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A Orquestra Mondragón participa mañá na Coruña en «Eu fun a EGB»

Javier Gurruchaga

Escrito por JAVIER BECERRA

Pese ter un título tan evocativo como Eu fun a EGB, Javier Gurruchaga rexeita o cualificativo de nostálxico para el. «Non se trata de pensar en cando saíron as cancións. A xente ségueas escoitando e, nese sentido, son cancións de hoxe», explica o líder da Orquestra Mondragón. Será, xunto a Vicky Larraz, Nacha Pop e Danza Invisible, entre outros, un de artistas que estará mañá na Coruña (Coliseum, 19.30 horas, a partir de 38 euros).

—Moitos dos que irán velo coñecérono en «A bóla de cristal» cando eran nenos.

—Si, nenos que hoxe teñen 50 anos ou máis [risos].

—¿Que supuxo aquilo?

A bóla foi unha gran experiencia. Abriume as portas á linguaxe televisiva. Foi unha estupenda idea de Lolo Rico. Chamábase A cuarta parte e eu era «O cuarto home». Propúxome facer cinco programas. Como gustou, estiven ano e medio con eles.

—Converteuse nun personaxe moi popular no medio da onda do pop español dos 80. ¿A Orquestra Mondragón estaba un pouco á marxe de todo aquilo?

—Coincidimos no tempo coa movida, que foi unha denominación máis de xornalistas. Fálase da movida madrileña, pero moitos eramos de provincias. Nós empezamos antes, en San Sebastián. Coincidiu todo cun cambio que se estaba dando na sociedade, político e cultural. Non tiñamos moito que ver uns cos outros, pero había ganas de renovarse.

—Levan 47 anos. ¿Van celebrar o 50 aniversario?

—A min o dos anos non me interesa moito. A xente xubílase e tal, pero a min ocórreme ao contrario, cada vez teño máis ganas de facer cousas. Agora vou facer unha función sobre Lorca e unha película sobre a traxectoria da Orquestra Mondragón. Ademais, estou cun espectáculo sobre Edgar Allan Poe e os meus concertos en teatros coa orquestra.

—Este resumo explica moi ben por que a Orquestra Mondragón eran tan diferentes. Conflúen moitas cousas na súa música.

—Claro, o jazz, o cabaré, o cine, a televisión, as parodias… Todo iso se pode compatibilizar con cancións de Lou Reed, Frank Sinatra ou Liza Minnelli. Ou co mundo surrealista de Fellini.

—¿Cre que algúns discos seus terían problemas no 2023?

—Agora hai outra forma de comunicarnos. Antes había censura, agora hai máis unha autocensura. Habémosnola/Habémonola inflixido todos. Os tempos están a cambiar, nalgunhas cousas para mellor e noutras para peor. Fíxache o espectáculo de Trump ou Putin. Seguen aí as ditaduras, as mentalidades ultrarreligiosas… Todo isto está aí. Tamén o politicamente correcto. Todo iso nos vai influíndo, porque estás na estrada. Hoxe pénsasche máis dunha vez como facer a canción. En certo xeito, é un retroceso.

—¿Cre que podería sacar hoxe en día cancións como Porros de fresa e limón ou Eles prefírenas gordas?

—Non o sei. Pero todo está aí, publicado. Como están moitos escritores, moito humor negro. Non se se rematarán prohibindo a Edgar Allan Poe, ao marqués de Sade, a Casanova ou aos irmáns Marx. Ou aos Rolling Stones. Bo, eles xa se han autocensurado e quitaron dos seus directos a canción Brown Sugar. Este estado das cousas estase volvendo bastante penoso.

 

[Foto: Kiko Delgado – fonte: http://www.lavozdegalicia.es]

Una hija de los fundadores relata en una misiva los desconocidos primeros años de la vida del negocio que celebra 90 años con múltiples actividades

Foto antigua de la fachada del bar restaurante Núria en la Rambla

Escrito por JESÚS SANCHO

El emblemático bar restaurante Núria de la Rambla, justo enfrente de la fuente de Canaletes, está de aniversario y no faltan las sorpresas. Este jueves inicia una serie de actividades para conmemorar su 90 aniversario con una carta que se ha dado a conocer donde se explica los primeros años más desconocidos del mítico local. La autora del documento es Carme Mauri, hija de uno de los fundadores del negocio, Francisco Mauri.

La reapertura del local en 2014 tras una amplia reforma captó la atención de los medios que algunas informaciones situaban sus orígenes en 1930. Pero para Carme Mauri, hija de uno de los fundadores del restaurante, los números no le cuadraban. Carme leyó el artículo de la reapertura del Núria en La Vanguardia en su edición del 6 de marzo y se animó escribir una carta a los actuales propietarios para explicar la fecha exacta de la apertura del establecimiento en 1926, cuatro años antes de lo que se decía.

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Fachada del bar restaurante Núria en 1926

La carta, que ahora los actuales responsables han decidido darla a conocer, la escribió en 2014 cuando tenía 98 años. Sitúa la inauguración del Núria un mes de febrero de 1926, un hecho confirmado tal como se hacía eco de la noticia La Vanguardia en su edición del domingo 7 de febrero de 1926. “Ayer, a las cinco de la tarde, y ante numerosa y distinguida concurrencia, se celebró la inauguración del nuevo establecimiento denominado ‘Nuria’ admirablemente instalado en la Rambla de Canaletas, núm.18, en el local que antes ocupaban los almacenes ‘El Globo’”, informaba entonces La Vanguardia.

El Núria instaló el primer tirador de cerveza de Barcelona”

Carme, ya fallecida, explicaba en la misiva con todo detalle que el negocio se inspiró en los mejores locales de París de la época y también fueron los primeros en montar el primer tirador de cerveza de Barcelona. Pero no eran las únicas novedades. “En el salón interior por la tardes, a la hora del té, amenizaba un terceto de piano, violonchelo y violín que daba vida a la sala. Fue una gran novedad y señal de distinción”, detalla.

También destacaba en medio del local una gran escultura “de dos metros de altura” de un Manelic, a imagen y semejanza del personaje de ‘Terra Baixa’ de Àngel Guimerà que se interpretaba en el vecino teatro Poliorama precisamente aquel 1926. “Mucha gente de los pueblos venían a ver el local y la función”, afirma Carme.

¿Por qué el nombre de Núria?

La hija de uno de los fundadores del Núria también desvela los orígenes del nombre del local. Hace referencia a la virgen del famoso santuario del valle pirenaico. De hecho, en el salón de música se pintaron pequeños murales con paisajes del valle. La idea del nombre fue del padre de Carme, pastelero de profesión. “Mi padre explicaba que tenía un amigo que decía que los nombres comerciales para tener éxito tenían que ser cortos y fáciles de recordar. Él había pensado en Núria, era catalán, nuevo y dulce”, rememora.

El nombre del local tuvo muy buena aceptación entre los barceloneses. “Hasta entonces casi no se conocía o se conocía muy poco tanto el nombre como la montaña. Todos nos felicitaban y muchas niñas que nacían les pusieron el nombre de Núria”, relata Carmen.

Los exitosos inicios del Núria también llevaron a que en 1929 se abriera un salón de banquetes “con una espléndida tribuna en el principal”, escribe Carme. “Recuerdo los años que tuvimos el Núria como una cosa especial en mi vida y de toda la familia”, concluye. La historia del Núria abrió un nuevo capítulo a partir de los años 30 cuando el negocio pasó a manos de José Vila Marcelino Cortadellas, una dinastía familiar que continúa al frente del negocio con la tercera generación, la de los nietos Montse Vila Marcel Cortadellas.

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El restaurante Núria durante una época sirvió también como colmado

Una carta como un cuento

Marcel, que recogió en persona los manuscritos de Carme en un encuentro que tuvo con ella misma en el Núria, al leer la historia afirma que le hizo “mucha ilusión” y fue como “un cuento muy especial”. Marcel, de hecho, tiene una hija que se llama Núria y también una hermana con el mismo nombre. “Estamos muy orgullosos de cumplir 90 años con el reto de recuperar la Rambla para los barceloneses”, añade uno de los actuales responsables del Núria, que, como Carme, tiene en su memoria múltiples recuerdos y anécdotas. “Mi padre nos explicaba que en la época de guerra vendía a escondidas el plan blanco en lugar del pan amarillo permitido”, cuenta Marcel.

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Imagen de un fragmento de la carta escrita por Carme Mauri sobre el bar restaurante Núria

Otra anécdota ocurrió durante la Guerra Civil cuando un día unos milicianos vinieron a cerrar el local por el toque de queda, pero al no encontrar las llaves tuvieron que avisar a un cerrajero para clausurarlo. La otra vez que tuvo, además de la remodelación del 2014, que cerrar el Núria fue en 1985 a causa de un incendio del que prácticamente solo se salvó una báscula, que hoy en día se puede ver en el local.

Desde limpiabotas a fiesta cervecera

Para celebrar el 90 aniversario los responsables del establecimiento han programado diferentes actividades desde este jueves hasta el sábado 6 de febrero. Este jueves a las 19:00 horas hay una fiesta de la cerveza y de rumba, con la colaboración de Estrella Damm y músicos de Gitanos de Gràcia.

Cenas con representaciones teatrales o rutas históricas para explicar la evolución de la Rambla de Canaletes son otras de las propuestas de este clásico de la restauración. Durante estos días también vuelve a la carta tres recetas clásicas de platos de caza : civet de jabalí, perdiz a la vinagreta y cochinillo asado.

El Núria, nombrado ‘Ramblista de Honor’ en 1988, también recupera por unos días el oficio de limpiabotas y ofrecerá este servicio a los clientes de forma gratuita en la puerta del restaurante de 10 a 12 horas del jueves 4 al sábado 6. El Núria que vivió Carme cuando era pequeña en sus orígenes revive con más fuerza que nunca en la Rambla.

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Foto antigua de la fachada del Restaurante Núria en la Rambla

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Fachada del bar restaurante Núria en 1926

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El restaurante Núria durante una época sirvió como colmado

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Imagen del bar restaurante Núria cuando también fue un colmado

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Imagen de una carta antigua del Restaurante Núria

[Fotos: archivo bar restaurante Núria – fuente: http://www.lavanguardia.com]

La patria peruana, en este momento está atravesando una crisis política terrible, ya lo decía hace cien años el gran escritor Manuel González Prada, que «el Perú es un organismo enfermo”.

Escrito por Wolfgang R. Vicent Vielma

Esa situación continua con el oprobio de los sectores derechistas y fascistas, cuya último crimen fue la destitución de su presidente constitucional, el maestro del campo, Pedro Castillo. Ante ese desmán, el pueblo peruano ha salido a las calles a exigir, con justicia, la libertad del maestro y la disolución de todos los estamentos políticos del Perú, principalmente del Congreso Nacional, llamado a elecciones y la convocatoria a una Asamblea Constituyente. En las noticias de todos los días, solo se ve la fuerte represión que golpea a los peruanos, con muertos, heridos, bombardeos y lanzamiento de gases tóxicos contra los manifestantes desde helicópteros del gobierno de facto. Deseamos que el pueblo peruano conquiste sus justos derechos y reclamos, y que los responsables de tanta atrocidad paguen con cárcel y sean destituidos de sus cargos y que el Perú alcance el bienestar y la justicia.

Perú, América y el mundo tienen una referencia muy importante dentro del campo de las letras, se trata César Abraham Vallejo, peruano ejemplar que manejó espléndidamente todos los géneros literarios: poesía, narrativa (novelas y cuentos), teatro y ensayo. En el periodismo, elaboró numerosísimas crónicas y artículos. Nace el 15 de marzo de 1892 en Santiago de Chuco, al norte de Perú, departamento de La Libertad, es el menor de once hermanos que tuvo el matrimonio de Francisco de Paula Vallejo Benites y María de los Santos Mendoza, humilde familia, muy católica. Vallejo cursa sus estudios de primaria en el pueblo donde nació, y la secundaria en Huamachuco y Santiago de Chuco. En su más tierna edad comienza a escribir sus primeros poemas. Sus estudios universitarios los inicia en 1910 en la Facultad de Letras de la Universidad de La Libertad, en la ciudad de Trujillo, los cuales interrumpe, y al año siguiente se matricula en la Facultad de Ciencias de la Universidad de San Marcos, en Lima, estudios que también interrumpe por razones económicas.

Se desempeñó como preceptor de los hijos de un rico hacendado de Acobamba (Pasco) y como ayudante de cajero en una hacienda. Posteriormente ingresa a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de La Libertad, se sostiene trabajando como maestro. Uno de sus alumnos fue el novelista Ciro Alegría. Allí permanece hasta 1817, pero al año siguiente se inscribe en la Facultad de Letras de la Universidad de San Marcos. Se graduó con su tesis El romanticismo en la poesía castellana. En esos años publica poemas en revistas, establece vínculos con los poetas José María Eguren y Abraham Valdelomar; con Haya de la Torre, el fundador del APRA, líder socialdemócrata; con Manuel González Prada y con José Carlos Mariátegui.

En 1919 se publica su primer libro, Los heraldos negros. De acuerdo con el profesor Navarrete Orta, “Allí están las señales inequívocas del extraordinario poeta que fue César Vallejo. En este momento inicial hay un enlace con la tradición romántico-modernista… Vallejo-el poeta está inmerso en un universo fuertemente condicionado por factores dominantes de orden personal… la temática de Los heraldos negros se concentra en lo erótico-amoroso, en la familia, en la conflictividad existencial y religiosa y, en menor grado, aunque por eso no menos importante, en la naturaleza y las costumbres de la comunidad andina y en asuntos sociales trascendentes.” Antes de la publicación de esa obra, entre los años 1911 y 1918, Vallejo ya había escrito 24 poemas juveniles, 21 de ellos publicados en los medios peruanos: Cultura Infantil y La Semana; en La Reforma y La Industria, diarios de Trujillo. Vallejo finalmente rompería con la tradición modernista.

César Vallejo es considerado como uno de los más grandes cultores y creadores dentro del campo de la poesía vanguardista latinoamericana del siglo XX. Toda una revolución en la manera de escribir, su impacto fue total. Es uno de los más importantes poetas del Perú.

Los heraldos negros

Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!

Golpes como el odio de Dios; como si ante ellos,

la resaca de todo lo sufrido

se empozara en el alma… Yo no sé!

Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras

en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.

Serán tal vez los potros de bárbaros átilas;

o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma,

de alguna fe adorable que el destino blasfema.

Esos golpes sangrientos son las crepitaciones

De algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre… pobre… pobre! Vuelve los ojos, como

cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;

vuelve los ojos locos, y todo lo vivido

se empoza, como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!

 

A mi hermano Miguel

Hermano, hoy estoy en el poyo de la casa,
donde nos haces una falta sin fondo!
Me acuerdo que jugábamos esta hora, y que mamá
nos acariciaba: «Pero hijos…»

Ahora yo me escondo,
como antes, todas estas oraciones
vespertinas, y espero que tú no des conmigo.
Por la sala, el zaguán, los corredores.
Después, te ocultas tú, y yo no doy contigo.
Me acuerdo que nos hacíamos llorar,
hermano, en aquel juego.

Miguel, tú te escondiste
una noche de agosto, al alborear;
pero, en vez de ocultarte riendo, estabas triste…
Y tu gemelo corazón de esas tardes
extintas se ha aburrido de no encontrarte. Y ya
cae sombra en el alma.

Oye, hermano, no tardes
en salir, ¿Bueno? Puede inquietarse mamá.

Entre los años 1919 y 1921, en los que padeció cárcel bajo el cargo de “ser el instigador intelectual de un amotinamiento político en Santiago de Chuco“, escribe Vallejo los poemas de Trilce, que se publicaron en 1922. Consta de 79 poemas que se identifican por números romanos. Señala el profesor Navarrete Orta que “Esos poemas surgieron todos en el marco de una sucesión de crisis, que parecen haberse amalgamado en una sola, en la que el elemento definitorio es la ausencia. Muere su madre, se liquidan definitivamente al menos dos de sus amores más intensos y siente que lo fustiga la injusticia con la soledad y el vacío de la cárcel”.

Trilce, poema XXIX

Zumba el tedio enfrascado

bajo el momento improducido y caña.

Pasa una paralela a

ingrata línea quebrada de felicidad.

Me extraña cada firmeza, frente a esa agua

que se aleja, que ríe acero, caña.

Hilo retemplado, hilo, hilo binómico

¿por dónde romperás nudo de guerra?

Acoraza este ecuador, Luna.

 

Trilce, poema XXXIII

Si lloviera esta noche, retiraríame de aquí a mil años.

Mejor a cien no más.

Como si nada hubiese ocurrido, haría la cuenta de que vengo todavía.

O sin madre, sin amada, sin porfía de agacharme a aguaitar al fondo, a puro pulso,

esta noche así, estaría escarmenando la fibra védica, la lana védica de mi fin final,

hilo del diantre, traza de haber tenido por las narices a dos badajos inacordes de tiempo en una misma campana.

Haga la cuenta de mi vida o haga la cuenta de no haber aún nacido no alcanzaré a librarme.

No será lo que aún no haya venido, sino lo que ha llegado y ya se ha ido, sino lo que ha llegado y ya se ha ido.

Vallejo viaja a Europa en 1923, se desempeña como periodista y traductor. En su estancia europea, conoce a los escritores Pablo Neruda, Vicente Huidobro, Juan Larrea, Tristan Tzara, Federico García Lorca, Rafael Alberti, Gerardo Diego y Miguel de Unamuno. Realiza varios viajes a Madrid y a la Unión de Soviética y empieza a estudiar seriamente el marxismo. En 1924, se entera de la muerte de su padre. En ese mismo año, sufre Vallejo de una hemorragia intestinal y es hospitalizado. Tuvo una buena recuperación.

Vallejo forma parte de un núcleo del Partido Comunista Peruano, que había fundado Mariátegui. Son de estos años la frase: “Voy sintiéndome revolucionario y revolucionario por experiencia vivida más que por ideas aprendidas”.

Publica varios libros sobre arte y literatura y sobre sus viajes a Rusia.

En 1927 conoce a Georgette Vallejo, cuando ella tenía 18 años, y se casan en 1934.

Con la irrupción de la guerra civil española, en 1936, funda junto a Pablo Neruda, el Comité Iberoamericano para la Defensa de la República Española. Vallejo enferma y muere de paludismo, el 15 de abril de 1937, un viernes santo, en París, llovía. En este punto evocamos su poema Piedra negra sobre piedra blanca:

 

Piedra negra sobre piedra blanca

Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París –y no me corro–
tal vez un jueves, como es hoy de otoño.

Jueves será, porque hoy, jueves, que proso

estos versos, los húmeros me he puesto

a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,

con todo mi camino a verme solo.

 

César Vallejo ha muerto, le pegaban

todos sin que él les haga nada;

le dan duro con un palo y duro

 

también con una soga; son testigos

los días jueves y los huesos húmeros,

la soledad, la lluvia, los caminos…

 

La estancia de catorce años de Vallejo en Europa, desde su llegada a Francia en 1923 hasta su fallecimiento en 1937, se desarrolló en una época crucial para la historia mundial: Mussolini toma el poder en Italia, Primo de Rivera en España, Hitler intenta la toma del poder en Alemania en donde se presenta el nazismo, se desarrolla la guerra civil española y pronto se inicia la Segunda Guerra Mundial. En la literatura estaba en boga el surrealismo, destacan Joyce, Kafka, Brecht, Proust, Faulkner, Pasternak. Dentro de este contexto se desarrolla el trabajo creador de Vallejo, se edita la Colección Archivos, que con el título de “Los Poemas de París” que incluye los Poemas humanos de ediciones anteriores y recoge toda la creación poética de Vallejo de estos últimos años. En Los poemas de París, casi desaparece lo erótico-amoroso, solo dos poemas para Georgette Phillippart; la familia sigue presente en su obra, Vallejo cambia de lo estrictamente personal a lo colectivo, a lo social, a lo político. De allí, España, aparta de mi este cáliz, ´Salutación angélica´, ´Gleba´´, ´Telúrica y magnética´, ´Los mineros salieron de la mina´, ´La rueda del hambriento´, entre otros.

De acuerdo con Navarrete Orta, la creación de Vallejo en esta etapa final de su vida “… encarnan,… la solidaridad con el ser sufriente, con el trabajador, con el proletario; la identificación y solidaridad con el pueblo español y con el pueblo mundial, que luchan por un ideal de redención universal y, específicamente, con los combatientes de la República, que enfrentan valerosamente, con hombría de bien, a la bestia parda del franquismo, versión española de las fuerzas regresivas del fascismo. Vallejo evoluciona, pues, en lo estético-ideológico, desde un humanitarismo social de muy filtradas raíces cristianas hacia un humanismo socialista, pluralista y crítico, y desde una práctica poética romántico-simbolista, sintetizada por el postmodernismo latinoamericano, hacia una nueva poética personal signada por la autenticidad y la realización estética de trascendentes valores humanistas.

España, aparta de mi este cáliz, poema XV

Niños del mundo, si cae España –digo, es un decir- si cae del cielo abajo de su antebrazo, que asen, en cabestro, dos láminas terrestres; niños ¡que edad la de las sienes cóncavas! ¡que temprano en el sol lo que os decía! ¡que pronto en vuestro pecho el ruido anciano! ¡que viejo vuestro 2 en el cuaderno!

¡Niños del mundo, está la madre España con su vientre a cuestas; está nuestra maestra con sus férulas, está madre y maestra, cruz y madera, porque os dio la altura, vértigo y división y suma, niños; está con ella padres procesales!

Si cae, -digo, es un decir- si cae España, de la tierra para abajo, niños, ¡cómo vais a cesar de crecer! ¡Cómo va a castigar el año al mes! ¡cómo van a quedarse en diez los dientes, en palote el diptongo, la medalla en llanto! ¡Cómo va el corderillo a continuar atado por la pata al gran tintero! ¡Cómo vais a bajar las gradas del alfabeto hasta las letras en que nació la pena!

Niños, hijos de los guerreros, entre tanto. Bajad la voz, que España está ahora mismo repartiendo, la energía entre el reino animal, las florecillas, los cometas y los hombres. ¡Bajad la voz que está en su rigor, que es grande, sin saber qué hacer, y está en su mano la calavera, aquella de la trenza, la calavera, aquella de la vida!

¡Bajad la voz os digo; bajad la voz, el canto de las sílabas, el llanto de la materia y el rumor menor de las pirámides, y aún el de las sienes que andan con dos piedras! Bajad el aliento, y si el antebrazo baja, si las férulas suenan, si es la noche, si el cielo cabe en dos limbos terrestres, si hay ruido en el sonido de las puertas, si tardo, si no veis a nadie, si os asustan, los lápices sin punta, si la madre España cae –digo, es un decir- salid, niños del mundo, id a buscarla!…

Bibliografía

Navarrete Orta, Luis. (s/f). Trinchera de ideas: Pensadores y poetas de Nuestra América. Caracas, Casa de Nuestra América José Martí.

Vallejo, César. (2019). España, aparta de mi este caliz. Lima: Gato Viejo Producción Editorial.

Vallejo, César. (1989). Obra Poética Completa. Bogotá: Editorial La Oveja Negra.

 

[Fuente: http://www.rebelion.org]

Au début du XXe siècle, à la croisée du sport et du spectacle, la boxe moderne se constitue comme un « spectacle sportif » en se dotant de règles et d’une organisation.

Écrit par Victor FAINGNAERT

Sylvain Ville, historien du sport et maître de conférences à l’Université de Picardie Jules Verne, publie une version remaniée de sa thèse de doctorat soutenue en 2016. Le livre affiche dès son titre cette double ambition : saisir l’indissociabilité des codes sportifs et de la mise en scène théâtrale dans le spectacle de boxe. Ainsi l’auteur analyse les conditions d’émergence de la « boxe moderne ». Il met en perspective ses représentations, ses formes de pratique et d’encadrement ainsi que sa publicité, tant d’aspects qui font passer la boxe d’une pratique confidentielle à une culture de masse en l’espace de trente ans. De plus, en se concentrant sur la capitale française, Sylvain Ville étudie l’émergence de la scène parisienne comme l’une des plus actives de la boxe.

L’ouvrage est préfacé par Christophe Charle dont l’influence et les méthodologies se retrouvent tout au long du travail. En effet, Sylvain Ville mêle prosopographie, cartographie et fine connaissance de l’histoire culturelle pour retracer les débuts de la boxe et analyser les liens étroits qu’elle entretient avec le monde du spectacle. Son ouvrage documente les évolutions du groupe pugilistique : on suit alors les boxeurs en eux-mêmes, mais également leur encadrement (coachs et entraîneurs) ou encore organisateurs et journalistes qui gravitent autour de ce milieu. Les espaces de pratiques et de spectacles parisiens sont également mis à l’honneur, notamment à travers une comparaison avec Londres, afin de saisir l’importance de certaines salles dans la structuration du domaine. L’histoire de la boxe présentée est ainsi, non pas l’histoire de la transformation d’une pratique en sport, mais celle d’une lutte et d’une relation intime et privilégiée entre le monde du spectacle et le monde du sport, où promoteurs et membres des fédérations jouent un rôle déterminant pour réglementer la pratique.

Amateur ou professionnelle, sportive ou spectaculaire

Le théâtre de la boxe. Naissance d’un spectacle sportif (Paris-Londres, 1880-1930) Sylvain Ville 2022 PU Rennes 344 pages

Les carnets ethnographiques de Loïc Wacquant   font partie des travaux importants sur la boxe. Ce dernier insiste sur la différence fondamentale qui existe entre la boxe professionnelle et la boxe amateur. Il s’agit de deux sports totalement différents, la boxe professionnelle est ainsi à la recherche du coup marquant, blessant, du K.-O. et multiplie les rounds. De son côté, la boxe amateur se déroule en beaucoup moins de rounds, les boxeurs sont protégés avec un casque, et l’objectif même du combat est différent : il s’agit de multiplier les touches et donc les points.

Cette différence entre deux formes du combat pugilistique ne date pas de la fin du xxe siècle et se trouve même en réalité constitutive de l’émergence de la boxe. En effet, si dès 1867 la boxe amateur se codifie, notamment sous l’impulsion de l’Amateur Athletic Club (AAC) qui fixe le port de gants, la durée et le nombre de rounds, ou encore la répartition des points, la pratique ne se diffuse que sous l’impulsion d’une autre organisation nationale, l’Amateur Boxing Association (ABA). Cette dernière organise un championnat annuel, puis se constitue en opposition au professionnalisme et aux combats commerciaux des prize-fighting. Ces derniers sont des combats à mains nues et aux règlements assez flous avec des durées et un nombre de rounds variables. Pour autant, c’est le rapprochement de ces deux pratiques qui constitue l’essence de la boxe moderne, c’est-à-dire « le caractère structuré et réglementé de la boxe amateur et la dimension spectaculaire et lucrative du prize-fighting ». De fait, si elles s’opposent, ces formes de pratiques se confondent souvent dans ces premiers temps et plusieurs compétitions se font pour de l’argent, tout en se déroulant sous le règlement de l’ABA. Certaines rencontres opposent même « amateurs » et « professionnels ».

Dès ses origines, la boxe investit les salles de spectacle et s’éloigne du modèle sportif anglais traditionnel, qui s’apparente à une forme amateur et aristocratique du sport qui permettrait d’éduquer les pratiquants   . Une autre distinction fondamentale apparaît alors dans les pratiques pugilistiques, et Sylvain Ville propose de distinguer une « boxe sportive » et une « boxe spectacle », notamment dans une opposition répartie de part et d’autre de la Manche. Dans la boxe française, les assauts sont arrêtés par l’arbitre après chaque touche, et l’enchaînement est interdit. Il en découle un niveau de violence faible et une pratique très codifiée qui rappelle l’escrime. Cette dernière est censée éduquer les Français, en particulier dans une culture virile de l’honneur. Dans la boxe anglaise, de son côté, une des modalités qui se diffuse est le « combat » : les coups ne sont alors pas retenus, les boxeurs saignent et sont marqués physiquement. Bien plus violente, elle apparaît également bien plus spectaculaire. Face à la boxe sportive et dans un contexte d’anglophobie ambiant, elle est considérée comme brutale et « étrangère ».

La dérégulation d’une « culture sportive commerciale »

La boxe est intrinsèquement liée au monde du spectacle. À propos des formes contemporaines, Loïc Wacquant parle ainsi de « (re)présentation théâtralisée et hautement codifiée » que les boxeurs donnent d’eux en public et il qualifie les boxeurs « d’artiste de scène »   . Aussi, Sylvain Ville s’attarde à analyser la formulation des liens entre ces deux univers au début du xxe siècle.

À partir de 1907, la boxe anglaise explose en popularité, notamment sous une forme inédite de spectacle qui unifie boxe spectacle et boxe sportive. Relayée par la presse, ce nouveau combat pugilistique est la composante d’une soirée, avec plusieurs numéros, et non pas un spectacle en lui-même. Elle n’est pas soutenue par la Fédération Française de Boxe (FFB) qui considère la boxe « pervertie » par le spectacle. Cette dernière est toujours suspectée de chiqué et de manque à l’éthique sportive. De ce fait la FFB, qui considère avoir le monopole des titres, se refuse à confirmer les évènements de compétition organisés selon ces modalités et à officialiser les titres.

La boxe devient ainsi médiatique, non par ses instances de contrôle ou à la suite d’une volonté particulière, mais grâce au spectacle. La Fédération sportive de Boxe (FSB) tente alors de concurrencer la forme populaire en organisant elle aussi des spectacles. Il découle de cette rivalité un « marché des spectacles de boxe » où plusieurs acteurs et salles bataillent pour le monopole des représentations. Les fédérations s’associent à des salles emblématiques et forment alors plusieurs pôles d’organisation. La boxe et l’industrie pugilistique s’inscrivent parfaitement dans ce que Christophe Charle qualifie de « dérégulation culturelle »   , c’est-à-dire le bousculement des hiérarchies culturelles et leur mise en concurrence à la suite de l’avènement du libéralisme politique et économique, qui entraîne une réorganisation des activités culturelles et notamment du sport.

Progressivement s’opère une stratification des salles de représentation pugilistique : de petites salles avec des boxeurs prometteurs, et de grandes salles de spectacle. La cartographie des salles de boxe se recoupe avec la cartographie des théâtres parisiens   . En effet les salles se situent dans les quartiers bourgeois qui constituent des secteurs géographiques stratégiques par la proximité des gares, des hôtels, mais également du public. Malgré une majorité de places moins onéreuses, cela reste une activité coûteuse. Son succès grandissant s’accompagne d’un cercle vertueux qui se manifeste par la création de goodies.

Fort de ce succès, plusieurs règles sont instaurées pour améliorer l’expérience du public : on interdit de fumer pour éviter les ambiances opaques ou encore on demande aux femmes de ne porter ni chapeaux, ni coiffures qui gêneraient pour voir le combat. C’est entre 1910 et 1914 que la boxe devient le spectacle sportif à grand succès par excellence. Spectacle très prisé des milieux aisés, elle apparaît ainsi comme une pratique « doublement populaire ». Elle s’impose progressivement comme une culture de masse, c’est-à-dire une activité produite et reçue par un public des classes populaires tout autant que par toutes les fractions de la société. Des liens et de la relation étroite que la boxe entretient avec le monde du spectacle – les combats sont souvent annoncés dans la rubrique « spectacles et concerts » – il résulte qu’elle est une « culture sportive commerciale ».

Codifier, structurer, organiser

Pour autant, ce succès ne fait pas taire plusieurs critiques qui continuent de voir dans la boxe un voyeurisme de la violence et des combinaisons financières. De fait, l’exhibition et les pratiques du sport moderne sont un enjeu de lutte entre plusieurs acteurs, notamment pour en faire accepter la pratique   . À titre d’exemple, si la boxe reste une activité moralement réprouvée, la présence de spectatrices permet, toutefois, de banaliser le combat. Elle apparaît ainsi comme un terrain privilégié pour saisir l’influence de différents domaines dans la structuration d’une activité. En effet, les journalistes, les présidents de fédérations ou encore les promoteurs rivalisent d’influence pour donner sa forme moderne à la boxe et c’est la coexistence de ces différentes conceptions qui fait de la boxe cette pratique hybride à la croisée des genres.

Si la FSB revendique le monopole de l’organisation et que ce rôle théorique est admis par les organisateurs qui veulent aussi une régulation du marché, dans les faits, le choix du lieu et le choix de l’heure des combats sont une négociation avec les boxeurs et leurs managers : il faut pouvoir combiner le combat avec d’autres matchs ayant lieu dans la capitale. Plus les boxeurs sont reconnus et ont du succès, plus les négociations sur toutes les facettes de l’organisation de la soirée sont autorisées.

Dans le même temps, de plus en plus de boxeurs deviennent « professionnels ». Ce phénomène n’indique pas une réelle professionnalisation du milieu, mais reflète surtout sa dimension commerciale : les boxeurs sont rémunérés donc considérés comme professionnels. De fait, cela se traduit également dans l’encadrement et le terme de « professionnels » qui désigne progressivement tous les « intermédiaires de ring », c’est-à-dire tout autant les combattants d’un soir que les entraîneurs, les professeurs ou les managers. Accompagnant tous ces phénomènes, la boxe est aussi au cœur d’imaginaires d’ascension sociale   qui se trouvent contredit par l’analyse socio-historique de Sylvain Ville. Si les jeunes qui commencent une carrière sont majoritairement issus des milieux artisano-tertiaires, on retrouve à la fin de leur carrière très peu de réelle ascension sociale.

Avec ce succès grandissant de la boxe, la préfecture de police s’empare du sujet et tente d’élaborer un règlement officiel. Considérée comme une ingérence de l’État dans leurs affaires, les organisateurs souhaitent alors codifier eux-mêmes la pratique pour l’uniformiser. À la suite d’un grave accident, le dossier traînant, le préfet de police interdit les combats de boxe. Dès lors, la question de l’autorité légitime à réglementer se trouve très vite au cœur d’une opposition entre deux pôles : la Fédération Française de Boxe Professionnelle (FFBP) et la Fédération Française de Boxe et de Lutte (FFBL), chacune associée à une salle de spectacle et à des journaux. Au terme de plusieurs commissions, un règlement est adopté, il permet à la FFBL de s’imposer en revendiquant le texte comme le leur, même si ce dernier reprend aussi de nombreuses propositions de la FFBP. C’est également à ce moment, dans un « esprit sportif », que se définissent les catégories de poids. Même si cela n’est pas forcément appliqué, car les étrangers n’ont pas les mêmes catégories, c’est cette dynamique qui va permettre de structurer les récompenses et les titres à l’échelle internationale.

Dans les années 20 et 30, la FFB domine, c’est une fédération internationale et l’objectif n’est plus alors seulement de réglementer la boxe, mais également de constituer une éthique sportive. Le sport se dote alors de règles et de codes extrasportifs constituant un ordre éthique et moral. La boxe devient plus qu’un sport ou qu’un spectacle, elle fait du pratiquant un être à part   . L’entente se poursuit entre fédérations et organisateurs pour donner une nouvelle image à la boxe. Une fois ce code moral mis en place, ils luttent contre d’autres formes de combats qui ne le respecterait pas. Suspecte de tricherie, la « boxe foraine » est au centre des critiques. De fait, la boxe n’est pas exempte des jugements sociaux de race et de classe et en reproduit même les mécanismes.

Au terme du livre, on peut regretter que la promesse du titre « Paris-Londres » et la comparaison entre les deux villes ne soit pas pleinement pratiquée. Annoncée dès l’introduction, la ville de Londres ne sert que de contrepoint à différents moments, notamment dans le premier chapitre pour la stabilisation de la pratique pugiliste. Pour autant, l’intérêt du livre est de sortir d’une conception de l’histoire du sport comme le passage d’une pratique élitiste à une pratique de masse et d’une histoire de la boxe comme celle de la transformation d’une pratique en sport. Sylvain Ville montre ainsi comment, dès le début et jusqu’au milieu du XXe siècle, la pratique pugiliste se trouve au croisement des différents registres. C’est ainsi cette coexistence des mondes qui participe de la stabilisation d’une pratique sportive et spectaculaire.

 

[Source : http://www.nonfiction.fr]

Selon Ian Fleming Publications, les romans d’espionnage de Ian Fleming mettant en scène James Bond vont être purgés de leurs passages jugés racistes. Une annonce qui intervient quelques jours après la réécriture des livres pour enfants de Roald Dahl, qui a suscité la polémique au Royaume-Uni et dans la communauté littéraire. Jean Le Gall, directeur général des éditions Séguier, Cherche-Midi et Sonatine réagit à ces pratiques.

L’éditeur Jean Le Gall, en 2021

Propos recueillis par François Forestier

« Ces anecdotes de purification des textes sont certes spectaculaires, mais ne sont en réalité que la partie émergée d’un problème plus large et plus profond. Ce qui n’est jamais dit, c’est que si ces éditeurs se précipitent parfois dans la réécriture des œuvres et se montrent aussi serviles envers les nouvelles sensibilités, c’est qu’ils ont flairé une bonne affaire. La morale, telle qu’elle est pratiquée aujourd’hui, est rentable. Elle plaît au marché. Elle est la martingale des marchands ! Ce “discours imposé” non seulement ne gêne pas les financiers, mais leur est profitable. Je pense à une phrase de Marx : faire les poches et faire la morale, c’est la même chose.

La littérature s’en trouve prise dans un étau. D’un côté, les supposées déviances sont chassées des textes classiques ; de l’autre, la littérature contemporaine est produite à condition d’être irréprochable au regard de l’hygiène morale. Le roman d’aujourd’hui est réduit à l’état de discours, et sa carrière commerciale dépend entièrement de l’orientation de ce discours. Il n’est que de se promener dans les librairies : les rayons féminisme, écologie, etc. ont remplacé ceux qui autrefois étaient consacrés au cinéma, au théâtre ou à la poésie. C’est un segment commercial, en position d’hégémonie culturelle. Cela profite à des auteurs, et ils sont nombreux, plus disposés à revendiquer une cause ou une indignation qu’à produire une œuvre.

Au fond, ce que l’on peut surtout déplorer, c’est que cette exagération permanente de l’émotion travaille à l’usure de la pensée. Quant à l’art de raconter une histoire, il se meurt. Depuis quand l’écrivain est-il flanqué d’une mission sociétale ou politique ? Zola est au faîte de sa renommée littéraire quand il s’engage dans l’affaire Dreyfus : il ne l’a pas attendue pour commencer sa production romanesque. Robert Musil, de son côté, avait même mis les pieds dans le plat en assurant que la défense de la culture ne signifiait pas qu’elle s’engage dans la lutte politique mais au contraire qu’elle s’en tienne éloignée. Son jugement sous-jacent étant sans appel : la politique dégrade et abêtit irréparablement la culture.

« On semble attendre de l’écrivain qu’il soit un militant »

Aujourd’hui, on semble attendre de l’écrivain qu’il soit un militant. Où l’imagination ? Où les idées ? Où les merveilles ? Il semblait pourtant acquis que la littérature était par essence hors du champ de la morale. Elle peut, par moments, coïncider avec un engagement, mais c’est une bêtise que de vouloir la limiter à cela. Et d’ailleurs, que sont ces affaires de réécriture des œuvres de Ian Fleming ou Roald Dahl, sinon une offensive de la bêtise ? Une offensive qu’aucun intellectuel n’avait vu venir – même parmi les plus prophétiques. Une offensive d’autant plus redoutable qu’elle porte les habits de la culture (on le sait désormais : non seulement la culture ne nuit pas à la bêtise, mais elle lui donne des ailes).

Quand on lit, dans “le Monde” du 27 janvier, dans l’interview d’André Gunthert, historien des cultures visuelles, et de Carole Talon-Hugon, philosophe spécialiste d’esthétique, que “la valeur morale d’une œuvre fait partie de sa valeur artistique ; qu’une valeur morale positive augmente la valeur artistique, alors qu’une valeur morale négative la diminue”, c’est stupéfiant. Et ces penseurs d’ajouter : “Certaines représentations favorisent le développement de parts sombres de l’humain – ce faisant, elles contribuent à des actes condamnables.”

Si on prend les extraits du procès Flaubert, [intenté au romancier en 1857] à propos de “Madame Bovary”, c’est fascinant : le procureur Pinard dit rigoureusement la même chose ! Il attirait alors le regard du juge sur l’effet supposément toxique du roman à l’égard des lectrices, en disant que le livre exaltait l’adultère. Alors, que veulent-ils donc, les procureurs Pinard d’aujourd’hui ? Ils veulent que l’art et la culture soient au service des “nouvelles sensibilités”. Ils veulent un art homologué, un art officiel.

Avec l’affaire Roald Dahl, on est passé de la critique de l’œuvre à la police de l’œuvre. C’est une façon de dire : il y a des limites à la littérature. Que s’est-il passé pour que de telles idées, aussi incroyablement conservatrices, soient néanmoins classées à gauche et perçues comme des “progrès” ? Que s’est-il passé pour que le pays des philosophes, de l’émancipation et de la majesté de l’individu accepte une pareille police des mœurs et de la pensée ? Signalons que l’obscurantisme prend de trop graves proportions lorsqu’on lui accorde de ressembler aux Lumières.

Par chance, il existe des auteurs qu’on ne pourra jamais corriger : Sade ou Céline ou Genet, par exemple. Mais, pour un ou deux livres qu’on projette d’épurer, combien de romans d’aujourd’hui ne seront pas édités ? Il fut un temps où le métier de l’édition se définissait contre la pudibonderie et les conservatismes ; il faut craindre que les Pauvert, Losfeld, Tchou, Lindon ou Desforges ne fassent plus école. »

[Photo : ARNAUD MEYER/LEEXTRA/CHERCHE-MIDI – source : http://www.nouvelobs.com]

El idioma ídish tuvo una breve época de gloria en las últimas décadas del siglo XIX y primeras del XX. Tras casi un milenio de existencia de esta lengua, de pronto el judaísmo europeo desató una oleada de talento en su propia “jerga”, que se expresó primero en la literatura y el teatro, y más adelante en la música popular y el cine.

Los tres pilares de la literatura ídish fueron Shalom Abramovitch (con el seudónimo de Méndele Móijer Sfórim), Itzjak Leibush Péretz y el más popular de todos Shalom Aleijem, llamado “el maestro de la risa judía”.

Escrito por Sami Rozenbaum, director del NMI

Nació con el nombre de Sholem Rabinovich en Pereyaslav, provincia de Poltava del Imperio Ruso (actual territorio de Ucrania), el 2 de marzo de 1859. Fue el tercer hijo de Menajem Nahum Rabinovich y Jaie Ester Zelding. Se trataba de una familia acomodada, religiosa pero sumergida en la cultura universal y aficionada a la literatura de la Haskalá (Iluminismo o Ilustración judía). Sin embargo, poco después su padre fracasó en los negocios y la familia se vio reducida a difíciles condiciones económicas.

Sholem fue criado en el shtetl (pequeña aldea mayoritariamente judía) de Boronkov. Desde pequeño demostró una gran capacidad de observación e imitación de los vecinos que veía en el shtetl, que más adelante lo inspirarían para crear sus personajes. Después regresó a Pereyaslav, donde cursó el gymnasium (bachillerato).

Cuando tenía 13 años, su madre murió en una epidemia de cólera; su padre contrajo nuevo matrimonio con una mujer de mal carácter, Jane, muy dada a insultar y maldecir a todos sus hijastros. Sholem elaboró un detallado glosario de estas expresiones, que le sería muy útil en su vida literaria; mucho después, Jane fue uno de los personajes más destacados de su autobiografía. También por aquella época el joven leyó la novela Robinson Crusoe, y escribió una versión en que imaginaba que el protagonista era judío.

Sin embargo, impulsado por su padre, Sholem continuó sus estudios religiosos. A los 21 años ejerció brevemente como rabino designado por el gobierno en el pueblo de Lubny, donde trabajó por apoyar a los más pobres.

NACIMIENTO DE UN ESCRITOR

Ya desde adolescente, Sholem trabajó como maestro particular de idioma ruso; así conoció a Olga Loiev, hija de un importante hombre de negocios, con quien contraería matrimonio en 1883, contra los deseos de este.

Por esas fechas abandonó su trabajo como rabino y comenzó a enviar sus primeros artículos en hebreo a los diarios Hatzefirá y Hamelitz, y en ídish en el Idishes Folksblat de San Petersburgo, donde publicó su primer cuento basado en su noviazgo con Olga, Tzvéi Shtéiner (“Dos piedras”); este trabajo lo firmó como Shalom Aleijem, saludo hebreo que significa “La paz sea con ustedes”, aunque en el uso común quería decir más bien “¿Cómo te va?”. Al parecer empleó el seudónimo para ocultar su identidad de la familia, sobre todo de su padre; en aquella época el ídish aún no era muy bien visto en los medios intelectuales judíos, por lo que fueron muy comunes los seudónimos. En poco tiempo, Shalom Aleijem se volvió popular gracias a sus trabajos en el Idishes Folksblat.

Eran días de decepción para la juventud judía rusa: tras un período de apertura en el país, durante el cual muchos habían apostado por asimilarse a la cultura general y entraron por miles a las universidades, tras el asesinato del zar Alejandro II comenzó una serie de pogromos. Unos cuantos de los decepcionados decidieron marcharse a Palestina para reconstruir el hogar ancestral; pero la mayoría optó por concentrarse en desarrollar su propia cultura judía como minoría nacional dentro del imperio.

Shalom Aleijem se radicó en Bielozerkov, en la provincia de Kiev. Al fallecer su suegro heredó su fortuna, le tocó administrar sus bienes y volvió a disponer de recursos para una vida acomodada; sacaba tiempo de su trabajo en el comercio, la bolsa y los seguros para hacer lo que realmente le interesaba: escribir. En esta época publicó varias novelas, cuentos, crítica literaria, seriados y poemas, no solo en ídish sino también en hebreo y ruso.

En 1888, uno de sus años más productivos, Shalom Aleijem editó, con sus propios fondos, un anuario de literatura ídish titulado Di Idische Folksbibliotek, con el cual buscaba elevar el nivel de respetabilidad de la lengua y promocionar a sus nuevos autores. Este anuario causó gran revuelo, y fue un elemento fundamental en la consolidación de la “alta cultura” ídish.

Ese mismo año, Shalom Aleijem publicó su novela Sender Blanc y su familia, donde dio muestras de un estilo humorístico que incorporaba la crítica social. A diferencia de I. L. Peretz y Méndele Móijer Sfórim, su tono no era satírico ni psicológico; el humor lo acercaba a los lectores.

Una de sus creaciones imperecederas fue “Kasrílevke”, un shtetl imaginario que reunía peripecias y personajes que podían identificarse en cualquier shtetl. La mayoría de sus historias tendrían lugar allí, aunque también inventó las aldeas de Anatevka y Bóiberik, y la gran ciudad de Yejúpets. Los habitantes de los shtetls mostraban, en sus palabras, “la capacidad para soportar, sobrellevar y sobrevivir a toda suerte de calamidades que la vida y los hombres les acarrea. Sin embargo, por muy dolorida que esté, la gente del shtetl no pierde la jovialidad, la sonrisa, el chiste, la broma para endulzar los amargos infortunios”.

El shtetl de Shalom Aleijem, a diferencia de la imagen que habían creado otros escritores, no es un lugar estancado; en medio de la pobreza y el barro sus habitantes se “mueven”, emprenden nuevos proyectos y, sobre todo, piensan en salir al gran mundo. Las historias de Kasrílevke son, en cierta forma, cíclicas. Los personajes atraviesan inicialmente momentos buenos; luego ocurre alguna “catástrofe” grande o pequeña, todo parece desmoronarse, pero al final hay un renacimiento, un resurgir. Es el ciclo de vida del judío de la diáspora.

Muchas de las historias de Shalom Aleijem están narradas en primera persona por sus protagonistas, en forma de cartas o monólogos. Casi siempre se publicaban por entregas y después se recopilaron en forma de libros, de los cuales se editaron unos 40 en total. En algunos casos estos seriados duraron más de 20 años, prácticamente hasta la muerte del autor.

PERSONAJES MEMORABLES

En 1890, Shalom Aleijem editó el segundo anuario de literatura ídish; pero ese año la fortuna dejó de sonreírle una vez más, al perder todos sus ahorros en la bolsa. Se marchó de Rusia y residió por breve tiempo en París, Viena y Chérnovitz, antes de reunirse con su familia en Odessa, cuando su suegra pagó sus deudas.

Esta fue la época más dura para Shalom Aleijem, en la cual escribió mucho menos. Sin embargo, dio vida a dos personajes inmortales: Menájem Mendl y Tevie el lechero, verdaderos arquetipos del judío del shtetl.

Menájem Mendl es un hombre pobre en lo material y lo intelectual, pero siempre lleno de grandes planes y fantasías, de las que habla todo el tiempo buscando convencer a los demás. Predeciblemente sus planes fracasan, arrastrando con ellos a sus desventurados “socios”; pero Menájem Mendl “se vuelve a levantar y comienza de nuevo a edificar castillos en el aire”, como escribe Samuel Rollansky, biógrafo de Shalom Aleijem. La esposa de Menájem, Sheine Shéindl, tiene que soportar las interminables quimeras de su marido, ese bribón ingenuo que genera una simpatía irresistible.

El estilo humorístico de Shalom Aleijem esconde con frecuencia la crítica social. Un ejemplo es el cuento Tres cabecitas, que describe a tres hermanitos pequeños que viven en un minúsculo apartamento en la ciudad, en medio de la miseria. El mayorcito ya va al jéder (escuela de primeras letras), por lo que los otros dos, un niño y una niña, lo admiran. Él les cuenta sobre las cosas que ve y aprende, dejándolos maravillados, como cuando les habla de grandes edificios llenos de ventanas, máquinas que cosen solas y cómo crecen los árboles. Porque los más pequeños no salen nunca del minúsculo hogar; solo pueden mirar por la ventana mientras su padre trabaja armando cajas, y su madre cocina y limpia.

“UNA SOLA VENTANA, MINÚSCULA, QUE SE DISPUTABAN LAS TRES CABECITAS. ¿QUÉ VEÍAN POR LA VENTANA? UNA PARED; UNA PARED ALTA, ANCHA, GRIS, HÚMEDA, PERMANENTEMENTE HÚMEDA. HASTA EN VERANO. ¿Y EL SOL? ¿LLEGABA EL SOL? SÍ, DESDE LUEGO, LLEGABA A VECES. NO PRECISAMENTE EL SOL, SINO SU REFLEJO. EN ESAS OCASIONES, VERDADEROS MOMENTOS DE FIESTA, LAS TRES BELLAS CABECITAS SE LANZABAN A LA VENTANA, ALZABAN LA VISTA, MIRABAN HACIA ARRIBA, BIEN ARRIBA. VEÍAN UNA CINTA AZUL, UNA FRANJA AZUL, LARGA Y ANGOSTA”.

No sorprende que algunos críticos hayan llamado a Shalom Aleijem “el Charles Dickens judío”.

Pero el personaje más célebre de Shalom Aleijem es el entrañable Tevie el lechero. En palabras de Rollansky, “Tevie es el hombre del pueblo, trabajador, que ama al mundo, a los hombres y a todos los seres vivos que pueblan la Tierra. Vive una existencia plagada de sufrimientos, pero no se queja de nadie. Todo lo acepta con una sonrisa en los labios. Lo habrá dispuesto el destino… Tevie no puede odiar, ni siquiera a sus enemigos. Y enemigos los tiene, aunque no sabe por qué. Sus vecinos gentiles, con quienes convivió toda la vida en pacífica armonía, lo expulsan de la aldea y desbaratan su hogar. Todos ellos, no obstante, aseguran que Tevie es un buen hombre ‘aunque sea judío’”…

Las historias de Tevie pintan un fresco de la vida del shtetl en la dramática transición de finales del siglo XIX y principios del XX: hijas que escogen sus propios esposos, ideas políticas revolucionarias, pogromos, sionismo, la emigración a América. Tevie lo enfrenta todo empleando frases de los textos sagrados, que cita e interpreta en una forma muy personal. Discute con Dios, se enoja con él, luego lo perdona y sigue adelante. Tevie es el pueblo judío en toda su universalidad.

No sorprende que los cuentos de Tevie el lechero, en una selección titulada El violinista sobre el tejado, hayan podido adaptarse al teatro musical y el cine con un éxito resonante.

LOS GOLPES DE LA VIDA

En 1903 se produjo el terrible pogromo en Kishinev, en la actual Moldavia, donde murieron decenas de judíos y cientos de familias perdieron sus hogares. Esto sacudió profundamente a Shalom Aleijem, quien organizó la edición de un libro a beneficio de las víctimas y sus familias titulado Auxilio: una antología para la literatura y el arte, que se editó en Varsovia en 1904. En esta gran obra colaboraron entre otros León Tolstoi —con quien Shalom Aleijem mantenía correspondencia—, Anton Chéjov y otros grandes literatos rusos. Otras de sus amistades fueron los poetas Máximo Gorki y Jaim Najman Bialik.

Pero en 1905 el terror lo tocó más de cerca: en el propio Kiev, donde vivía, se produjo un pogromo antijudío a raíz de la Primera Revolución Rusa. Shalom Aleijem y su familia decidieron trasladarse a Estados Unidos, adonde llegaron con dificultad en 1906, tras pasar por ciudades como Lémberg (Lwow), Amberes y Londres. Las dificultades burocráticas que tuvo que enfrentar las plasmó en una serie que había comenzado a escribir poco antes: Mótel, el hijo del cantor Peise.

Mótel es un niño de 8 años que queda huérfano. Su madre y hermano venden todos los muebles y demás posesiones para reunir dinero y marcharse a América. En el largo periplo, durante el cual atraviesan buena parte de Europa, los acompaña un amigo de su hermano, Piñe, un intelectual excéntrico que siempre tiene los bolsillos llenos de papelitos con notas, apasionado por la libertad y modernidad que encontrarán en Estados Unidos, donde todos los judíos viven bien…

A este grupo de emigrantes se van añadiendo por el camino otros miembros de su familia extendida y conocidos de Kasrílevke. Porque en Mótel, el hijo del cantor Peise, el shtetl se disuelve, se disgrega, huye definitivamente del viejo mundo que tan mal lo ha tratado. La última parte de la serie transcurre en Nueva York, donde los emigrantes descubren que las cosas no son tan fáciles, pero son libres y siempre existe la posibilidad de nuevos comienzos.

LA INMORTALIDAD

A pesar de la cálida bienvenida que recibió en Nueva York, Shalom Aleijem no logró sostenerse económicamente y regresó decepcionado a Europa. Había enfermado de tuberculosis durante uno de sus viajes por Rusia; desde entonces pasó largas temporadas postrado en cama, pero no abandonó el trabajo. Esta convalecencia le impidió asistir a la primera Conferencia Internacional de la Lengua Ídish, celebrada en Chernovitz en 1908.

Shalom Aleijem volvió a escribir con profusión, lo cual le resultaba imprescindible para sostenerse económicamente. A pesar de su popularidad, sus trabajos solo enriquecían a los editores y favorecían a los dueños de la creciente cantidad de periódicos ídish de Europa y Norteamérica. También comenzó a hacer lecturas de sus obras, que atrajeron a un numeroso público en una época en que se hablaba ídish en todas partes. Escribió algunas obras de teatro que, aunque con distinto éxito, se representaron en Alemania, Francia, Estados Unidos y otros países.

En 1914, al estallar la Primera Guerra Mundial, emprendió de nuevo viaje a Estados Unidos con su familia, y volvió a radicarse en Nueva York. Allí falleció el 13 de mayo de 1916. Mótel, el hijo del cantor Peise quedó inconcluso, así como su autobiografía, Funem yarid (“Desde la feria”).

Activo sionista

Además de su dedicación a la narrativa, Shalom Aleijem fue también un apasionado sionista. En la década de 1880 se había afiliado al movimiento Jibat Zion (Amantes de Sión), para el cual escribió varios folletos propagandísticos. En 1897, a raíz del Primer Congreso Sionista, fue autor del influyente opúsculo ¿Por qué necesitan los judíos un país? También escribió una “novela sionista”, Los tiempos del Mesías (1898). Más tarde, en 1907, fungiría como representante de los judíos neoyorquinos en el Congreso Sionista celebrado en La Haya.

A pesar de su sionismo, estaba de acuerdo con los “bundistas” (militantes de la cultura y la organización sindical judía en Europa) en que el ídish debía ser un idioma nacional de los judíos.*

*Véase el dossier “Los judíos y las luchas laborales”, en NMI Nº 1830: http://bit.ly/1QYGF95

Las crónicas de la época señalan que al conocerse la noticia de su fallecimiento casi todos los establecimientos judíos de Nueva York cerraron sus puertas. El velorio duró dos días, y cientos de miles de personas acompañaron los restos del escritor al cementerio de Brooklyn.

“Quiero que mi nombre se recuerde con risa, o no se recuerde”, escribió en su testamento. Él mismo no imaginó cuán recordado sería. En Israel, Estados Unidos y Europa Occidental sus obras no han dejado de editarse durante el siglo trascurrido. En la Unión Soviética, incluso bajo el estalinismo, se le consideró un defensor de los campesinos y proletarios, y sus trabajos circularon por millones de ejemplares en varios de los idiomas de ese imperio. Tras la desintegración de la URSS han aparecido monumentos, calles, escuelas, monedas y estampillas con su nombre en Rusia, Ucrania, Rumania, Lituania y Birobidyán, así como en Israel, Estados Unidos, Australia, Argentina y muchos otros países.

Shalom Aleijem se convirtió en sinónimo de la literatura ídish, y a la vez en el escritor judío más universal de los tiempos modernos. Con su humor marcó el auge y declive del shtetl, ese universo rico, dinámico y profundo que pronto desaparecería en la vorágine de la historia.

Fuentes:

  • Eduardo Weinfeld, compilador (1957). Literatura ídish. México: Editorial Enciclopedia Judaica Castellana, serie Tesoros del Judaísmo.
  • Encyclopaedia Judaica, volumen 14 (1971). Jerusalén-Nueva York: The MacMillan Company.
  • Samuel Rollansky (1966). Schólem Aléijem, la sonrisa de la vida judía. Buenos Aires: Biblioteca Popular Judía.
  • Shalom Aleijem (1968). Cuentos de niños. Buenos Aires: Acervo Cultural Editores.

 

[Reproducido en nmidigital.com]

O que se conta a partir do que se diz.

Escrito por António Rodrigues

“Embora as capas dos livros fiquem chamuscadas, o texto, as ideias, são acessíveis. Apesar do risco, do perigo e da barbárie, a cultura é recuperável.” Joan Fontcuberta, fotógrafo catalão

Fahrenheit 451

No ano do centenário do nascimento de Ray Bradbury, Joan Fontcuberta inaugurou esta semana em Barcelona a exposição Cultura assetjada: Fahrenheit 451. O fotógrafo catalão pediu a um bombeiro profissional que queimasse 451 livros, mas de maneira a que lhe permitisse salvá-los das chamas para a exposição que agora se pode ver até ao dia 27 na livraria Ona, que é também uma homenagem ao prolífico autor de ficção científica. As capas ficaram chamuscadas, tal como muitas páginas, mas as ideias que os livros contêm emergem do fogo com força redobrada para nos incendiar as ideias: “Apesar da violência sofrida, o livro sobrevive e perdura”, diz Fontcuberta, citado pelo La Vanguardia. Ignorância e resistência, a dicotomia do mundo; perante ataques à ciência, às vacinas, a teorias que de tão comprovadas julgaríamos à prova de fogo, como isso de que a terra é redonda, só podemos ir salvando o conhecimento das fogueiras de santas e laicas inquisições, esperando que a sua comprovada resistência de séculos seja capaz de se manter ignífugo no futuro. “Não é um acto de ódio, mas de amor”, sublinha o fotógrafo, “se o livro é o antídoto da incultura, também é da antidemocracia, da ascensão do totalitarismo, que cresce por todas as partes”.

A sanha e o bibliotecário

O conhecimento sempre esteve debaixo do fogo ao longo dos séculos da existência humana – os interesses políticos e o obscurantismo não lidam bem quando contrariados e reagem em força: as cinzas acabam com o inconveniente dos factos e as ideias antagónicas desvanecem-se no ar. Richard Ovenden, o mais alto responsável da Biblioteca Bodleiana, da Universidade de Oxford, acaba de publicar um livro sobre esses momentos em que o conhecimento esteve sob ataque ao longo da história, de Nínive, na Mesopotâmia, até aos feudos digitais da internet, passando por Harare, por Kuala Lumpur, por Sarajevo: Burning the Books: A History of Knowledge Under Attack. Percurso pela sanha dos homens contra as ideias e o seu principal suporte, os livros, revela-se também como homenagem aos esforços anónimos de bibliotecários para salvar o conhecimento humano das trevas da civilização. O livro é o estrangeiro a quem atribuir culpas, o estranho contra quem o populista solta os cães esfaimados da ignorância. Quanto ao bibliotecário, é o guardião anónimo disposto a sacrificar-se pela salvação da torre. Como diz Rhodri Lewis, na revista Prospect, a maior parte do livro de Ovenden está dedicado ao esforço dos bibliotecários para preservar o livro da destruição.

Escudo de humanidade

Em The Book Collectors: A Band Of Syrian Rebels and the Stories That Carried Them Through a War, a jornalista Delphine Minoui conta a história do cerco a Daraya, nos arredores de Damasco, que durou quase quatro anos, através dos homens que criaram uma biblioteca clandestina na cave de um prédio abandonado. Perante a realidade atroz da guerra síria, estes homens refugiaram-se nos livros. O livro foi publicado há três anos em França, mas a edição agora da tradução inglesa levou a Elle a falar com a autora de uma obra que passou a ser estudada nas escolas em França e já deu origem a uma peça de teatro na Bélgica. Para Delphine Minoui a biblioteca de Daraya é “uma metáfora muito poderosa da resiliência dos seres humanos em tempos de desespero”. Os livros são um alvo predilecto dos ditadores porque levantam questões, põem em causa certezas, minam verdades absolutas coisas com que o poder autoritário lida muito mal. No meio das balas, dos bombardeamentos, da escassez, os bibliotecários de Daraya salvaram livros dos escombros, promoveram debates, fundaram uma revista, criaram uma universidade de facto – um escudo de normalidade num quotidiano aberrante. Os livros não impediram as bombas de lhes cair em cima, mas, como diz a jornalista, ajudaram-nos a manter-se humanos.

Queixa das almas autocensuradas

A Escócia prepara uma nova lei contra o crime de ódio que pode levar à censura de livros, jornais e outras publicações, de tal modo o seu poder é discricionário naquilo a que apelida discurso “inflamatório”. A Sociedade Secular Nacional lançou o alerta para uma lei “draconiana” que vai acabar por ser “contraproducente” e a Rede de Organizações Sikh avisa que a legislação acabará por ser “uma arma” nas mãos daquilo a que chama de “arqueólogos da ofensa”. Isso de mergulhar em textos do passado e coá-los aos olhos da actualidade, com um puritanismo neutralista quase tão inflamatório como é e foi o discurso religioso, panfletário ou provocador ameaça deixar-nos entregues à censura moral de uma época aplicada a todo o passado com implicações no futuro. Ao expurgar do antes os excessos de linguagem, estamos a entregar ao depois uma anódina visão do passado. E o presente encarregar-se-á da sua própria purga. Como diz o PEN Escocês, citado pelo The Times, os temas sensíveis vão desaparecer da literatura porque os escritores tenderão a autocensurar-se se “sentirem que o seu trabalho e comunicação estiverem a ser monitorizados pelo Estado”. Uma carta aberta assinada por vários escritores alerta para uma lei que pode vir a “sufocar” a liberdade de expressão. Quando queremos apagar o fogo das palavras estas deixam de poder incendiar a paixão.

 

[Fonte: http://www.publico.pt]

Artista polifacético, o tempo da creatividade fai que Carlos Saura (Huesca, 1932) leve unha vida ben distinta aos seus coetáneos. O home que departiu con Charles Chaplin (en tempos sogro seu), e que formou parte dos grandes movementos artísticos dos anos 50, o cineasta que levou premios en Cannes ou Berlín en anos de indixencia, consagrouse con La caza (1965) converténdose no tardofranquismo nun experto nos límites do que se pode dicir nunha sociedade con censura e métodos represivos. O inconformismo, o afán innovador e a pelexa cos mecanismos de representación están presentes en toda a súa obra.

Escrito por José Manuel Sande

Conversador ameno e persoal, os tópicos e as condutas desactualizadas quedan lonxe da súa particular constelación. Saura é pintor, escritor e ten unha envexable colección de cámaras fotográficas que emprega con mestría. O verán de 2019 residiu máis dun mes na cidade da Coruña, onde dirixiu unha ópera, a súa proteica versión (debuxos e escenografía incluída) do Don Giovanni de Mozart.

Como lembras os teus inicios profesionais no cine? Inicieime na longametraxe en 1959 con Los golfos, unha película verdadeiramente na rúa, cámara en man, avanzada en moitos aspectos. Viña da escola documental, primeiro da escola de cine (IIEC) e logo de facer un par de documentais, e a verdade é que me interesaba un cine con esa presenza. Quería facer unha película dura, de acordo coa época que viviamos. Estaba influído polo neorrealismo, malia que sempre desconfiei da súa parte tenra. No guión colaboraron Mario Camus e o galego Daniel Sueiro. Tivemos a sorte de que foi elixida para o Festival de Cannes de 1960, un milagre. Foi unha experiencia fermosa. Alí, Luis Buñuel mais eu fixemos amizades. Xa coñeces a historia de Los golfos. A censura obrigou a cortar dez minutos e cando cheguei a España pensei que xa nunca máis faría cine. Estaba convencido e custoume moito traballo rematar a seguinte película, Llanto por un bandido (1963), que arruinaron. Logo ocorréuseme La caza (1965).

Fotograma de La caza (1965)

A partir do éxito de La caza, con Peppermint frappé (1967), El jardín de las delicias (1970) ou Ana y los lobos (1972) trazas unha brillante traxectoria marcada polo inconformismo formal e a construción dun fresco ambicioso, con amplos rexistros da nosa propia Historia. Un cine caracterizado polas exploracións da memoria, o tempo fílmico e a historia, a representación, a evocación e a psicanálise, cheo de elementos persoais e capaz de fundir a micro e a macrohistoria con resonancias metafóricas. A verdade é que, visto agora, é complicado pero simplificaríao así. A min non me interesaba demasiado realizar un cine realista ou alarmista. De feito, La caza sería o meu límite de realismo exacerbado. O que me interesaba era facer un cine moito máis imaxinativo e, a partir de aí, diferencieime do que se viña facendo nese sentido en España. Imaxinativo, mais adaptándome á sociedade na que vivía e, sobre todo, falando sobre a familia non só nun sentido político, senón como entidade que tiña unha importancia moi poderosa, unha sorte de mafia, unha estrutura de poder. Fíxate, sempre digo que a familia é a base da corruptela mediterránea, porque eses vínculos familiares fan que un se protexa fronte a outra familia. Eu déboche a ti un favor, ti débesme outro, ese tipo de relación. E dalgunha forma nace a corruptela, que segue actuando neste país.

É difícil enlazar tantas propostas estimulantes como as que fas nos anos 60-70, unha etapa moi frutífera que adquire dimensión internacional, un prestixio in crescendo grazas a La prima Angélica (1973), Cría cuervos (1975) e a excelente Elisa vida mía (1977) da que, nunha operación á inversa do habitual, farás unha novela posterior (2004). Este período vén marcado por estas constantes. Como analizas ti agora a evolución da túa carreira? Son incapaz de facer unha autoanálise dos meus filmes. Dirixín preto de cincuenta, pero non me gusta moito falar das miñas películas. Creo que cada unha pertence a unha época da miña vida. Como baremo global, dous aspectos. O primeiro, unha película é unha aventura e se non existe ese compoñente non me interesa facer nada; e segundo, o emprego da imaxinación, procurar outra forma máis creativa que exceda o documentalismo, o realismo. Prefiro utilizar esas cousas marabillosas do ser humano que son os recordos, a memoria, etc., o que máis traballei desde que comecei a facer cine.

En canto á carreira, non sei. Ten sido unha traxectoria interrompida ás veces. Non sempre puiden facer o que quixen. Por infinidade de condicionamentos quedaron moitos proxectos no aire, sen realizar. Malia ser unha carreira de obstáculos, creo que podo estar satisfeito de chegar ata aquí e de seguir traballando, que me parece xa un milagre, máxime neste país tan complicado. Houbo unha época na que se dixo que iso do cine de autor era unha imbecilidade e se me apartou totalmente do mapa español; logo, pouco a pouco, recuperouse o respecto.

Geraldine Chaplin en Elisa, vida mía (1977)

Fálase moito de Bodas de Sangre (1981), Carmen (1983) ou El amor brujo (1986) como un novo ciclo creativo teu, pero a música sempre tivo en ti un papel relevante. É verdade, porque sempre quixen facer cine musical, sobre todo coa música que me gustaba. Sempre fun moi afeccionado ao flamenco. Lembro o festival de Granada nos anos 50, ao tempo que me relacionaba coa música clásica e distintas vertentes populares. Por iso é fácil chegar a isto. Cando Emiliano Piedra me propón Bodas de sangre eu tiña certo medo. «Que é isto»?, pensaba. «Imos facer unha lorquianada, con xitanos renegridos e paredes brancas». «Pois, mira, chico, iso non teño gañas», díxenlle. «Non, non, pero vén ver o ensaio con Antonio Gades». E fun a Madrid, fascinoume e dixen «pois moi ben, o que quero facer é o ensaio», e tivemos a sorte de que a película fora a Cannes. Foi un éxito tan grande que me permitiu seguir. E con Carmen xa foi unha loucura. É a miña película máis vista no mundo e quizais un dos títulos que máis cartos ten dado do cine español. Dirixín tamén varias versións distintas en ópera.

Nese sentido, logo desta triloxía, hai un aluvión de títulos de carácter musical: Sevillanas (1991), Flamenco (1995), Tango (1998), Salomé (2002), Iberia (2005), Fados (2007), Jota de Saura (2016). Fixen un montón de musicais, trece ou catorce. Hai dous tipos de musicais, uns con argumento como pode ser Tango –unha das miñas películas favoritas- ou incluso Carmen, e outros que non teñen argumento. Son unha selección de elementos musicais, que van organizándose a través dun espazo sempre cun sentido, e co propósito de innovación, de non conformarse só co que xa existe, chegar máis lonxe, avanzar, incluso renovar un xénero no caso de Fados. Para min o cine musical é ese traballo precioso de selección, sobre todo de organización do material, da luz, da fotografía.

Flamenco (1995)

Xusto a través dos filmes musicais, hai un vínculo claro con tradicións socioculturais arraigadas e ao tempo unha disección da historia de España, presente en boa parte do teu cine. Así, o achegamento ás figuras de Goya (Goya en Burdeos, 1998), Buñuel (Buñuel y la mesa del rey Salomón, 2001), San Juan de la Cruz (La noche oscura, 1989) ou o periplo de Lope de Aguirre en El Dorado (1988), van completando ese fresco histórico que subxace na túa obra. Hai personaxes na historia de España que me fascinan moitísimo. Teño pendente a Felipe II. Teño un guión desde hai tempo, unha versión teatral. É un personaxe fascinante, porque ao tempo de ser extremadamente delicado, sensible, intelixente e amigo das artes tamén reloce ese lado cristián tremendo, así como esa obsesión polo poder. Era un tipo interesantísimo. Hai unha panoplia de personaxes que me parecen fascinantes da historia de España.

Todo parte dunha idea que está na base de todos estes traballos, musicais ou non. É como se fan as cousas, como se comezan a facer. En Tango a maneira de facer un tango; en Fados como se pode construír un filme sobre fados. Sempre ese «como se fai unha cousa» obrígame a seguir o periplo da historia e do seu protagonista. Aí sigo; agora veño de facer un musical en México, a mesma historia vai construíndo unha cousa ata finalizala.

Esa exploración permanente sobre a cultura española iníciase nos 50, un período nutrido por círculos e movementos artísticos, culturais, a modo de claras impugnacións da ditadura. Aí entra tamén ese elemento de sincretismo artístico, comezas coa fotografía, con esa parte de rexistro documental dunha realidade con tantos aspectos deplorables. Como ves hoxe toda aquela época que xerou un forte movemento de disidencia cultural? Comecei a estudar Enxeñería. Por un lado, era fascinante; por outro, un secante tremendo. Decidín abandonar porque me embrutecía. Logo vía o meu irmán Antonio, relacionado con directores franceses que viñan a casa, falaban de arte e comecei a conectar con algún escritor. Decateime de que tiña que dedicarme a outra cousa. Practicaba a fotografía, e comecei a pensar que o camiño era o cine, a miña forma de expresarme. Tiven a sorte de acertar.

A verdade é que todos os que estabamos na escola de cine, e todos os mozos cos que me relacionaba nos círculos literarios de Madrid, escritores estupendos, todos eramos antifranquistas. Do Partido Comunista, ou doutros. Eu nunca fun de ningún partido, porque prefiro manterme sempre como anarquista mental. Penso que un anarquista non pode pertencer a ningún partido. Era unha época frutífera na pintura ou na literatura. Sánchez Ferlosio acababa de escribir El Jarama, Fernández Santos, Los Bravos. Aldecoa viaxaba a Estados Unidos e falábanos de Kerouac e de toda a nova literatura americana. Había todo un movemento, un desexo de mudar as cousas, de cambiar as formas e non só o cine, de mudalo todo. Este país estaba estancado, estaba no Medievo e tiña que saír desa época.

Andrés Pajares e Carmen Maura en ¡Ay, Carmela! (1990)

O cine é a arte ecléctica por excelencia, aglutina as demais artes. Como dicía Susan Sontag, resulta «panarte». E ti tocas moitos campos artísticos (literatura, fotografía, pintura, dirección de ópera…). Tes razón, pero todo está interrelacionado. A vantaxe do cine é que todo o que saibas dalgunha cousa che pode servir para, e ese é o meu fin último, facer películas.
Por exemplo, a min gústame moito, porque estaba pendente dunha película sobre a guerra española, ¡Ay, Carmela! (1990). E hai vivencias persoais no filme, eu sempre quedei con ganas de realizar unha película sobre a guerra civil. E por iso, ante a imposibilidade de facer unha película sobre ese tema, escribín unha novela que se titula Esa luz. Sobre a guerra civil española fixéronse pouquísimas películas. Na periferia, ou na posguerra si, pero sobre a guerra mesma existe aínda unha especie de tabú. Dáme mágoa porque esa película podía ter sido realmente o filme sobre a guerra española. Trataba de ser o máis ecuánime posible dentro da barbarie. Nun momento estaba inspirado na vida real de Ramón J. Sender e a morte a mans dos falanxistas da súa muller, que era pianista e non era católica. Xa nin che conto os proxectos que quedaron sen facer… que sei eu, quedaron un montón deles. Prefiro xa non pensar no que non fixen, e si no que teño que facer.

Vin un documental sobre ti: Saura(s) (2017) de Félix Viscarret, que creo ten unha dimensión moi interesante relacionada co teu propio mundo persoal: a interrelación existente entre vida e obra, as querenzas, as preocupacións que un ten, o vínculo co entorno, a propia idea de familia, tal e como a formulas na túa obra. Escoitei críticas que falaban da túa «ausencia» ou dos teus silencios entrañables en relación cos teus fillos. Porén, moitos deles traballan contigo ou te acompañaron durante parte da túa vida. Como ves ese retrato feito desde fóra por alguén? Félix Viscarret é unha persoa estupenda, moi respectuosa, o que pasa é que quería que contase as miñas intimidades. E eu, nese sentido, síntome moi aragonés. Gardo as cousas, e non vou contalas, que é o que me reprocharon. Teño a sorte, dígoo moi orgulloso, de levarme ben con todos os meus fillos. Teño sete (seis homes e unha muller) e lévome ben con todos, o cal me parece bastante milagroso. Sinceramente o digo, levámonos todos moi ben e quéroos a todos moito. Eles estiveron moitísimo comigo cando eran nenos, e logo deixei que cada un fixera o que quería, porque me parece que a educación non consiste en estar cun látego continuamente, e si en ver como cada un vai despexando a súa vida, procurando o seu camiño. E se se lle pode axudar, pois axúdaselles e se non lles axudas pois mellor, que vaian pola súa conta. Esa é a miña teoría.

Está ben porque á contra explica xusto a outra concepción da familia, o que foi a familia represiva, autoritaria en España. Iso vén de que na miña familia foi así. Tiven esa fortuna co meu pai e a miña nai. A miña nai era pianista, profesional uns anos, e eu sempre escoitei música clásica na miña casa. A guerra tronzou a súa carreira, tamén tiña tres fillos, aos que coidou, pero esa especie de mundo cultural da miña casa, da miña nai e a súa permisividade, sempre deixándonos facer o que quixeramos. Cando lles dixen «non vou estudar Enxeñería», «pois fai o que queiras». Nunca tiven a alguén que me dixera non. A fotografía sempre me axudou, os meus pais mercábanme reveladores e ese tipo de cousas e saín adiante nun ambiente moi favorable, tendo en conta que había unha guerra e eu era un neno. Pero a guerra vivina de verdade, como neno en Madrid, Valencia ou en Barcelona. O meu pai traballaba co Goberno republicano; era secretario do ministro de Facenda, de Finanzas, un dos secretarios. Entón, ía co Goberno republicano en todo o seu periplo e vin bombardeos, mortos, todo un desastre da guerra de fame negra.

Volvendo á música, que papel desenvolve na túa vida? Unha cuestión é a música, como parte fundamental da miña vida, e outra o musical e a música aplicada ao cine. A min gústame moito a música en xeral, clásica, popular. Non son experto en nada, pero coñezo bastante ben a música arxentina, a española, a jota, o flamenco, a portuguesa ou a rusa. No cine, non me gusta empregar a música porque si. Ten un sentido moi especial en momentos determinados, pero nunca debe utilizarse masiva e gratuitamente, como sucede tanto no cine estadounidense ou no español. Un intento inútil de salvar as imaxes. Eu fixen moito exercicio sobre iso. Traballei a maior parte das veces para encher algún espazo, en contra de usos convencionais. Pero loito tamén comigo mesmo, porque ás veces é verdade que a música axuda. Nunha relación sentimental unha música máis romántica axuda, é unha especie de equilibrio. Creo que a maioría dos directores non teñen bo oído, non teñen unha cultura musical e é esencial. Hai cousas para facer cine que son fundamentais: unha boa cultura musical e unha boa cultura visual fotográfica. Axudan moito, logo xa vén a narrativa.

Viaxaches á Coruña este verán para adaptar Don Giovanni de Mozart, precedida en 2009 do filme Io, Don Giovanni. Que impresión che causa esta proposta? É unha idea preciosa, que se me ofrece. Dixen que si porque sempre pensara en facer un día Don Giovanni na ópera, e xa fixera a película. Estiven encantado, rodeado de cantantes estupendos, nun clima tan favorable que daba gusto traballar. Fun con entusiasmo, seina de memoria. Hai tamén un proceso profesional de interrelación tan laborioso como necesario, sobre todo esa separación de poderes sorprendente co director de orquestra.

Aprendín cando fixen Carmen que o máis importante nunha ópera era a música. O único que trato é que a historia se siga con máis fluidez e que os movementos dos personaxes sexan os adecuados. No fondo, os espectadores esperan tal aria para aplaudir, ás veces nin seguen a historia. A maior parte das óperas son indescifrables. A historia non conta demasiado. A vantaxe de Carmen ou Don Giovanni é que teñen unha historia moi nítida, moi limpa, que se pode seguir con descontinuidade. Eu son un bárbaro e se fora de verdade a ópera miña cortaría un par de cousas, e de Carmen tamén (risas). Retardan a obra. Musicalmente son bonitas, pero eu teño todo o tempo do ritmo. Cando estou vendo a ópera, gústame porque estou desexando ter unha cámara e saltar por enriba das butacas e rodar iso. É inevitable. Non podo remedialo polos planos, polos medios, a actitude da xente, facer un travelling co coro, en vez de ser un plano xeral aí quieto, ríxido, nunha butaca que non te podes mover. Vexo o mesmo sempre. Ao final o fermoso é ver a voz humana, a potencia que poida ter nalgún momento determinado. Que fermoso é, que ben o fan e que oído ten esta xente para poder entrar con esa facilidade aquí e alá. Paréceme sorprendente e marabilloso ata que punto o ser humano foi capaz de dominar a súa voz.

Aproveitando esta experiencia, pensas dirixir outras óperas? A Asociación Amigos de la Ópera ofreceume as dúas óperas de Mozart para completar a triloxía. Gustaríame moito dirixir Las bodas de Fígaro e Così fan tutte. Agardo ter saúde para iso. Aínda que os anos pesan, son optimista. De momento estou ben.

Estou tamén no mundo do teatro, xa sabes que fixen El coronel no tiene quién le escriba (2018), adaptada por Natalio Grueso, un escritor magnífico. Agora está escribindo outra obra que vou dirixir, La fiesta del chivo, baseada na novela de Vargas Llosa. Fíxate o traballo que teño. Isto mais rematar a miña película de México, que se chama El rey de todo el mundo, e este ano teño que dirixir tamén en México El gran teatro del mundo, de Calderón de la Barca. E xa me contarás, teño esta vida asegurada e agora queren que faga as óperas de Mozart [risas], e eu estou disposto. Non estou moi preparado, pero vou comezar a prepararme.

 

[Fotos: Amador Lorenzo Blach – fonte: http://www.luzes.gal]

A UDC edita en galego o libro da profesora francesa Béatrix Dussane.
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A actriz coruñesa María Casares, fotografada no ano 1989 (Foto: Eric Robert / SYGMA).

Escrito por Elvira Branco  
Cando coñece María Casares, Béatrix Dussane era unha recoñecida actriz de 51 anos, ligada desde moi nova ao teatro Comédie-Française, tamén coñecido como Théâtre Français, un dos poucos teatros nacionais de Francia. Dussane estivo entregada, após a súa retirada dos escenarios dez anos antes, ás aulas do Conservatoire d’Art Dramatique de París.

A esta prestixiosa escola de teatro chegaba en 1941 Casares, unha moza refuxiada polo golpe de Estado de Francisco Franco. Tivo Dussane como mestra e logo como amiga. A actriz francesa plasmou esta amizade nun libro, titulado María Casares, que a Universidade da Coruña (UDC) vén de traducir e publicar, coincidindo co centenario do nacemento de María Casares.

A vicerreitora de Igualdade, Cultura e Deporte da UDC, Cristina López Villar, explica en declaracións a Nós Diario como a universidade coruñesa chegou a facer a primeira tradución, neste caso ao galego, do libro francés no que Dussane retrata a súa amizade con Casares. « Sendo o centenario de María Casares no ano 2021, e habendo actos do Concello da Coruña e da Xunta da Galiza, na UDC xurdiu a idea de traducir este libro », explica López. A UDC sumouse así ás conmemoracións institucionais á actriz de renome no Estado francés durante o século pasado.

María Casares tamén estivo « presente fisicamente » nas facultades da universidade cunhas siluetas coas que a institución pretendía difundir tanto a biografía da actriz como a propia tradución inédita a través de códigos QR que enlazan coa historia de Casares.

María Casares desde outro punto de vista

Ademais de ser a primeira vez que se traduce este María Casares do francés, o libro ten, segundo a vicerreitora, unha importancia engadida. A tradución editada pola UDC permitirá ás lectoras e aos lectores coñecer a traxectoria profesional de María Casares desde o punto de vista da súa profesora, pero de maneira máis significativa desde o punto de vista da súa amiga. « Béatrix Dussane permítenos coñecer diferentes aspectos da vida de María Casares como actriz », explica López.

A vicerreitora destaca unha reflexión da profesora francesa, cando Casares xa dera o paso á actuación cinematográfica. Dussane mostra en María Casares como ten nostalxia dos días da actriz galega sobre os escenarios dos teatros franceses e devece por volver compartir con ela eses espazos.

« Pasado o tempo, desde o momento actual podemos ver que isto si aconteceu », explica López a Nós Diario. « María Casares fixo algunhas películas pero a súa gran paixón e o que sempre tivo como prioritario foi o teatro », engade.

A través das verbas de Dussane podemos coñecer, agora tamén en galego coa tradución da UDC, a historia desa moza da Coruña que chegou a Francia logo do exilio do seu pai, o político Santiago Casares Quiroga (que fora ministro e xefe de Goberno da Segunda República española baixo a Presidencia de Manuel Azaña).

Unha moza galega que chegou a converterse nunha das actrices, tanto de teatro como de cinema, de máis prestixio do Estado francés.

« A unha Galiza que atopo a milleiros de légoas do Miño »

A UDC agasallou o público asistente á presentación do libro, en colaboración coa Fundación Luis Seoane, o faxsímil dunha postal da revista Galicia Emigrante na que Casares asina « Un saúdo agarimoso a unha Galiza que atopo a milleiros de légoas do Miño ». Aínda que exiliada desde moi nova por mor da ditadura franquista, María Casares « nunca esqueceu o país que acolleu os seus primeiros anos », explica Cristina López Villar.

[Foto: Eric Robert / SYGMA – fonte: http://www.nosdiario.gal]

Christina Rosenvinge interpreta a Safo

Escrit per Enric Umbert-Rexach

Fa uns mesos vaig veure al Teatre Romea de Barcelona, dins el Grec 2022 Festival de Barcelona, una representació teatro-musical, molt kitsch per cert, sobre la poeta de la Grècia antiga Safo de Lesbos. La dramatúrgia la signava Marta Pazos, qui dirigia la companyia Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida. L’actriu principal i directora musical, Christina Rosenvinge, va dir que Safo vindria a ser la Rosalia dels nostres temps, la cantant catalana que avui dia volta pels escenaris d’arreu del món. Aquesta comparació em va fer dubtar si era afortunada o no. I ara voldria sortir de dubtes.

Com a diletant de les belles arts que soc, i en especial de la disciplina literària, em proposo fer un breu exercici de literatura comparada que té el seu origen en les primeres troballes d’un papir a l’època de l’antiga Grècia i posar-lo en contrast amb les creacions literàries que en el moment actual flueixen de forma binària a través d’internet o de les xarxes socials. Dit d’una manera més concreta, a partir de l’admiració i l’entusiasme que professo pel món literari, pretenc capficar-me en les diferències i semblances entre dos punts separats per molts segles i en un terreny com és l’art de la paraula. I, per tal de delimitar l’ampli camp de treball que aquest estudi suposa, em centraré en el gènere literari de la poesia.

Imaginem-nos, per un moment, que ens trobem en un bell paratge de l’illa de Lesbos, pels volts de sis segles abans de la nostra era. Sota una olivera se senten uns versos que una poeta anomenada Safo recita acompanyada del so d’una lira, l’instrument que solia guiar les seves composicions i que tocava amb un plectre, el que ara en diem pua, i del qual es creu va ser ella la inventora. Poesia i música, germanes bessones sempre en harmonia. Per això Safo és reconeguda com a poeta d’extraordinari lirisme. Composicions que ens han arribat de forma parcial i molt fragmentària, ja que es calcula que no disposem ni d’una dècima part del que s’intueix que va arribar a compondre. Prova de la seva exquisidesa és que va ser considerada la desena de les muses inspiradores de la lírica al costat mateix d’Erato, qui representava la poesia amorosa o lírica i que sempre portava una lira entre les mans. És bo recordar, a més, que les nou Muses, filles de Zeus i de Mnemòsine, són, d’acord amb la mitologia grega, les protectores de les arts.

Curiosament, la poeta Safo va pujar a l’Olimp dins una societat on, malgrat la tolerància de l’homosexualitat, el masclisme imperava sense embuts. Safo de Lesbos, però, va ser una poeta que, més enllà de cantar l’amor lèsbic de forma monòdica, també protagonitzava comèdies obscenes i escrivia biografies fantasioses, motiu pel qual va ser titllada «d’amant insaciable i depravada o directament de prostituta», en paraules del filòleg Eloi Creus, frase que podeu llegir en la recent edició d’I desitjo i cremo publicada per Edicions Proa i de la qual em vaig fer ressò en aquesta tribuna. Potser per apaivagar els ànims, Safo també oferia cants corals anomenats epitalamis que festejaven noces de les seves amistats així com altres tipus d’himnes dedicats als déus que eren venerats de forma recurrent. Una revolucionària del seu temps que posava veu a fets quotidians sense miraments ni complexos. Desconeixem, com és lògic, la melodia dels cants que acompanyaven les creacions poètiques, però podem gaudir de la musicalitat dels seus versos gràcies a l’adaptació d’Eloi Creus a l’harmonia catalana actual. Els versos que ens han arribat de Safo segueixen una mètrica impecable a base de diferents peus que doten els poemes d’una melodia captivadora basada en la coneguda estrofa sàfica que consisteix en tres versos decasíl·labs i un quart vers tetrasíl·lab.

De què parla Safo?, quins són els seus temes més recurrents? Doncs parla de la impossibilitat de l’eterna joventut i del pas implacable del temps «el meu cos, que una vegada va ser tendre, ara la vellesa l’ha marcit». I de la passió amorosa i del desig: «i desitjo i glateixo amb ardor». També celebra les arts d’Afrodita, la deessa de l’amor i la persuasió, suplicant que li faci costat com a aliada en la seva particular lluita amorosa: «A qui fetillo aquest cop per tornar-la al teu amor? Qui et fa mal, Safo?», respon la deessa a un prec de la poeta. I, insisteix, que el més bonic del món es perseguir a qui s’estima: «Voldria veure els seus passos que encisen, / i l’espurneig que n’il·lumina el rostre». I altres invocacions a les divinitats i a les gestes de les deesses.

El rap és, en realitat, una cançó parlada amb base rítmica molt accentuada. El seu caràcter oral, la seva temàtica basada en la manifestació d’inquietuds i preocupacions, així com la manera de dirigir-se al públic, ha fet que el seu missatge es compari al dels joglars medievals

Fem un salt en el temps i situem-nos ara dins d’un ampli local nocturn amb un escenari il·luminat de llums alternants i farcit d’aparells musicals. És a dir, estem a l’altre extrem del bucòlic camp obert on escoltàvem refilar ocells com a fons musical. Situem-nos, doncs, en el referent oposat de la dialèctica que hem establert, amb la cantant Rosalía, de qui coneixem tots els detalls del seu art. Es tracta d’una cantant que mescla el flamenc tradicional amb estils moderns com ara el pop, el rap, el hip hop i la música experimental. Fórmules totes elles de recitació molt similar. Centrem el focus en un sol dels estils per concretar millor l’argumentació: el rap. El terme rap, el més icònic de tots, es refereix a l’art de rimar, acrònim de Rhythm And Poetry, o també, en el seu vessant castellanitzat, en l’apòcope de rapsode. Fins i tot, trobem a l’Oxford English Dictionary que el significat original de la paraula «rap» és «fer un so a conseqüència d’un moviment ràpid», atès que una de les característiques diferencials és l’àgil improvisació. El rap és, en realitat, una cançó parlada amb base rítmica molt accentuada. El seu caràcter oral, la seva temàtica basada en la manifestació d’inquietuds i preocupacions, així com la manera de dirigir-se al públic, ha fet que el seu missatge es compari al dels joglars medievals. Està classificada com un tipus de poesia molt visceral que es rebel·la contra totes les normes, i això fa que els rappers, s’expressin d’una forma molt directa. Però que sigui directa no desmereix la seva estructura poètica perquè les cançons d’aquest estil creen imatges en forma molt lírica per expressar la realitat que volen descriure. Com diu el conegut rapper Zenit: «Tinc un pacte amb la rima, ella m’estafa, jo l’acarono en la tarima i anem plegats al cim». Quan es va crear el rap? Si filéssim prim, i tenint en compte la base dialogada del gènere, podríem dir que el seu origen més atàvic es troba en la regueifa gallega, en els bertso-lari del País Basc, en el glosat menorquí, o en el trovo de Granada. Si ens situem ara en la més propera actualitat, hi ha un consens en el fet que l’origen de la cosa va ser a Jamaica. A mitjan dècada dels setanta es va traslladar a les festes més tronades dels barris perifèrics de Nova York, on vivien comunitats afroamericanes i llatines. Kool Herc és generalment reconegut com el pare de criatura, però el veritable honor és per a Rapper’s Delight, el primer amb veritable èxit comercial, les composicions del qual han fet, en poc temps, la volta al planeta.

L’estructura d’una cançó de rap sol ser sempre la mateixa: 2/3 versos, 1 tornada, 2/3 versos més i de nou tornada. Vers isosil·làbic basat en el predomini de monosíl·labs, en la cesura i en la rima. L’últim vers sempre ha de ser molt contundent. Bons exemples en podem trobar a youtube escoltant, entre altres, The Morning de Cruel Summer. Per conèixer quina és la temàtica o la lletra típica d’un rap, res millor que uns quants exemples. Diu el rapper Nach: «Els meus somnis són mentides que un dia deixen de ser-ho». I un altre del japonès Kase O: «Em beuré fins a les copes dels arbres, prendré de tot menys decisions». I si tornem a la nostra cantant Rosalia, podem llegir un fragment de la cançó Motomami, on es repeteixen uns versos que diuen«A cada copia que ves / tú dale tu bendición / y yo no quiero competir / si no hay comparación».

si un rapper és capaç de recitar respectant el tempo i el ritme, desgranant conceptes i metàfores a una velocitat considerable, no pot sinó considerar-se un veritable poeta, «un joglar dels nostres temps»

Dues propostes líriques tan allunyades en el temps tenen algunes coses en comú. Per una banda, si un rapper és capaç de recitar respectant el tempo i el ritme, desgranant conceptes i metàfores a una velocitat considerable, no pot sinó considerar-se un veritable poeta, «un joglar dels nostres temps», com afirma Enrique Santos Unamuno en la seva tesi: El resurgir de la rima: los poetas románicos del rap. Per altra, l’acompanyament de la recitació amb un instrument musical apropa encara més els dos singulars estils poètics. La rima en el cas del rap és molt més accentuada que la sàfica, segurament per incrementar el valor musical d’una recitació força monòdica. Es podria objectar que el rap té un component teatral, però res no sabem de com eren les representacions corporals a la Grècia de Safo. Seguim la comparativa: la variació tonal dels rappers és molt pobra i podem imaginar que en el cas grec també ho era degut a l’escassetat de cordes i la limitació de registres que conté una lira. Una diferència poc significativa seria que el rap acostuma a incorporar la tornada mentre que la poesia que coneixem de Safo, no. I un altra semblança: el rap té la seva gènesi a peu de carrer i en les classes baixes, es desfoga i vol combatre les injustícies, mentre que la poesia de Safo canta l’amor, els déus i parla de fets quotidians sense complexos.

La poesia culta, barroca o clàssica, modernista o post-modernista, abstracta o amb poc rigor rítmic, cal·ligramàtica o poètica del cos, totes elles queden lluny dels dos tipus de poesia que breument hem analitzat, la poesia sàfica i el rap. Ambdós estils aposten per l’exaltació dels sentiments de forma direca i molt rítmica. Per tant, per molt separats en el temps que estiguin aquestes dues escoles, es pot inferir que tenen molts punts en comú i m’atreveixo a reconèixer que, sovint, els extrems es toquen.

Potser ara s’entén millor el paral·lelisme que hi veu l’actriu Christina Rosenvinge entre la poeta Safo i la cantant Rosalia i que, qui sap?, potser és una idea amb molt de sentit. Un exercici de literatura comparada.

 

 

[ Foto: David Ruano – font: http://www.laveudelsllibres.cat]

El sello argentino Paradiso Ediciones lanzó a librerías el poemario “Cantares de pérdida y predilección” (1), de la extraordinaria poeta, cronista y dramaturga brasileña Hilda Hilst, en ajustada traducción a nuestro idioma de José Ioskyn, incluida en esta edición bilingüe.

Escrito por LUIS BENÍTEZ

Hilda de Almeida Prado Hilst (1930-2004) es ampliamente reconocida por la crítica como uno de los mayores nombres literarios en lengua portuguesa. Sin embargo su obra no ha sido tan abundantemente llevada al castellano como sería de esperar, en vistas a difundirla aún más en nuestro idioma. Doble mérito, entonces, el del sello porteño y el traductor, al sumar al fondo editorial disponible en español esta notable obra de la autora nacida en Jaú, estado de San Pablo, en la tercera década del siglo pasado.

El genio precoz e indomable de Hilst, su público desenfado al desafiar coherentemente y durante toda su vida las nociones patriarcales imperantes en la época en que desarrolló su dilatada obra en varios géneros –recordemos que fue polígrafa, aplicándose con igual talento a la poesía, el teatro y la narrativa- no se detuvo ni amilanó siquiera en tiempos de la feroz dictadura militar que asoló al Brasil a partir de los ’60 de la centuria anterior.

Como sucede por ejemplo con el gran escritor italiano Cesare Pavese, hay quienes prefieren a la Hilst en prosa versus la destacada poeta que ella fue; otros no dejan de subrayar la importancia fundamental de su creación dramática. De todas maneras, se advierte que muy tempranamente sus incursiones narrativas, poéticas y teatrales llamaron la atención de la crítica especializada, interés y reconocimiento que le granjearon importantes distinciones a lo largo de prácticamente medio siglo de trabajo literario. Entre otros galardones, Hilst recibió en 1962 el Premio del PEN Club de São Paulo; el Anchieta en 1969; el Premio al Mejor Libro del Año 1977 por la Asociación Paulista de Críticos de Arte, institución que en 1981 distinguió a la suma de su obra con el Grande Prêmio da Crítica.

El volumen que nos ocupa, Cantares de Perda e Predileção, tal su título original en portugués, fue destacado en 1984 con el importante Premio Jabuti por la Cámara Brasileña del Libro y un año más tarde recibió el Cassiano Ricardo, establecido por el Club de Poesía de São Paulo. Su creación poética fue distinguida en 2002 con el Premio Moinho Santista.

Cantares de pérdida y predilección, una obra de la plena madurez poética de la autora, sobresale entre otros factores por la muy lograda conjunción que alcanza la sutil combinación de añejas formas compositivas –tales como las propias del medioevo portugués- con las audacias más características de las vanguardias del siglo XX.

Estas amalgamas formales le permiten a Hilst el logro de texturas únicas, en un original juego entre la expresión y los contenidos expresados, estableciendo asimismo un formidable equilibrio entre sentidos antagónicos, uno de los territorios favoritos para sus expediciones poéticas. La pasión y la pérdida, el amor y el odio, lo divino y lo profano alcanzan en Cantares de pérdida y predilección a trazar entre sí puentes de comunicación y complementación que aluden simétricamente a la posibilidad de que un campo inevitablemente depende de su contrario (real/aparente) para existir y que la anulación de uno trae aparejada la inevitable disolución del otro.

Autora de una metafísica natural, fresca y evidente a través de referencias directas, no penetra la sensibilidad del lector tras obligarlo a arduas reflexiones y a estar dotado previamente de un amplio bagaje politemático, sino que se las arregla para inocular núcleos de sentido casi imperceptiblemente, gota a gota, verso a verso, con una maestría que eleva sus textos a las alturas que han proporcionado antes las mayores voces de su lengua natal.

La obra poética de Hilda Hilst

Publicó en el género: Presságio (1950); Balada de Alzira (1951); Balada do Festival (1955); Roteiro do Silêncio (1959); Trovas de muito amor para um amado senhor (1959); Ode Fragmentária (1961); Sete cantos do poeta para o anjo (1962); Poesia 1959/1967 (1967); Amado Hilst (1969); Júbilo, memória, noviciado da paixão (1974); Poesia 1959/1979 (1980); Da Morte. Odes mínimas (1980); Cantares de perda e predileção (1980); Poemas malditos, gozosos e devotos (1984); Sobre a tua grande face (1986); Alcoólicas (1990); Amavisse (1989); Bufólicas (1992); Do desejo (1992); Cantares do Sem Nome e de Partidas (1995); Do Amor (1999).

NOTA

(1) Paradiso Ediciones, edición bilingüe: español-portugués; ISBN 978-987-4170-62-0, prólogo y traducción de José Ioskyn, 96 pp., Buenos Aires, Argentina, 2022.

 

[Fuente: http://www.todoliteratura.es]

Une nouvelle anthologie d’Edith Bruck nous permet de découvrir l’œuvre de poétesse de l’auteur du « Pain perdu ».

Écrit par Myriam ANISSIMOV

Nul doute qu’Edith Bruck entretient des liens secrets avec la poétesse russe Anna Akhmatova, quand elle écrit : « La poésie n’est pas trompeuse, elle dit la vérité qui trouble les consciences, qui touche les plaies ouvertes, privées et publiques. » On ne peut cependant pas comparer le lyrisme de l’auteur du Poème sans héros aux brèves poésies d’Edith Bruck. Mais toutes deux ont connu la terreur, l’horreur des crimes du totalitarisme. Toutes deux ont perdu les leurs, toutes deux ont écrit des œuvres puissantes, sans aucun compromis avec la vérité. Toutes deux ont évoqué la douleur sans espoir, l’une dans l’Union soviétique de Staline, l’autre dans les camps d’extermination implantés par l’Allemagne nazie, principalement en Pologne et dans l’Est de l’Europe.

Une poétesse entre Hongrie et Italie

La poésie d’Edith Bruck n’est pas aussi savante que celle d’Akhmatova, elle dispose de moins de métaphores, liées à l’héritage de la culture gréco-latine et de la littérature russe. Edith Bruck n’a pas eu le temps de lire pendant son enfance et son adolescence. Elle a été déportée alors qu’elle était la petite élève d’une classe primaire d’une école du village de Tszabercel.

Après de longues pérégrinations dans l’Europe dévastée, alors qu’elle survivait dans des conditions hasardeuses, avide de tenir enfin des livres entre ses mains, elle s’est forgé une vaste culture littéraire, notamment dans sa langue maternelle, et a traduit de grands poètes hongrois en italien : Attila, Radnòdti, Illyés, et même aussi, François Villon.

Le camp de la mort a été, comme pour Primo Levi dont elle était proche, son université. Ses lectures ultérieures ont fait d’elle un écrivain, auteur d’une œuvre d’une intensité et d’une lucidité exceptionnelles. Le maniérisme, la sophistication des moyens n’étaient pas son affaire. Une langue rigoureuse lui suffisait.

Au terme de son sidérant périple en Europe, Edith est arrivée à Naples. Elle avait auparavant vécu quelques saisons dans le jeune État d’Israël, ne s’y était pas plu. Elle avait subi les coups de deux maris, et en avait épousé un troisième, plus pacifique, parce qu’il s’agissait d’un mariage blanc. Au kibboutz, elle avait accepté les tâches les plus modestes, pour finir par se réfugier un soir de pluie sur un balcon, où un homme l’avait « secourue », en échange d’un viol. Ayant quitté Israël pour échapper au service militaire, elle fut engagée comme danseuse et chanteuse de cabaret au sein d’une troupe itinérante, grâce à sa beauté.

Enfin, remarquée et aimée par le poète Nelo Risi (1920-2015), elle est non seulement devenue un grand écrivain, mais aussi dramaturge et documentariste à la RAI. Elle avait fondé avec Dacia Maraini le théâtre féministe de la Maddalena, à Rome.

Son récit, Le Pain perdu, ayant ému le pape François, ce dernier a voulu la connaître. Cet humble hommage de François, venu lui rendre visite dans son petit appartement du centre de Rome, lui a valu de voir son livre traduit dans plusieurs langues, de recevoir le prix Viareggio, le prix Strega giovani, et d’être vendu à 100 000 exemplaires.

Au nom du père

Le regard d’écrivain de Bruck est implacable, elle écrit « toute la vérité, rien que la vérité », mais elle peut aussi se montrer d’une tendresse, d’une ingénuité, presque enfantines. Elle a rejeté la religion de ses pères, mais il y a souvent, dans son style, des invocations bibliques questionnant l’existence du Mal dans le monde. Et c’est précisément parce qu’elle n’a jamais rompu avec l’univers de son enfance, avec les siens, surtout avec sa mère, si pieuse, qu’elle a pu devenir poète, ainsi qu’elle le lui avait prédit, alors que cette dernière lui demandait seulement de prier.

La Voix de la vie. Poèmes René de Ceccatty (traducteur), Édith Bruck 2023 Rivages 200 pages

Ainsi qu’elle l’explique dans sa préface, ses poèmes sont des « poèmes-prières », comme ceux qu’elle s’est murmurés lorsque, en 1944, les fascistes hongrois l’ont chassée avec toute sa famille vers les trains qui partaient pour Auschwitz où, cet été-là, les nazis assassinaient et brûlaient 20 000 Juifs hongrois par jour.

Son premier poème est intitulé « L’Égalité père ! ». Il est inspiré par sa disparition, en un instant, lors de la « sélection » par Mengele, sur la Judenrampe, qui conduisait aux chambres à gaz, aux crématoires et, comme en avril 1944 ces derniers étaient saturés, aux fosses d’incinération géantes en plein air que les SS appelaient « le grill ». Au moment où son père disparut, pendant la sélection, la mère d’Edith hurla : « Cherche ton père ! Cherche ton père ! ». C’est lui, « le père » de toute sa poésie.

« Je n’ai pas de tombe / où pleurer / où apporter des fleurs. / Sur le sol d’Auschwitz / je ne mettrai plus jamais le pied. / Dans mon village natal / les pierres tombales de mes grands-parents / je les ai trouvées décapitées / et embellies par deux pots de chambre / et mes sens / sont paralysés / les pieds m’ont entraînée au loin / pour ne jamais y retourner / comme à Auschwitz. / Que pourrais-je dire, moi, survivante, / en tant que guide témoin / à des groupes d’étudiants en visite ? / Où la voix est celle des chaussures, / des lunettes, / du vent mauvais / de la terre-tombe / du silence sacré. / Même le pape François / est resté muet / assis de dos / comme un buste de marbre. / Il n’y a pas et il n’y aura jamais / de mots pour le dire. / J’essaie, je raconte, j’écris / mais ce n’est qu’un balbutiement. » (« Où »)

Le présent volume est composé de tous les poèmes publiés par Edith Bruck qui n’avaient pas été retenus dans l’anthologie précédente, parue chez Rivages en 2022, et intitulée Pourquoi aurais-je survécu ?, ainsi que l’écrit René de Ceccatty, son traducteur et éditeur dans son avant-propos. Ils proviennent de quatre recueils, Il tatuaggio (1975), In difesa del padre (1980), Monologo (1990) et Tempi (2021).

Ces poèmes peuvent être lus comme le fruit d’une seule et même inspiration, comme le récit d’une vie, comme les mouvements de l’âme d’une petite fille plongée dans les ténèbres, et capable d’une telle résilience, qu’elle l’a conduite vers une lumineuse et admirable vérité.

 

 

[Source : http://www.nonfiction.fr]

Los jóvenes contraculturales de la Cataluña de los 70 revitalizaron el movimiento libertario en los estertores del franquismo y trataron de ensamblar el ‘underground’ y la tradición anarquista. Una exposición recuerda su legado

Cartel promocional de la exposición Underground y contracultura en la Cataluña de los 70.

Escrito por César G. Calero

Una multitud desfiló por las calles de Barcelona a finales de noviembre de 1936 para despedir a Buenaventura Durruti, el carismático dirigente anarquista caído en Madrid. El corto verano del anarquismo daba paso a la triste realidad de una contienda que se antojaba larga. La posguerra enterraría el sueño de una nueva sociedad. Pero el surco libertario, aquel que habían comenzado a labrar un puñado de obreros y artesanos a finales del siglo XIX bajo el influjo de Bakunin y Fanelli, no desapareció. La utopía ácrata recobró vida en el tardofranquismo y prendió su mecha de nuevo en Cataluña al calor de los nuevos tiempos. Vientos de cambio que llegaban de California, de Londres, de Ámsterdam, del Mayo francés. Los jóvenes contestatarios devoraban el California Trip de María José Ragué y el Durruti de Julio C. Acerete mientras fumaban marihuana o emprendían un viaje lisérgico. La banda sonora también había cambiado. En los bares del Barrio Chino, Las Ramblas o el Born no sonaban los acordes de Hijos del Pueblo sino la distorsión del Purple Haze de Jimmy Hendrix o la psicodelia envolvente del Epitaph de King Crimson. La CNT y el underground, aunque con cierto recelo, se daban la mano. Federica Montseny regresaba a una Barcelona abarrotada de banderas rojinegras en Montjuic, la misma ciudad por donde Ocaña paseaba su inconformismo radical. Nacía el teatro independiente de Comediants, la música layetana de Pau Riba, Jaume Sisa y Gato Pérez, el cómic sacrílego de Nazario y Pepichek, el periodismo contracultural de Ajoblanco que se atrevía con todo: feminismo, ecologismo, antimilitarismo, homosexualidad, antipsiquiatría… Eran los años 70 y Barcelona se iluminaba de nuevo.

La exposición “Underground y contracultura en la Cataluña de los 70”, comisariada por Pepe Ribas, fundador de la revista Ajoblanco y autor de Los 70 a destajo, refleja de manera muy ilustrativa esa efervescencia cultural, social y política que experimentó Cataluña en la década del 70. La muestra, en la que Ribas ha contado con la colaboración de Canti Casanovas (creador de la web sense nom) y el arquitecto y diseñador Dani Freixes, puede verse en CentroCentro (Ayuntamiento de Madrid) hasta el 12 de febrero tras su presentación hace un año en el Palau Robert de Barcelona.

Fue un tiempo acelerado en el que miles de jóvenes desafiaron los últimos vestigios de la dictadura

Aquella revolución cultural que había comenzado tímidamente a finales de los años sesenta eclosionó a mediados de los setenta y se difuminó antes de que concluyera esa década. Fue un tiempo acelerado en el que miles de jóvenes desafiaron los últimos vestigios de la dictadura y se propusieron cambiar los modos de vida franquistas. El rock se coló por la rendija del aperturismo económico y el incipiente turismo. Y junto a la música anglosajona llegaron también las influencias del esoterismo oriental, el LSD y los libros de autores foráneos que publicaba la editorial Kairós (Aldous Huxley, Jack Kerouac, Erich Fromm, Paul Goodman, Murray Bookchin, Alan Watts…). Esa editorial, fundada por el filósofo Salvador Pániker, sacó a la luz California Trip, de María José Ragué, una obra capital en los inicios de la contracultura catalana. Durante su estancia en la cuna del movimiento hippy norteamericano, Ragué recogió testimonios como el del poeta Allen Ginsberg, figura señera de la generación beat: “Nuestra percepción, nuestros sentidos, están bloqueados. Estamos condicionados por un círculo de ‘dinero-máquina-coche-banco-tv-familia-oficina-avión’ que no nos deja ver el circuito de la existencia”.

Los jóvenes contraculturales transforman en esos años todas las disciplinas artísticas. El rock psicodélico y progresivo se mezcla con el folclore nacional. Pau Riba, el primer hippy catalán, publica Dioptría en 1970. Jaume Sisa, la Companyia Elèctrica Dharma y Gato Pérez experimentan con diferentes ritmos en el templo musical de la contracultura: la sala Zeleste. En bares como el London, el Ascensor y el Cafè de l’Òpera se citan estudiantes, macarras y libertarios. Toda transgresión es bienvenida. Aparece un poeta en cada esquina de Las Ramblas y del Barrio Chino (el Raval actual). Pau Maragall, más conocido como Pau Malvido, hace un recuento de su generación en Nosotros, los malditos. Nace la Asamblea de Actores y Directores que organiza el Festival Grec en el verano del 76 y, en noviembre de ese año, la Asociación de Trabajadores del Espectáculo (ADTE), de tendencia anarquista, lleva a escena el Don Juan Tenorio de El Born en el mercado abandonado del barrio. “Aparecían en escena quince Doña Inés y nueve Don Juan, actuando desde diferentes puntos y bajo la dirección de varias personas”, destacaba la crónica del diario El País. Las influencias del Living Theatre de Julian Beck se pasan por la batidora mediterránea de los pasacalles y la fiesta pagana. El cómic rompe todos los esquemas de lo políticamente correcto con publicaciones como El Rrollo Enmascarado. Las autoridades franquistas se llevan las manos a la cabeza con La Divina Piraña, de Nazario Luque, o Pauperrimus comix, de Pepichek (pseudónimo de Josep Farriol).

Toda esa explosión creativa tiene que lidiar con la España de los tricornios y las sotanas. La represión estatal no frena a una generación que apuesta decididamente por la libertad

La censura cae sobre estos autores que hacen bandera de la irreverencia. Toda esa explosión creativa tiene que lidiar con la España de los tricornios y las sotanas. Pero la represión estatal no frena a una generación que apuesta decididamente por la libertad. Músicos y dibujantes, letraheridos y pasotas, se juntan en comunas y pisos donde todo se comparte. Pau Riba (fallecido en marzo de 2022) ya había fundado en 1968 una comuna en el Tibidabo junto a su pareja, Mercè Pastor. Cuando fueron desalojados de allí se instalan en Formentera. Riba dirá entonces: “Huí del cementerio de un lugar burgués y cristiano para inventarme una nueva forma de vida”.

Las revistas alternativas son en esos años fuente de comunicación y debate de esa nueva forma de vida. Star, dirigido por Juanjo Fernández, o el Ajoblanco de Ribas, Toni Puig y Fernando Mir, se constituyen en una suerte de redes sociales de papel y tinta. Ambas publicaciones sufrirán la censura de una dictadura agonizante. El primer número de Ajoblanco sale a la calle en octubre de 1974. En el momento de su máximo esplendor la revista vende cien mil ejemplares. Con sus monográficos sobre feminismo, ecología o antipsiquiatría genera una gigantesca comunidad de lectores y se erige como puente de confluencia entre el viejo anarquismo y los nuevos movimientos sociales hasta su cierre en 1980. La revista se reeditaría entre 1987 y 1999 y tendría una fugaz resurrección en 2017.

Fuera del sistema

“La contracultura –explica Ribas– implica vivir fuera del sistema. En aquella época esto solo se podía hacer en Barcelona porque había barrios en los que la policía no entraba. Hubo una ruptura con la moral franquista pero también con la moral victoriana europea. Y con el marxismo. Los grupos marxistas-leninistas, trotskistas o maoístas trataban mal a los homosexuales porque decían que eran gente débil que podía cantar la Traviata ante la policía. Y a las mujeres las usaban de secretarias. Nosotros, los contraculturales, no éramos machistas. El trato era de tú a tú en las comunas. La identidad sexual no estaba clara, había mucha gente bisexual. Se trataba de vivir al margen del sistema”.

La militancia se llevaba mejor si, como recuerda Ribas, uno salía de casa después de haber escuchado algo de rock. O se dejaba caer por un concierto, como los que ofreció King Crimson en el Palacio de Deportes de Granollers en noviembre de 1973 (durante dos jornadas). Hubo sus más y sus menos con la policía. Pero lo importante era flipar un rato mientras sonaban In the Court of the Crimson King y otros himnos de la banda de Robert Fripp. La ceremonia de los conciertos de rock no había hecho más que empezar. Cataluña tendrá pronto su particular Woodstock con el primer Canet Rock celebrado en julio de 1975 (con Pau Riba, Sisa, María del Mar Bonet y la Orquesta Platería, entre otros artistas).

En los años 70 proliferan también en Cataluña las comunas, rurales o urbanas, en las que los sentimientos colectivos priman sobre los impulsos individuales. Canti Casanovas tenía poco más de 20 años cuando alquiló una casa cerca de Igualada a la que se fueron a vivir varios amigos durante cinco años: “Teníamos reuniones para saber cómo debíamos plantar las lechugas y qué tipo de huerto nos interesaba más”. Casanovas había visitado una de las comunas del sur de Francia que había creado el filósofo y poeta Lanza del Vasto, un discípulo de Gandhi de origen italiano: “Tanto en las comunas como en los pisos de talleres de dibujantes se compartía todo, había dinero en común, nos conformábamos con comer arroz integral y salsa de soja”. El fenómeno de los neorrurales que prende a partir de los años 80 y llega hasta nuestros días debe mucho a esas primeras experiencias de vida compartida en el campo.

La contracultura catalana de los 70 ha sido silenciada a lo largo de los años, pero aquellos jóvenes rompieron tabúes y dogmas y se atrevieron a reivindicar derechos civiles de los que hoy disfrutamos

La contracultura catalana de los 70 ha sido silenciada a lo largo de los años como si nunca hubiera existido, pero aquellos jóvenes rompieron tabúes y dogmas y se atrevieron a reivindicar derechos civiles de los que hoy disfrutamos: la libertad sexual, los derechos de los homosexuales, el feminismo, el ecologismo, el antimilitarismo… Algunos se dejaron la vida en ello. Otros acabaron marginados por el sistema o absorbidos por las instituciones. Esa juventud rupturista exploraba nuevas formas de acción y protesta, alejadas del dogmatismo de las organizaciones marxistas. La vieja acracia exiliada o reprimida en las cárceles se encontraba con los jóvenes melenudos atraídos tanto por la pulsión libertaria como por el rock psicodélico. Pese a las diferencias generacionales y a algunas reticencias, la CNT y los movimientos sociales emergentes estaban condenados a entenderse: eran parte de la misma lucha antipactista. El sindicato anarcosindicalista mostró su pujanza en el mitin del 2 de julio de 1977. Unas 250.000 personas se congregan ese día en Montjuic, mucha más gente que en cualquier otro acto de masas de la izquierda. El surco sigue abriéndose. A finales de ese mes de julio llega el momento dorado de aquel renacimiento libertario. Los anarquistas toman Barcelona durante las Jornadas Libertarias organizadas por el Sindicato del Espectáculo de la CNT con la colaboración de Ajoblanco y otros colectivos.

Barcelona rojinegra

Entre el 22 y el 25 de julio Barcelona es una fiesta revolucionaria en la que no faltan los debates y las reivindicaciones políticas y sociales. Hubo música y baile en el Parque Güell, marchas a la cárcel Modelo para reclamar la libertad de los presos políticos y sesudos debates en el Saló Diana. Allí, ante la mirada de los cenetistas más veteranos, un joven Jordi Alemany, de la revista ecologista Alfalfa (financiada por Ajoblanco), criticó los sectarismos que impedían la unidad de acción: “Nadie tiene la exclusividad de un tipo de lucha”, proclamó. La cultura de masas obligaba a una reinvención del movimiento libertario que fuera capaz de superar los esquemas y estrategias tradicionales del anarcosindicalismo basados en las relaciones laborales y la producción. Las actividades de las jornadas quedaban consignadas diariamente en Barcelona Libertaria, cuaderno de bitácora que distribuía 40.000 ejemplares. En el número dos podía leerse: “De lo que se trata es de abrir las puertas al Comunismo Libertario, proyecto de futuro que se forja en nuestras manos (…) El anarquismo es la afirmación de un individuo y de una sociedad solidaria, sin clases ni patronos ni poderes”. Y se informaba del motín de 400 presos en la cárcel Modelo. Unos 40 reclusos lograron ocupar la cúpula del edificio. Era el primer motín –señalaba el diario– en que por primera vez los llamados presos comunes y presos políticos luchaban unidos ante la injusticia y la represión. Las reivindicaciones políticas se mezclaban esos días con las ganas de diversión y de liberación sin límites. El artista-activista Pepe Ocaña y Nazario lo entendieron muy bien cuando se subieron un día al escenario en el que tocaba un grupo de rock. Acompañados de un amigo y con su atrevidísimo look travesti, improvisaron una performance que entusiasmó a la entregada parroquia. Ocaña entonó un pasodoble y luego exclamó: “No soy gitana pura, soy gitana libertaria, por eso pido la amnistía para todas las mariquitas”.

“Creo que las Jornadas Libertarias, en las que participó medio millón de personas, fueron prematuras –asegura Ribas–. Se tenía que haber esperado más tiempo porque asustamos a los poderes; vieron que la acracia había resucitado y que no iba a pactar. Esto era muy peligroso en aquella situación, sobre todo para la socialdemocracia. Se creó un relato que no tiene nada que ver con lo que sucedió. Esta exposición, de alguna forma, pone de manifiesto lo que pasó, porque la gente se emocionaba y se reencontraba a sí misma (…) El encuentro de la cultura underground con el mundo de la CNT fue muy rápido, explosivo. El tiempo transcurrió demasiado deprisa. Los cuadros del sindicato estaban saliendo de la cárcel (aquellos que tenían 35 o 40 años) o habían estado en el exilio durante 40 años. Los exiliados eran mayores y se habían ido de España de una determinada manera y volvían a un país completamente distinto y que no comprendían. En muy poco tiempo –1977– la CNT alcanzó los ciento y pico mil militantes. Una locura. Por otro lado, la gente joven estaba inmersa en un proceso muy acelerado de cambio de costumbres, de huida de la casa y de la influencia del paterfamilias. Mi conclusión es que no hubo tiempo suficiente para que el movimiento libertario se articulara con la CNT tradicional”.

La decadencia

El fervor libertario del verano del 77 duraría poco. Seis meses después, en enero de 1978, el “caso Scala” reventaría las costuras de la renacida CNT. Se responsabilizó al sindicato por el incendio de la sala de fiestas y la muerte de cuatro trabajadores al término de una manifestación contra los Pactos de la Moncloa. Años después se sabría que todo fue orquestado por los aparatos policiales de un Estado que veía con extrema preocupación el auge del movimiento libertario. El acoso y derribo a la CNT coincidió con la aprobación de esos pactos entre los partidos políticos tradicionales. El régimen del 78 iba tomando forma y acabaría imponiendo su relato de la Transición.

En las barriadas más desfavorecidas de Barcelona irrumpía el punk, un movimiento nihilista pero no contestatario que atrapó a una juventud sin trabajo y sin futuro en un contexto de crisis económica. Ribas subraya que ese periodo coincide con la debacle del movimiento libertario: “Los partidos de extrema izquierda que no entraron en el Parlamento en el 77 se introdujeron en los movimientos sociales libertarios y comenzaron los enfrentamientos y las pugnas. Algunos de los que habían coordinado esos movimientos acabaron integrándose en las áreas de Juventud y Cultura de los nuevos ayuntamientos. Empezaba la cultura de la subvención”. En aquella época vertiginosa asoma también como actor destacado el nacionalismo. Casanovas siempre ha abogado por una mayor defensa del catalán, su lengua materna, pero rechaza la manera en que el pujolismo impuso el catalanismo como una cultura basada en símbolos nacionales: la sardana y los castells, Tàpies y Miró: “Yo quería dar una visión más amplia al crear la web sense nom (dedicada al periodo contracultural de los 70). El nacionalismo lo entiendo como opuesto a la contracultura, es la unidad en torno a elementos como la lengua o la bandera”.

Los jóvenes contraculturales no solo pretendían erradicar los modos de vida franquistas. Buscaban una transformación social de arriba abajo

El nuevo escenario sociopolítico y la crisis económica de finales de los 70 aceleran la decadencia de la contracultura catalana. El capitalismo inaugura una nueva fase especulativa, la carestía de la vida golpea a las familias más vulnerables y los barrios marginales se descomponen con el desembarco de la heroína, una droga de efectos devastadores que sustituye a ese “sacramento” de la espiritualidad que había sido el LSD. La era del nosotros y la solidaridad se apaga y surge la cultura del yo y la sublimación del dinero.

Los jóvenes contraculturales no solo pretendían erradicar los modos de vida franquistas. Su aliento iba más lejos. Buscaban una transformación social de arriba abajo. O, para ser exactos, de abajo arriba. “Queríamos una revolución cultural y nos quedamos a la mitad –reconoce Ribas–. Se impuso la cultura del mercado, el mundo de la estética, y se anuló el mundo de la ética y el pensamiento. Hoy hay poca libertad mental, estamos adocenados, muy instrumentalizados. Pero nos queda lo que hicimos. De todo aquello quedan las libertades civiles, el antimilitarismo, la laicidad, el feminismo… La huella está ahí y creo que en los márgenes de la sociedad todavía hay contracultura”.

 

[Fuente: http://www.ctxt.es]

 

Escrito por JAVIER MEMBA

Las adaptaciones de La venus de las pieles (1870) vienen de antiguo. Quinta de las historias incluidas por Leopold von Sacher-Masoch en el volumen dedicado al amor de El legado de Caín, es la pieza más conocida de esta saga inacabada. De entre todas sus versiones —un surtido que abarca desde canciones de The Velvet Underground hasta cómics de Guido Crepax— yo me quedo con El placer de Venus (Massimo Dallamano, 1969), la segunda de las películas de las que tengo noticia. Ahora bien, aunque El placer de Venus —protagonizada por Laura Antonelli en todo su esplendor— está basado en la novela —que no obra teatral, pese a sus celebradas adaptaciones a las tablas— que dio nombre al masoquismo, me atreveré a decir que si hay una imagen que simboliza ese placer es la de Charlotte Rampling —con las manos enguantadas cubriéndose el pecho y en la cabeza rapada una gorra de los nazis— en Portero de noche (Liliana Cavani, 1974).

El psiquiatra alemán Richard von Krafft-Ebing (1840-1902), lector de Sacher-Masoch, describió un catálogo de “perversiones sexuales” para el común de los lectores de nuestro siglo XXI tan indignante como la teoría de su contemporáneo, el criminalista italiano Cesare Lombroso, sobre los cráneos de los asesinos. En aquel texto —Psychopathia sexualis (1886)—, el doctor concibió el término «masoquismo» para referirse al placer que algunos encuentran en la humillación y el sufrimiento perpetrados por alguien al que están unidos sentimentalmente. Viéndolo expresado meridianamente en La Venus de las pieles, decidió asociarlo en su descripción al apellido de Sacher-Masoch, antepasado de Marianne Faithfull, por cierto.

Por un procedimiento similar, los espectadores del circuito de la versión original de los años 70 —entonces de arte y ensayo— relacionaron la imagen de Charlotte Rampling con el masoquismo. Fue así como esta actriz de aspecto núbil —tenía veintiocho años y aparentaba la mitad— pasó a ser el icono más escabroso del destape.

« Creo no exagerar al apuntar que fuimos muchos los que supimos por primera vez del erotismo del dolor con aquel filme de Liliana Cavani. Yo el primero, desde luego« 

Digan lo que digan esos abanderados y abanderadas del nuevo puritanismo, que abogan encendidos y encendidas por la prohibición de la pornografía con el mismo encono que lo hacía Gabriel Arias Salgado —ministro de Información y Turismo, ergo responsable de la censura de prensa en los días del nacionalcatolicismo—, puesto a prohibir los anuncios de medias porque “fomentaban la masturbación”, el destape —el softcore en la cartelera internacional— fue la mejor ilustración de la revolución sexual. Diré más: había en aquel cine, tan característico de los años 70, un claro afán didáctico. Se trataba de ilustrar al ignorante en los placeres de la carne —junto al mundo y el demonio la enemiga del alma—, como mínimo hasta que las inglesas, a comienzos de los años 60, empezaron a bañarse en bikini en Benidorm. Una década después otra inglesa —Charlotte Rampling nació en Essex en 1946—, ya en topless, se convertía en un icono del masoquismo y, como se dice coloquialmente, lo petó.

No hará falta que me extienda en lo que supuso aquella imagen de Lucia —el personaje incorporado por tan singular actriz en Portero de noche— gozando del martirio al que la someten los torturadores del Reich, en esa cartelera en la que el sexo estaba empezando a dejar de estar prohibido por ser pecado. Creo no exagerar al apuntar que fuimos muchos los que supimos por primera vez del erotismo del dolor —“algolagnia”, tengo entendido que se llama en medicina— con aquel filme de Liliana Cavani. Yo el primero, desde luego. Aún no era cinéfilo, tan solo un buen espectador que apuntaba maneras. Tenía, en fin, diecisiete años cuando Portero de noche se estrenó en el invierno de 1976 en el desaparecido cine Urquijo, de la calle Marqués de Urquijo de mi amada ciudad. Recién había llegado a las lecturas de Sade en las traducciones de Editorial Fundamentos y me creía alguien. La cinta en la que descubrimos a Charlotte Rampling estuvo en aquella sala casi un año.

« Conscientes de que van a morir, Lucia se viste de niña candorosa y Max de terrible SS para dar su último paseo por una Viena en la que empieza a amanecer« 

Por supuesto, el Divino Marqués me interesaba más por librepensador y por maldito que por cruel. Y, también por supuesto, estas dos primeras condiciones eran el objeto de la promoción de Sade, en las solapas de aquellas ediciones de los 70, por autores tan variados como lo son entre sí André Breton y Octavio Paz. Sabía, pues, del sadismo —la algolagnia que halla en el dolor quien humilla y flagela a su pareja— pero de que, en efecto, hay quien goza sufriendo esa humillación y ese dolor supe con la Lucia de Charlotte Rampling. Yo, que me negaba a creer que lo leído en Sade pudiera ser verdad y una práctica relativamente frecuente entre la aristocracia del Antiguo Régimen, pensaba que con las chicas solo caben los besos —y ese instante que entrañaba la vida pese a ser el peligro de la carne, ese que sí te lo da la que lo ha inspirado es lo mejor del mundo—, me quedé noqueado ante la Lucia de Charlotte Rampling. Superviviente del Holocausto, al comenzar la cinta es la esposa de un afamado director de orquesta que acompaña a su marido a Viena. En el hotel donde se hospedan se reencuentra con Max (Dick Bogarde), su torturador y amante en el campo de exterminio, ahora portero de noche en el establecimiento. Tras un primer recelo vuelven a retomar su relación y esta vez deciden llevarla hasta sus últimas consecuencias: la autodestrucción, si bien es cierto que a la extraña pareja el tiro de gracia propiamente dicho se lo dan en off los otrora compañeros de armas de Max. Pertenecientes todos a una fraternidad clandestina de nazis, el que doce años después —la acción se sitúa en 1957— Max resulte estar perdidamente enamorado de una testigo que puede reconocerlos es un engorro con el que deciden acabar. Conscientes de que van a morir, Lucia se viste de niña candorosa y Max de terrible SS para dar su último paseo por una Viena en la que empieza a amanecer.

La controversia que provocó Portero de noche fue universal y mayúscula. Más que buena o mala a mí me pareció inquietante. A buen seguro que era eso lo que buscaba Cavani. Dejando la algolagnia a un lado, junto a El hijo de Saul (2015), del húngaro László Nemes, me parece el retrato más espeluznante de las atrocidades cometidas en los campos de exterminio por los nazis. A raíz de Portero de noche Michel Foucault publicó una demoledora crítica sobre la visión sexualizada del nazismo y la erótica del poder. La polifacética  usan Sontag no fue más comedida en un célebre artículo sobre la fascinación del fascismo aparecido en 1975. Con todo, nada pudo impedir que en aquel camino que llevó al softcore de la “S” a la “X” en la clasificación de sus producciones surgiera un subgénero del cine erótico, ya tirando a porno, en el que los y las nazis se daban con largueza a la algolagnia. Y en medio de todo aquello, en el ojo de aquel huracán, estaba Charlotte Rampling. Ese fue su estigma, pero lo supo salvar.

« Todas las musas del softcore fueron estigmatizadas por su generosidad al destapar sus encantos. Y todas ellas acabaron mal. Charlotte, que tangencialmente también fue una musa del destape, supo sortear las maldiciones« 

Hija de un oficial de la OTAN, un destino de su padre la llevó a vivir parte de su infancia en Gibraltar. Ya estaba en Londres y era una de las chicas más destacadas del Swinging London cuando se suicidó su hermana mayor, con veintitrés años. Aquella muerte absurda fue determinante para que Charlotte dejase de consumir sustancias estupefacientes. Aquel era el Londres en el que el LSD, aún legal, se ingería en pequeños trozos de papel secante que se pasaban de una lengua a otra en los besos, o bien en unas gotas mezcladas con la consumición. Twiggy —la modelo de las minifaldas de Mary Quant—, mi dilecta Jane Birkin y Charlotte Rampling, como el prototipo de aquellas jóvenes que eran, también empezaron a darse a conocer en las películas de aquel Londres. Charlotte debutó en ¡Qué noche la de aquel día! (1964), la primera de las cintas que Richard Lester rodó con The Beatles. Con Jane Birkin coincidió en El Knack… y cómo conseguirlo (1965), también de Lester.

Aunque está claro que Portero de noche fue la cinta que la convirtió en una celebridad mundial, amén de estigmatizarla como la imagen universal del masoquismo, anterior a la popularización de La Venus de las pieles —me da que Sacher-Masoch sigue sin ser popular—, en la filmografía de Charlotte Rampling hay títulos tan interesantes como Refugio macabro (1972), un filme de Roy Ward Baker para la Amicus.

La maravillosa Sylvia Kristel, Laura Antonelli, Maria Schneider… Todas las musas del softcore fueron estigmatizadas por su generosidad al destapar sus encantos. Y todas ellas acabaron mal. Charlotte, que tangencialmente también fue una musa del destape, supo sortear las maldiciones. Para John Boorman protagonizó Zardoz (1974), una de las más celebradas distopías de la ciencia ficción de los años 70. En el 75 se convirtió en toda una protagonista del neo-noir al incorporar a la Velma de Adiós, muñeca, notable adaptación de Raymond Chandler debida a Dick Richards. Con Woody Allen colaboró en Recuerdos (1980)…

Su filmografía es tan dilatada que en 1986 volvió a sus procacidades del 74 al interpretar a Margaret Jones, una mujer enamorada de un chimpancé, en Max, mi amor de Nagisa Ōshima, de modo que la actriz sumó la zoofilia a la lista de bizarrías inaugurada con el masoquismo de Portero de noche. Y hay más: recuérdese a Elle, la señora mayor, tan dulce y apacible como se ve a Charlotte ahora, que viaja a Haití para comprar sexo con un nativo en Hacia el sur (Laurent Cantet, 2005).

 

[Fuente: http://www.zendalibros.com]

Au plus proche du travail d’Isabelle Huppert puis de Fabrice Luchini, préparant tous deux leur entrée en scène, Benoît Jacquot révèle une aventure aux multiples échos.

Isabelle Huppert, en route pour affronter sur scène le texte qui lui échappe.

Écrit par Jean-Michel Frodon — Édité par Natacha Zimmermann 

Il est mort il y a bien longtemps –cent-dix-huit ans–, celui qui a écrit: «Le malheur me paraît tellement invraisemblable que j’en viens même à ne plus savoir que penser, je m’y perds.» Elle est intensément vivante, celle qui dit et ne dit pas cette phrase, la triture, la mâchonne, la murmure, la digère, la métabolise. Et bloque. Encore. Et encore.

C’est très bizarre, presque burlesque, ou un peu malsain, ce rapport obsessionnel d’Isabelle Huppert à une seule phrase, une réplique de La Cerisaie d’Anton Tchekhov, qu’elle va jouer le soir même sur une des scènes les plus célèbres du monde, celle du Palais des papes, en ouverture du Festival d’Avignon.

Problème trivial? Anecdotique? Chacun peut à bon droit le penser tant qu’il n’a pas vu ces séquences –dans le jardin, dans la voiture, dans la loge, sur le plateau pendant la dernière répétition. Parce que ce qu’on voit, ce qu’on perçoit, est à la fois bouleversant et infiniment troublant. Ce qui s’éprouve là, presque indépendamment d’à propos de quoi cela s’éprouve (jouer une pièce de Tchekhov), concerne la peur et le courage. Ce qui se ressent est au croisement d’un acte de passion au-delà de la raison et, du même mouvement, le travail. Le travail comme un acte qui engage tout entier.

Il n’est peut-être rien de plus émouvant au cinéma que, lorsqu’elles sont bien filmées (c’est rare), des personnes qui travaillent. Cela vaut pour un boulanger faisant des croissants ou un conducteur de RER, comme pour Mick Jagger on stage chantant «Satisfaction» pour la quatorze millième fois. Lorsque la caméra sait voir et faire voir l’investissement de toutes les facultés du corps et de l’esprit pour que quelque chose se fasse, que quelque chose existe, que quelque chose arrive. Pas comme un exploit unique, hors norme, mais comme un accomplissement quotidien, qui agit dans le monde et définit, au moins en partie, celui ou celle qui l’exécute.

Isabelle Huppert est une immense artiste. Au moment où Benoît Jacquot la filme, cela lui complique un peu plus la tâche qu’elle a à surmonter. Cette unique phrase de Tchekhov est-elle vraiment si cruciale pour elle, ou en fait-elle une manière de s’accrocher à quelque chose pour mieux prendre en charge l’ensemble du rôle de Lioubov? On ne le saura jamais. On ne peut pas le savoir. Sans doute elle-même ne le sait-elle pas.

L’inverse radical de la communication

Ce qu’elle sait, et que grâce au film nous voyons avec une intensité exceptionnelle qu’elle sait, est que «ça» passe par là. Ça quoi? Va savoir, disait Jacques Rivette, en titre d’un autre beau film où le cinéma se donne pour tâche d’approcher, avec ses moyens à lui –la caméra, le montage (qui consiste aussi à ne pas couper), la présence de traces du monde dans le cadre– ce qui s’active dans le théâtre.

En répétition sur le plateau de La Cerisaie, magnifiquement mise en scène par Tiago Rodrigues, au Palais des papes.

Benoît Jacquot est, avec Jean Renoir et Jacques Rivette, un de ceux qui se seront le plus et le mieux passionnés par ces enjeux. On se souvient de son Elvire-Jouvet 40, ou de La Fausse Suivante tourné dans un théâtre. Mais cette recherche attentionnée court tout au long de sa filmographie, de façon plus ou moins explicite, jusqu’à la récente et magnifique mise en écran de la pièce de Marguerite Duras, Suzanna Andler.

Au-delà du raisonnable

Au cours du film, la partie Luchini ne s’oppose pas tant à la partie Huppert, elles se stimulent l’une l’autre, par tout ce qui y contraste comme par tout ce qui s’y fait écho. L’immersion de l’actrice dans le matériau même de la langue, qui suscitait aussi tant de questions quant aux processus de la mémoire, résonne mieux encore avec l’exhaustion du texte et de lui-même que pratique Luchini, expliquant et discutant à haute voix ce qu’il cherche à faire.

C’est drôle, c’est fulgurant d’intelligence, c’est énervant, et au bout de cette traversée réinventée sur les traces de Nietzche, commencée en répétition et poursuivie devant les spectateurs, c’est très, très beau. Ces deux-là, Huppert et Luchini –et d’ailleurs aussi Jacquot, auquel il convient d’adjoindre les deux femmes à la caméra, Caroline Champetier et Inès Tabarin– sont folle et fou.

Ce qu’ils cherchent et leur manière de chercher va très loin au-delà du sens commun et des comportements raisonnables. Mais là, justement là, s’active quelque chose qui concerne non seulement les deux interprètes, les textes majeurs auxquels on les voit se consacrer et, au-delà, le travail d’acteur. À sa façon faussement minimaliste, Par cœurs met en lumière et en émotion ce qui rend humains les humains, et la promesse de renouveler ce qu’ils ont à partager. Cela, le vent ne l’emportera pas.

  

Par cœurs de Benoît Jacquot

avec Isabelle Huppert, Fabrice Luchini

Durée: 1h16

Séances

Sortie le 28 décembre 2022

 

[Photos : | Les Films du Losange- source : http://www.slate.fr]

Escrito por Ramón Nicolás

Velaquí seis propostas entre o máis recente da narrativa galega. Catro potentes narradoras como son María Solar, Nazaret López, Marilar Aleixandre e Elba Pedrosa ofrécenos un monllo de historias fiadas pola tonalidade reivindicativa e o protagonismo feminino. Velaquí, tamén, o noir rural reflectido na primeira novela de Óscar Reboiras e o conxunto de relatos do escritor ferrolán Henrique Dacosta.

«A CULPA»

MARÍA SOLAR

EDITORIAL XERAIS

PÁXINAS 366 PREZO 18,50

Galardoada coa premio Xerais 2022, esta novela de María Solar afonda, con precisión, axilidade e inequívoco ritmo narrativo nunha historia na que conflúen elementos propios do thriller e da literatura confesional para xogar cos concepto da identidade e da dominación. Aborda asuntos como a violencia estrutural e física, os abusos sexuais e, loxicamente, a culpa como elemento central do libro. Todo grazas ao percorrido duns personaxes centrais -Mirta e Marcela, Amada e Enric- concibidas con solidez e verosimilitude para non desatender as posibles dimensións da condición humana, tantas veces contraditorias pero case tanxibles nestas páxinas como son as cicatrices que deixa o odio e mais o amor.

«PECADOS VENIAIS»

NAZARET LÓPEZ

EDITORIAL XERAIS

PÁXINAS 216 PREZO 17,95

Articula aquí a autora, nesta que é a súa segunda entrega narrativa, unha novela ou conxunto de relatos anoados ata o final? No fondo tanto ten pero o certo é que Nazaret López estrutura unhas páxinas enfiadas con solvencia técnica e co necesario nivel de esixencia, para desvelar un universo protagonizado por mulleres que comparten o desexo de realizárense como persoas, en ocasións desde a carraxe, a incomprensión ou a hostilidade, para se enfrontaren con decisión a un futuro que queren escribir elas mesmas como reacción contra unha vulnerabilidade que nunca procuraron e convidarnos, así, a coñecer situacións e atmosferas, tantas veces cotiás, descritas con brillantez e pulso propio.

«AGORA QUE CALA A NOITE»

ELBA PEDROSA

EDITORIAL AIRA

PÁXINAS 160 PREZO 17

Elba Pedrosa ofrece aquí tres relatos longos ou tres novelas breves, anoadas por unha vontade inequívoca de intervención que quere evidenciar ou poñer o foco nos maltratos psicolóxicos e na violencia machista como un dos grandes males do noso tempo. Velaí como nos interna en diversas situacións onde se reflicte esta realidade como son o acoso laboral, a influencia da educación patriarcal, os abusos sexuais, os problemas de integración escolar ou á ambición desmedida que anula as expectativas sentimentais.

«A AGONÍA DAS FOLERPAS»

ÓSCAR REBOIRAS LOUREIRO

EDITORIAL GALAXIA

PÁXINAS 160 PREZO 17

Premio de Novela Galicia Rural 2022 esta proposta supón a afortunada estrea como narrador de Óscar Reboiras, onde nos ofrece unha mostra de noir rural adobiado con ecos de reflexión sobre as redes de poder, o patrimonio, a corrupción e a propia historia co pano de fondo de revitalizar un espazo existente no Xurés como é a aldea de Salgueiro.  Articulada en dous planos temporais ben definidos, unha xornalista será quen de resolver un caso no que hai tamén unha suxestiva presenza da histórica organización secreta “Carbonária”.

«O ESTRAÑO CASO DA BICICLETA AMARELA»

HENRIQUE DACOSTA

EDITORIAL BELAGUA

PÁXINAS 140 PREZO 16

Retorna o escritor ferrolán a transitar por un xénero que visitou noutras ocasións como é o do relato curto. Nesa ocasión ofrece un volume de carácter compilador que incorpora oito relatos -algúns deles a dialogaren con personaxes xa coñecidos- alén dunha peza teatral cómica, para mergullarse no océano da memoria e así reparar -con relampos oníricos en ocasións- na infancia, no mar, no territorio de Ferrol e noutros espazos adxacentes que aparecen adoito na súa obra recreando situacións dominadas por certa tonalidade tráxica.

«UNHA PRESA DE TERRA»

MARILAR ALEIXANDRE

EDITORIAL BAÍA EDICIÓNS

PÁXINAS 140 PREZO 17,50

No ano 2001 Marilar Aleixandre conseguía a primeira edición do Premio Novela por Entregas de La Voz de Galicia con este título que acaba de reeditar Baía nunha edición ampliada. Nesta proposta, unha detective chamada Ana Candeán acabará involucrada na resolución dun caso pero nestas páxinas circulan máis cousas cunha acaída dosificación da trama. Alén diso, un relato popular que suxire maltrato e que proxecta a presenza do machismo daquela e no presente pon en valor, e de novo, esta suxestiva novela.

 

[Fonte: cadernodacritica.wordpress.com]

El llibre de Gabriel Garcia Frasquet, publicat pel Magnànim, també analitza la singularitat de l’ofici d’actriu, que era una ocupació excepcional

Escrit per DLV

El teatre valencià (1845-1945). La rellevància de les actrius és el títol de l’obra que repassa la història del teatre en valencià des dels primers sainets fins a la prohibició franquista i que acaba d’editar la Institució Alfons el Magnànim (IAM) – Centre Valencià d’Estudis i d’Investigació. L’obra, inclosa en la col·lecció Estudis Universitaris, està escrita pel filòleg de Gandia i professor de valencià Gabriel Garcia Frasquet. El llibre és resultat de la col·laboració de la IAM amb l’Institut Interuniversitari de Filologia Valenciana, dirigit per Vicent Josep Escartí.

En aquest volum, Garcia Frasquet explica com van proliferar l’organització de companyies dramàtiques o líriques al llarg del segle XIX gràcies a la consolidació de la burgesia com a classe dominant i la construcció dels primers teatres a les ciutats i altres poblacions com a resposta al temps d’oci que necessitaven omplir. No debades, l’any 1832 va ser inaugurat el Teatre Principal de València. Així mateix, analitza des de l’estrena dels primers sainets fins a la prohibició tàcita franquista, que va suposar un tall cultural abrupte.

A més, s’analitzen, d’una banda, la singularitat de l’ofici d’actriu, que era encara una ocupació excepcional que trencava encara l’ordre social establit del patriarcat, ja que era un treball on s’exposaven públicament i permetia evidenciar el talent i la creativitat de moltes dones que, a més, van començar a compartir protagonisme amb els companys masculins, des de les capdavanteres Amàlia Mondéjar (la primera gran figura del teatre valencià), Maria Agostí, Loreto Bru o Antònia Colom fins a les importants actrius de la Segona República als escenaris d’Alacant, Castelló de la Plana, València i, també, Barcelona.

Elles, esporàdicament o amb més regularitat, van col·laborar decisivament en l’èxit i la dignificació d’un teatre en valencià que, més enllà de les peces bilingües, també va oferir sarsueles, revistes, drames o comèdies de volada més gran.

D’altra banda, gràcies a la incorporació dels nous espectadors, el teatre, que s’havia representat exclusivament en castellà durant els segles anteriors, va començar a oferir algunes peces valencianes com les obres primerenques de Bernat i Baldoví, Garcia Parreño i Rafael M. Liern. Cal destacar el gran impacte cultural que van obtindre, ja que omplien sales de més de mil butaques amb regularitat i, en paraules de G. Frasquet, «cohesionava culturalment els valencians d’una punta a una altra del territori».

Gabriel Garcia Frasquet (Gandia, 1953) és doctor en Filologia Catalana i catedràtic d’ensenyament secundari. Va ser director del Centre d’Estudis i Investigacions Comarcals Alfons el Vell (1995-2012). Entre la seua obra, destaquen els llibres Catàleg de la premsa comarcal. La Safor (1880-1982)Vocabulari del joc de pilota (en col·laboració amb F. Llopis), L’educació a la Safor: dones de la desaparició de la Universitat de Gandia fins a la Segona RepúblicaEls bans de Gandia (1830-1874) i Miramar, l’espai viscut. Els noms de lloc, el parlar i la cultura popular. També ha editat i estudiat obres teatrals i narratives inèdites d’autors com ara Gaietà Salelles, Josep Felis, Antoni i Francesc Richart Iñigo, Rafael Bigné i Josep Mascarell i Gosp.

 

[Font: http://www.laveudelsllibres.ca]

No centenário de um dos mais celebrados – e temidos – romances, nova edição distribui seus capítulos a 18 vozes tradutoras, acentuando sua multiplicidade intrínseca. Nessa entrevista, o idealizador convida a degustar a obra

 

Por Henrique Piccinato Xavier, em entrevista a Maurício Ayer

Passados cem anos de seu lançamento, o romance Ulysses, do irlandês James Joyce, continua sendo um livro que mete medo em muita gente. É um catatau de mais de 1.000 páginas, a depender da edição, mas o tamanho não é nem de longe o que ele tem de mais assustador ou, no mínimo, desafiador. Tomando como estrutura de referência a Odisseia de Homero e seus episódios, Joyce escreveu um romance em 18 episódios ou capítulos, cada um eles com um estilo, uma técnica, e uma série de outros parâmetros que tornam cada um deles muito diferente dos demais. Em um desses episódios, a própria língua do texto se transforma, emulando várias etapas da história da língua inglesa até chegar na língua do início do século XX, ou seja, a língua do próprio Joyce. Outro, é todo construído como uma peça de teatro. E assim vai. E tudo isso para narrar um dia na vida de um homem, Leopold Bloom, em Dublin.

Foi para explorar o caráter múltiplo do Ulysses que o filósofo Henrique Piccinato Xavier concebeu um projeto de tradução singular, em comemoração ao centenário da obra: se cada capítulo tem um estilo tão radicalmente diferente, mobilizando questões de linguagem, repertório literário e vocabulário, entre outras, tão distintas, como se fossem escritos por 18 autores diferentes, por que não fazer um projeto de tradução que reúna um tradutor diferente para cada um desses capítulos? Para o capítulo que tem como tema a música, por que não chamar um compositor para recriá-lo em português? O capítulo que narra o enterro de um amigo de Bloom, por que não o entregar para traduzir por um escritor que tem como tema de aprofundamento, justamente, a morte? Assim nasceu o projeto Ulisses a 18 vozes, que deverá ser publicado no ano que vem, pela Ateliê Editorial.

Foi para conversar sobre esse projeto singular e denso que realizamos essa entrevista, na manhã de 17 de novembro de 2022. Henrique explicou que sim, é verdade que o Ulysses ainda mete medo, mas isso também tem a ver com o fato de que, embora tremendamente experimental, o romance também diz muito sobre o nosso mundo contemporâneo, e este mundo realmente é muito assustador. De modo que o que faz dele assustador é também algo que pode nos interessar encarar. Muitas das inovações do livro são hoje mais acessíveis, não porque tenham sido incorporadas à linguagem corrente, mesmo literária, mas porque temos mais facilidade de encontrar os recursos para decifrar cada uma de suas partes.

Outros aspectos do livro não só não envelheceram como rejuvenesceram com o passar das décadas. Conforme explica Henrique, o romance confronta três conceitos/instituições que no tempo de Joyce eram profundamente opressoras: Deus, Família e Pátria. Num país que vive um profundo conflito religioso entre católicos e protestantes, Joyce escolhe como herói um judeu – aliás, um judeu dúbio, como descobrimos ao longo do romance. Também desvenda o casamento, e faz o romance girar em torno de um caso de adultério, vivido, no entanto, de maneira impressionantemente liberta de convenções que ainda hoje permanecem num horizonte convencional. Finalmente, Joyce, por meio de seus personagens, em especial Stephen Dedalus, consegue, sem deixar de repudiar o colonialismo inglês, guardar distância do nacionalismo irlandês e seus pressupostos sectários. Capta, inclusive, a imbricação desse nacionalismo extremado com o antissemitismo, cuja história na Europa conhecemos bem, mas que ainda daria seus piores frutos – não custa lembrar que Ulysses é lançado no ano em que Mussolini ascende ao poder na Itália.

Mas o livro vai muito além. Bloom é um personagem que não obedece aos padrões de masculinidade de seu tempo, e se coloca em atrito ou mesmo confronto com isso em diversas situações. Num momento de sonho ou delírio, vemos uma cena em que ele se vê transformado num ser híbrido, transexual, e é submetido a um exame ginecológico e meio a um tribunal. Caberia, sugere Henrique, empreender uma leitura queer do Ulysses.

Sobre o projeto, Henrique compartilhou a gênese do projeto e um pouco do trabalho de curadoria. Ele enfatiza que o Brasil tem três traduções, todas elas excelentes, o que faz do país a comunidade literária que mais traduziu o Ulysses, e que há muitas décadas se interessa imensamente pela literatura joyciana. Esta tradução, aliás, integrará a coleção “rolarriuana”, totalmente dedicada a obras de Joyce e a estudos sobre o autor, que Henrique coordena na Ateliê Editorial.

Assista à íntegra da entrevista.

[Ilustração: AnneHeffernanDesign – fonte: outraspalavras.net]
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