal en México”. “El mezcal logró, para Oaxaca, una derrama económica de más de 3.800 millones de pesos”. “17.000 empleos deja la industria del mezcal”. “El mezcal frenó la migración”. Las frases se leen por todo el estado. Sin embargo, la publicidad deja por fuera los impactos ambientales del aumento del monocultivo y no aborda la responsabilidad de la industria.

Bajo esa tierra que llaman ociosa y esos arbustos color café que —para algunos— no sirven para nada, se encuentran cerros con ecosistemas vivos. Uno de ellos se localiza en San Lorenzo Albarradas y, en sus entrañas, nace una de las cuencas más importantes de Oaxaca, la cual irriga 25 municipios de la región del Istmo de Tehuantepec.

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No es casualidad que, ahora, la temperatura llegue a 42 °C en Nejapa de Madero, uno de los municipios oaxaqueños que cambió el paisaje de sus cerros al sembrar grandes extensiones de agave, provocando una deforestación incuantificable. Tampoco debe causar sorpresa que un cerro se haya desgajado y deslavado por las intensas lluvias en San Pedro Totolapan, pues el monocultivo de maguey provocó severos desmontes que afectaron una vivienda que colapsó, causándole la muerte a un campesino.

Milpa por maguey

Es primavera y el calor de 37 °C se siente sofocante en Nejapa de Madero, un municipio de Sierra Sur rodeado de cerros, con un ecosistema de la selva baja caducifolia con vegetación. Ubicado en el distrito geográfico de Yautepec, su paisaje está monopolizado por magueyes espadín, la especie que más se cultiva por su rápido crecimiento y que se vende al estado de Jalisco para la elaboración de tequila.

“Todo comenzó hace ocho años”, recuerda Juan Ruiz, mientras bebe un sorbo de agua y observa, bajo el intenso sol, sus cultivos. De 63 años, se dedica a la agricultura desde los 15, por herencia paterna. Ahora tiene magueyes de todas las edades —de dos, cuatro y seis años— y está en espera de la primera lluvia para sembrar espadín.

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Los campesinos de esta zona abandonaron sus cultivos tradicionales —como maíz, frijol y calabaza— para enfocarse en el monocultivo de maguey, escalando los cerros que ahora están cubiertos por agave. Solo unos cuantos siguen practicando el cultivo mixto que heredaron de sus ancestros. La opción es menos nociva para el medioambiente y les permite realizar combinaciones en su suelo, pero sin aquello que les deja dinero. Por eso, siembran mango con maguey, ciruela con maguey o papaya con maguey.

Para un litro de maguey se usa una veintena de piñas de agave, recalca Ruiz, al mencionar que el mezcal que se prepara en la zona es artesanal. “Toda la producción se va a Jalisco y, como ha aumentado cada vez, sembramos más. Lo que queda y no se vende es lo que se destina a la producción del mezcal que vendemos a granel, por tambos de 20 litros. Eso lo compran productores de la capital o de la Ciudad de México, que tienen negocios. Bueno, eso nos dicen”, cuenta.

Para sembrar en el cerro, los campesinos justifican: “Solo hay monte que no sirve para nada”. Prefieren echarles fuego, quemarlos y, de ahí, marcarlos con un hilo para comenzar la siembra acelerada de agave, que cada vez abarca más.

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La práctica de “roza, tumba y quema” es común en la zona, lo que ha generado que cientos de hectáreas de selva caducifolia desaparezcan. Esto significa que los procesos naturales, químicos y biológicos (biogeoquímicos) para la formación del suelo están hechos cenizas.

Ruiz sabe que la milpa (policultivo) es la mejor forma de trabajar sus parcelas, pero, para obtener ganancias ante la demanda del maguey, la opción es continuar con el monocultivo. “Antes, acá sembrábamos maíz, pero el maguey deja más”, confiesa y explica que, desde hace una década, el kilo de maguey comenzó a valer más por la demanda. Antes, lo vendían a 2 o 3 pesos; hoy, a 7.

Y es que, según el “Diagnóstico de la Cadena de Valor Mezcal en las regiones de Oaxaca”, la demanda de agave incrementó en más de un 50% durante los últimos cinco años. Pero convertir a Oaxaca en el principal productor de maguey mezcalero —destaca el documento—, con el 70% del inventario nacional y el principal abastecedor para la industria tequilera de Jalisco, tiene importantes consecuencias ambientales.

La ruta verdadera

La “verdadera ruta del mezcal” no está donde hay folklore y colorido, ni en los bares de la capital de Oaxaca que promocionan una infinidad de marcas. Tampoco es el tour que recorren turistas nacionales y extranjeros, o los que lo compran a granel y lo envasan, colocándole una etiqueta llamativa. La verdadera ruta del mezcal está en las decenas de cerros trasquilados que todos los días son desmontados, quemados y escalados para nuevas siembras. 

Aunque las autoridades saben de esta transformación y de sus graves consecuencias, prefieren seguir promocionándola como “la bebida de los dioses”, que “sirve para todo mal y también para todo bien”, sin medir el impacto ambiental que genera.

La herida ya se nota. La tierra ya resintió. El mal ya está hecho. “Es algo necesario”, dice Hugo Meza, mezcalero de la zona, “la única forma”, porque así lo heredaron para poder seguir elaborando una bebida cuyo precio se ha elevado.

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Una copa, que hace una década costaba no más de 10 pesos (US$0,51), hoy oscila entre 100 y hasta 350 pesos (US$5,09-17,80) en restaurantes y bares de la capital oaxaqueña, valor que se cuadriplica en el mercado internacional.

“El litro de mezcal que producimos lo vendemos en 50, 100 y hasta 150 pesos a granel sin etiquetas”, cuenta Antonio Salinas, de la zona de Yautepec, quien —para evitar la reventa de su producto— está armando su propia marca. Confiesa, sin embargo, que hay marcas en el mercado que “pegan la etiqueta” en su botella: “Acá llega mucha gente que viene a comprarnos y más tarde presume de tener una marca. La hacen bonita, colorida y venden nuestro mezcal a un precio elevadísimo”.

Productores como Salinas hay infinidad. “Sembrar maguey y venderlo a los productores de Jalisco nos deja, vale más y vivimos mejor”, reafirma.

Ganar es lo que importa

Es domingo 15 de mayo, a mediodía, y un incendio parece salirse de control en la comunidad El Gramal, ubicada sobre la carretera federal Panamericana 190 entre el Istmo de Tehuantepec y Yautepec, donde viven unas 800 personas, 90% de las cuales se dedica al mezcal. Es la zona que más vende a Jalisco para la producción de su tequila: aproximadamente 1.000 “piñas” de magueyes al día son cargadas en tractocamiones.

“Son simples arbustos estorbando”, acota Carlos Luis Martínez, un mecánico de 40 años. Mientras cuida el terreno prendido en fuego, explica que se trata de un incendio provocado: quiere dejarlo limpio para cultivar sus magueyes, tal y como lo hace su familia desde hace ocho años.

Con una bomba aspersora, él y su hermano riegan insecticida sobre los plantíos que no lograron quemarse. Esta es una imagen que cotidianamente practican los productores.

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Al preguntarle por el esquema de plantación, que es de forma lineal en los cerros —y no transversal a la pendiente, como recomiendan los agrónomos—, Martínez dice que lo hacen “como Dios les da a entender”. Puntualiza: “Acá nadie nos vino a decir cómo sembrar ni cómo tratar los cerros. Esto lo hacemos por lógica, porque creemos que está bien. Además, está a la luz de las autoridades, todos lo ven. Y, como nos deja dinero y buenas ganancias, creemos que es la mejor forma”.

No simples “manchones”

Daniel Ramírez López es ingeniero agrónomo de profesión y defensor de los bosques por pasión. Junto al activista Roberto Carlos Cruz Gómez coinciden en que la voraz destrucción de los cerros por el monocultivo del maguey “está imparable”.

En un recorrido de más de cinco horas por Sierra Sur —que colinda con los municipios mezcaleros del distrito de Tlacolula (San Antonio y San Lorenzo Albarradas, Santa Ana del Valle, San Luis del Río, San Juan del Río y San Pedro Totolapan)—, muestran “la verdadera ruta del mezcal”, ese rostro desolado que no se presume y por el cual se están destruyendo ecosistemas “a lo bruto” todos los días, explican.

Ramírez comenzó a detectar este fenómeno hace seis años. Observó cómo los cerros ya no tenían el color café de su cobertura vegetal y se convirtieron en verdes por el maguey, cambiando totalmente el paisaje.

“¿Ves esa montaña? Estaba llena de vida, de cactus, de maleza, de microorganismos, de un todo que ahora ya no está. En 30 minutos, lo pelonearon. Y, para regenerarlo, tardaremos un siglo. ¡Eso es lo que está pasando con el mezcal! Se está por un lado beneficiando a los productores, pero por otro hiriendo a la Madre Tierra”, lamenta.

“El agua es lo primero que se empieza a ir cuando llega la deforestación y en esta zona ya se empieza a resentir”, subraya el ingeniero agrónomo. Y completa: “Son muchos manchones en medio de un cerro. Todo eso es maguey. Pero, a cambio, se están acabando los cerros, que dicen que son ociosos, que no tienen vida, que no sirven para nada. Eso es mentira”.

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De acuerdo con estudios propios -expone-, en la primera y segunda cosecha, hay buena producción. Pero, a la tercera, el maguey ya no crece: es porque el suelo se erosiona. “Se queda sin minerales, sin cobertura vegetal, sin esa vida que le da fortaleza, sin la rizósfera, que es la parte del suelo inmediata a las raíces vivas. Por eso, al quitarle todos sus nutrientes, el cerro tiende a desgajarse y afectar casas y personas, pero nadie lo mira así: cuando hay un deslave, la culpa es del cerro, no de quienes lo ocasionaron”.

En esta zona, también hay un afluente natural, “el río grande”, así como un microecosistema de plantas campechanas amenazadas por el desmonte para la siembra de maguey, que, de no controlarse, podrían desaparecer en poco tiempo.

“Esa es la verdadera ruta del mezcal”, enfatiza Cruz Gómez, apuntando a cada uno de los daños que tienen los cerros, y explica que, además de la quema, también se usan insecticidas, que no es más que la muerte de los ecosistemas y que nadie controla. “Esta ruta nadie la muestra, acá nadie conoce. Para llegar, son muchas horas, es camino terracero. Y, desde acá, ya no se ve el folklore ni la algarabía. Lo que se ve es una zona deforestada, quemada y afectada por la siembra acelerada que ha dejado el ‘boom’, como llaman a la fiebre del mezcal”.

Mientras avanza en el recorrido y muestra el paisaje desolador, reitera que el desmonte ha provocado, también, las altas temperaturas: “Mucha gente cree que se trata de simples montes, lo quitan y siembran otra cosa. Lo que no saben es que están matando ecosistemas que nos dan vida, que nos purifican la tierra. Y las consecuencias ya las vivimos, intensos calores y lo que va a ocurrir son las fuertes lluvias, el cambio climático le llamamos”.

“Este 2022, Oaxaca llegó hasta 42 °C y no es casualidad que Nejapa de Madero haya sido uno de los municipios más cálidos, tampoco que en San Pedro Totolapan un cerro se haya desgajado. Vemos un devastador acelere del desmonte que se ha dado en la zona por la siembra de agave”, confirma el meteorólogo oaxaqueño, Cutberto Cruz, quien precisa que los productores deforestan sin planeación, sin técnica. Ese azolve que hacen, al no existir ese arbusto tradicional que sirve para retención de agua, ocasiona una degradación de la cuenca hidrológica.

“El agave no es una planta retenedora de humedad. Sin embargo, la voracidad y la falta de planeación les está ganando, así como el interés económico de los campesinos de la zona”, profundiza. “Ese cambio de uso de suelo ocasionado por el desmonte generará más deslaves, las inundaciones, porque hay una degradación de la cuenca y afectará a la parte más baja, a los pueblos”.

El mezcal es vida, pero debe ser sustentable

“Mezcal es vida”, dice un letrero que invita a recorrer la comunidad de San Luis del Río, agencia municipal de Tlacolula de Matamoros que se dedica desde hace un siglo y medio a producir agave. Es una de las principales zonas mezcaleras de Oaxaca, incluida en “la ruta del mezcal”, pero también una de las áreas donde la deforestación avanza aceleradamente.

Después de sortear la “nueva autopista” por Santa María Albarradas, que se construye por tramos y está en pésimas condiciones, se localiza la desviación para llegar a San Juan del Río. Desde ese punto, hay que atravesar 16 kilómetros, 12 de ellos en pura terracería, porque los trabajos que se habían iniciado se truncaron en la administración del actual gobernador priista, Alejandro Murat, aunque esta comunidad de 600 habitantes produce el 12% de las exportaciones de mezcal, principalmente hacia Estados Unidos, y un buen camino es importante para ello.

En Oaxaca, aún se elabora mezcal de forma artesanal. Sin embargo, en los últimos 10 años, se ha cultivado para una producción industrial —que, además, utiliza maquinaria en lugar de las ollas tradicionales—, lo que ha causado un daño ambiental considerable al requerir miles de pencas, detalla Ramírez.

“Es buen tiempo para corregir esos errores y volver sustentable todo”, considera, al precisar que los productores no han tenido un acompañamiento técnico. “La siembra del agave lo hacen de forma lineal, como si fuera un valle, y eso desgasta el suelo. Lo ideal es cultivar en curvas de nivel para no erosionar, pero eso pocos lo hacen. Y otra cosa: es necesario y urgente regresar a la plantación tradicional, a la milpa. Es decir, privilegiar el cultivo mixto, lo que significa que el monocultivo puede convivir con otras especies, esto es, agave con calabaza y maíz, o agave con ciruelos. Estamos a tiempo de remediar esta situación, queda en nosotros”, alerta.

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Mientras camina por los cerros invadidos de agave, el ingeniero agrónomo advierte que los productores tampoco han sido capacitados ni apoyados para cambiar el esquema de reproducción de agave. Al respecto, dice: “Se trata de una erosión genética, donde las plantaciones no tienen capacidad de respuesta ante fenómenos adversos como el cambio climático y las plagas. Por supuesto que los rendimientos se afectan y ellos lo notarán a largo plazo. Ahora, quizá, no, porque solo están viendo ganancias, pero, para su tercera cosecha, es decir, en unos ocho años más, seguro ese suelo, si no hacen nada, quedará erosionado”.

La minería al acecho

Cuando todo se ponga gris, seco, esté erosionado y no haya un Manifiesto de Impacto Ambiental, estas tierras estarán listas para la actividad minera.

“El costo ambiental no lo cobrará el banco, sino la naturaleza”, recalca Ramírez. “He recorrido varias veces la zona y lo que más temo es que las compañías mineras están al acecho. Este fenómeno de ir aniquilando poco a poco los cerros y sin que las autoridades lo paren no es casualidad”, enfatiza.

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Y es que, según el “Panorama Minero del Estado de Oaxaca” del Servicio Geológico Mexicano, en la ruta del mezcal, existen yacimientos de oro, plata, cobre y plomo. Al deforestar los cerros, se vuelve idóneo para que las empresas mineras puedan explotar el territorio, una vez que los suelos dejen de producir maguey.

De septiembre de 2019 a la fecha, en Oaxaca, se han otorgado 322 títulos de concesión mineros. En los municipios de San Lorenzo Albarradas y San Pedro Quiatoni, así como en las comunidades de Baeza (Yautepec) —denominado como el distrito minero de “San José de Gracia”—, hay concesiones para explotar zinc, cobre, oro y plata.

Actualmente, son tres las empresas que explotan el suelo de este estado: Don David Gold México S. A. de C. V., en la zona de El Águila y San José de Gracia; la Sociedad Cooperativa Manufacturera de Cemento Portland “La Cruz Azul” S. C. L., en el municipio de San Bartolo Yautepec; y Fortuna Silver Mines y Cia. “Minera Cuzcatlán” y Nuum Resources Mexico S. A. de C. V., en San José del Progreso.

Pese a los daños ambientales que se avizoran y las consecuencias sociales que tendrán, son pocas las personas que hacen resistencia.

Al no haber otra opción para la agricultura, será la actividad minera. Es una muerte lenta del territorio que llevará a la migración y al desplazamiento forzado, sin olvidar el ingreso del crimen organizado y la violencia. Eso lo hemos visto en otras zonas y seguro se multiplicará en nuestra región”, advierte con preocupación Francisco García, habitante de San Lorenzo Albarradas.

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Los productores de mezcal reconocen que, además del uso privado que dan a sus tierras, también hay quienes las rentan a inversionistas nacionales y extranjeros que llegaron por el “boom” del mezcal.

“No sabemos qué empresas son, pero llegan y nos rentan el terreno, nos dan el maguey y, a cambio, le pagan a un campesino una renta, dotándolo de todos los insumos. Pero, una vez que la planta está apta para corte, ellos la acaparan”, dice Mario Gómez, vecino de San Luis del Río. “Así pensamos igual que ocurrirá con la tierra erosionada: después vendrán las mineras y la rentarán, porque será el único uso que le den”.

Datos que pueden servir como “destacados”:

—En 2020, Oaxaca generó una derrama económica de US$ 386 millones por la producción del mezcal.

—Según la Denominación de Origen Mezcal de 1994, publicada en el Diario Oficial de la Federación, en México, solo se puede producir mezcal en los estados de Oaxaca, Guerrero, Zacatecas, San Luis Potosí, Durango, Guanajuato, Tamaulipas y Michoacán.

—El impacto de la deforestación es “brutal” en México, según el Global Forest Watch. Solo en 2021, el país perdió 321.000 hectáreas. Entre las causas: el aumento del monocultivo del que ahora vive el campo por el “boom” del mezcal en Oaxaca, los incendios forestales, la explotación ilegal y el crimen organizado.

[Imágenes: Diana Manzo – fuente: http://www.latinta.com.ar]

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