Laurent Cantet, uno de los más importantes y personales nombres del cine francés contemporáneo, falleció ayer a los 63 años. Se trunca la trayectoria de un observador de las realidades sociales y los conflictos laborales lejos de los clichés del cine social, que fomentó el debate y la conversación y entendió las dificultades de las personas ante la comunidad.

Laurent Cantet, adiós a un humanista. Foto: Claude MEDALE / Corbis (Getty Images)

Escrito por Ricardo Aldarondo

Cuando Laurent Cantet (1961-2024), guionista también de todas sus películas como director, puso como título a su segunda película “Recursos humanos” (1999) estaba dando en la diana para destapar el trasfondo de las prácticas explotadoras disimuladas bajo tan prometedora denominación, y al mismo tiempo, revelaba el que iba a ser el gran valor de su cine: la capacidad para ahondar en el comportamiento humano y en la supervivencia laboral o emocional en un entorno comunitario hostil o problemático. Cantet nunca fue un cineasta social de tesis o de concienciación directa: su forma de observar a los personajes y dejarlos evolucionar en su entorno, sin enfatizar ni remarcar pero arropándolos con una calidez difuminada en una narrativa austera y a veces casi documental, acababa por resultar mucho más impactante y conmovedora que cualquier proclama.

Así fue sobre todo en esa primera etapa en que “Recursos humanos”,“El empleo del tiempo” (2001) o “La clase” (2008) ahondaban en la desprotección del individuo frente a los mecanismos laborales, y la desilusión inevitable del trabajador ante un entorno conflictivo en distintas formas, donde el comportamiento ético y humano tiene cada vez menos cabida. Aunque no se limitó a los temas sociolaborales, ni mucho menos, Cantet mantuvo siempre ese talento para basar su cine en la calidez humana sin reforzar el drama ni manipular sentimientos, a menudo fomentando el debate directo entre los personajes para buscar el conocimiento y la comprensión mutua. Un cine honesto y valiente, preciso en las formas, para llegar desde la discreción y la contención a la profundidad de la dignidad humana.

“Recursos humanos” (1999), “El empleo del tiempo” (2001) y “La clase” (2008).

Tras un debut que pasó desapercibido, “Las islas sanguinarias” (1997), Cantet se reveló cuando en el Festival de San Sebastián de 1999 “Recursos humanos” recibió el Premio Zabaltegi-Nuevos Directores. Eclipsó por completo al resto de contendientes con el creciente drama y enfrentamiento entre la empresa y los trabajadores por una maniobra de reducción de personal. En su siguiente película, “El empleo del tiempo”, depuró aún más la austeridad formal para comprender el drama de un hombre que se queda sin trabajo y trata de disimularlo ante su familia, y dio a Robin Campillo una primera oportunidad como coguionista en lo que se convirtió en una frecuente y fructífera colaboración. En “La clase”, en cambio, sin abandonar ese enfrentamiento a los problemas del trabajo a través de la figura del profesor, provocaba el debate sin cortapisas –y el choque de opiniones, clases sociales y conflictos juveniles– dando voz a los alumnos con un estilo cercano al documental que le procuró la Palma de Oro en el Festival de Cannes. Y que tuvo un espejo diez años más tarde en “El taller de escritura” (2017), otro vitalista y audaz estudio de comportamientos, aspiraciones y frustraciones juveniles.

“Me interesan los temas sociales porque me interesa la relación entre la esfera íntima y el entorno global del ser humano. Y cómo una decisión global puede afectar al individuo”, explicaba en una entrevista que le hice para ‘El Diario Vasco’ en 2018, cuando recibió el premio honorífico del Festival de Cine y Derechos Humanos de San Sebastián. “Me gusta hacerme preguntas y compartirlas con el público. Y me gusta dar voz a obreros, mujeres jóvenes o alumnos de un colegio desfavorecido para que me cuenten las dificultades que tienen al pertenecer a una comunidad. El objetivo, en definitiva, es escucharles”, añadía Cantet, quien transmitía en persona la afabilidad y la natural elegancia que anidaba en su cine.

Laurent Cantet, cuando presentó “El taller de escritura” en Madrid. Foto: Europa Press (Getty Images)

Pronto dio muestras de que no se iba a encasillar en esos entornos cuando dirigió “Hacia el sur” (2005), con el choque de sensibilidades y clases de tres mujeres (Charlotte Rampling entre sus protagonistas) de turismo en un Haití problemático. Pero sorprendió especialmente cuando se fue a Estados Unidos a realizar “Foxfire. Confesiones de una banda de chicas” (2012), basada en la novela de Joyce Carol Oates, una película aparentemente en las antípodas de su estilo, poco comprendida en su momento, que sin embargo conservaba su sutileza y perspicacia al retratar a un grupo de adolescentes que pretende vivir bajo sus propias reglas en los años cincuenta, con la que Katie Coseni ganó la Concha de Plata en San Sebastián.

Cantet siguió ampliando horizontes con sus inmersiones discretas pero profundas en otros grupos sociales al situar en una azotea de La Habana una gran conversación con distintos puntos de vista sobre la realidad cubana en “Regreso a Ítaca” (2014), a partir del retorno de un exiliado en Madrid. Un interés que quizá nació de su colaboración previa en el filme colectivo “7 días en La Habana” (2011), que incluía también a Benicio del Toro, Pablo Trapero, Julio Medem, Elia Suleiman, Gaspar Noé y Juan Carlos Tabío en los créditos de dirección. “Es que el cine para mí es eso, ver el mundo de una manera real, observar cómo vivimos en ese mundo y atender a las dificultades a las que nos enfrentamos. A mí me gusta mucho la voz y las palabras, tanto las que elegimos como las que evitamos, porque reflejan la forma que tenemos de estructurar ese mundo”, dijo.

Con “Arthur Rambo” (2021), que ha acabado por ser su última película en una trayectoria no muy prolífica y prematuramente truncada, volvía a competir en el Festival de San Sebastián, y a mostrar una nueva fuga aparente, al internarse en las consecuencias de las nuevas relaciones, y las posibles manipulaciones, a través de las redes sociales.

“Hacia el sur” (2005), “Foxfire. Confesiones de una banda de chicas” (2012), “Regreso a Ítaca” (2014) y “Arthur Rambo” (2021)

Laurent Cantet estaba inmerso en un nuevo proyecto cuando sobrevino la enfermedad que lo venció ayer, una película titulada “Enzo” que escribió de nuevo con Robin Campillo, protagonizada por Élodie Bouchez y Pierfrancesco Favino, y respaldada por Marie-Ange Luciani, la productora de “Anatomía de una caída” (Justine Triet, 2023). Esperemos que ese proyecto se pueda retomar y finalizar, como homenaje a su trabajo y por tener un poco más del siempre necesario, revelador y profundamente humano Cantet. ∎

Obreros, jóvenes y redes sociales: cuatro filmes destacados


“Recursos humanos” (1999)

Con un principiante Jalil Lespert, descubierto por Cantet ya en su corto “Jeux de plage” (1995), el punto de vista de un universitario ilusionado por fomentar el entendimiento desde su departamento de recursos humanos y envuelto sin saberlo en una maniobra de reducción de personal, aporta una descarnada y tensa mirada sobre la unión de los trabajadores por sus derechos, la lealtad y la traición, y el orgullo de clase obrera, con una precisión asombrosa.


“El empleo del tiempo” (2001)

La progresiva pérdida del contacto con la realidad de un padre de familia que pierde su trabajo y trata de simular que tiene un nuevo y próspero empleo mientras vaga por calles y parques en un tiempo muerto hacia la desesperación impacta por el tono austero y demoledor, y por la interpretación de Aurélien Recoing. Robin Campillo, futuro director de “120 pulsaciones por minuto” (2017), inició aquí su fructífera colaboración con Cantet como coguionista.


“La clase” (2008)

Con un excelente montaje que potencia la sensación de documental improvisado en lo que es una ficción de vibrante realismo, Cantet da voz a los alumnos de diversas razas de una escuela en un conflictivo barrio parisino para recoger su cuestionamiento a un profesor que trata de realizar su labor lo mejor posible. François Bégaudeau interpreta a un personaje muy próximo a su propia experiencia en la vida real. La Palma de Oro en Cannes y una nominación al Óscar reflejan el impacto internacional que tuvo.


“Arthur Rambo” (2021)

El último filme no fue tan redondo como los otros destacados, pero indica, con un estilo algo más convencional, la permanente indagación en nuevas realidades que mantenía Cantet y el interés por los comportamientos generados en las redes sociales a través de un joven escritor, interpretado por Rabah Nait Oufella, con un perfil falso para generar odio que deviene en cancelación. Y no tan lejos de los orígenes del cineasta: de nuevo el derrumbe de una vida por las afecciones de su entorno. 

[Fuente: http://www.rockdelux.com]