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Recientes investigaciones demuestran cómo una reducción global del consumo de carne haría bajar las emisiones de gases que contribuyen al efecto invernadero

Una mujer prepara una comida con vegetales. CHABYBUCKO (GETTY IMAGES)

Escrito por AZAHARA NIETO

Que el cambio climático está haciendo mella en el planeta es algo que podemos comprobar por nosotros mismos: las temperaturas cada vez son más altas, el clima es más seco y el agua se está convirtiendo en un bien muy preciado. A veces siento que estoy viendo una película apocalíptica de sobremesa en la que el mundo, según lo conocemos, se está acabando. Lo malo es que esa película no tiene fin.

La realidad es esa, pero podemos hacer muchas cosas como individuos; de hecho, lo que podemos dejar de hacer con mayor impacto en el bienestar del planeta, es algo muy doméstico, que es dejar de comer carne. Comemos muchas veces al día, somos muchos y el consumo de carne tiene un gasto y un efecto medioambiental muy elevado.

La acción individual no es insignificante cuando se quieren hacer cambios a escala global. Una prueba más de esto la da una reciente investigación, publicada en la revista Science Advancessobre los efectos de la adopción generalizada de una dieta flexitariana basada en la reducción del consumo de carne y la adición de más alimentos de origen vegetal. Si todos adoptásemos una dieta flexitariana, conseguiríamos bajar las emisiones de gases que contribuyen al efecto invernadero. Se puede reducir el calentamiento máximo a aproximadamente 1,5 °C y una menor eliminación de dióxido de carbono, para el 2045, en comparación con nuestros modelos de alimentación actuales.

“Es importante destacar que el flexitariano no es vegetariano ni vegano. Se trata de comer menos productos ganaderos, especialmente en las regiones de altos ingresos, y la dieta sería la mejor para la salud humana”, dice Florian Humpenöder, autor principal del artículo.

Cómo empezar con la dieta flexitariana

Es una alimentación basada principalmente en plantas, una alimentación vegetal, con un consumo animal permitido de huevos y lácteos, y con un consumo escaso o nulo de carne y pescado. No se establece un consumo máximo de carne: para alguna persona que adoptan esta modalidad dietética, solo comerán carne en una situación muy especial, por ejemplo, cuando va a casa de sus padres o en algún otro compromiso; y para otros quizá sea un consumo más común, por ejemplo, de una vez en la semana.

Podría decirse que la dieta flexitariana es la antesala al vegetarianismo y al veganismo. A veces se le acusa de tibia, ya que está entre una alimentación omnívora y una alimentación más vegetal, pero personalmente, creo que es un buen comienzo para la toma de conciencia de cómo nuestra alimentación influye en el planeta y en nuestra salud. Además, ahora qué estamos viendo cómo el agua se está convirtiendo en un bien que escasea en comunidades como Cataluña y Andalucía, donde ya se están aplicando restricciones, no tenemos esa visión tan lejana de países del continente africano donde el agua es oro.

Lo ideal sería empezar a comer dos raciones de verdura diarias; y no, no hablo de una ensalada en el centro para compartir, sino un plato principal de verduras. A pesar de que venimos de una dieta mediterránea, cada vez se come menos verdura. Para quien lo hace un par de veces a la semana, o solo es una guarnición en sus platos, puede comenzar con un cambio amable, como incluir una ración de verdura al día en su dieta. Otra clave es aprender a cocinar las verduras de otro modo, pues si solo las comemos en ensalada o cocidas con un poco de aceite de oliva y sal, a no ser que nos encanten así, lo más seguro es que acabemos aburridos de comerlas. Podemos probar a hacer elaboraciones como la tempura o marinarlas en aceite de oliva o salsa de soja con especias y meterlas al horno. Si, además, usamos las bandejas del horno para hacer varios platos de la semana a la vez, supondrá un ahorro de energía y del tiempo que dedicamos a la cocina.

Otra cosa que podemos hacer es dedicar un día de la semana a no comer carne. Es la propuesta mundial Meatless Monday, o lunes sin carne. Parece muy moderna, pero su origen es de la Primera Guerra Mundial, cuando se redujo el consumo de carne a los civiles para que los soldados del ejército de EE UU tuvieran más acceso a ella. En el 2003 se rescató esa idea, ahora sí, con fines medioambientales. En estos días podemos comer legumbres, y si no nos atraen propuestas de proteínas vegetales como el tofu, la soja o el tempeh, siempre podemos comer huevos, pescado, lácteos o marisco.

Alimentos que consumen mucha agua

Se fija el lunes, como una manera de empezar con más conciencia la semana, pero cualquier día es bueno para reducir el consumo de carne. E incluso más de uno. El consumo de carne supone un gasto de agua tremendo, es lo que la FAO llama huella hídrica, que se calcula teniendo en cuenta el agua directa e indirecta utilizada en todas las etapas de producción de un producto o servicio.

Los cultivadores de aguacates en Benamocarra (Málaga) donde están teniendo serios problemas por la falta de agua debido a la sequía que sufre la zona. GARCÍA-SANTOS

Estos son datos, que impresionan, para cada tipo de carne: 4.300 litros de agua por kilogramo de carne de pollo, 6.000 litros por kilogramo de cerdo, 8.700 litros para el cordero y 15.000 litros de agua si el kilo de carne es de ternera. Mientras tanto, un kilo de centeno supone 400 litros de agua y da mucho más de sí que un kilo de carne.

Hay otros alimentos que, aunque encajan perfectamente en una alimentación flexitariana, conviene reducir su consumo por cuestiones medioambientales. Esto está ocurriendo con el aguacate y con el mango. El cultivo de estas dos frutas, propias de otras latitudes, contribuye a agotar las reservas de agua en las zonas de España donde se cultiva, pues se emplean ni más ni menos que 1.800 litros por kilogramo. No tenemos agua para tanto aguacate y mango.

Consumir productos de temporada y de proximidad supone un menor coste medioambiental. Además de un mayor apoyo a la economía local y pequeña, y no a los grandes supermercados y productores. No se trata de ser un flexi o vegetariano perfecto, se trata de ir haciendo cambios para mejorar nuestra alimentación y para ser conscientes del poder que tenemos sobre la salud del planeta.

NUTRIR CON CIENCIA es una sección sobre alimentación basada en evidencias científicas y en el conocimiento contrastado por especialistas. Comer es mucho más que un placer y una necesidad: la dieta y los hábitos alimenticios son ahora mismo el factor de salud pública que más puede ayudarnos a prevenir numerosas enfermedades, desde muchos tipos de cáncer hasta la diabetes. Un equipo de dietistas-nutricionistas nos ayudará a conocer mejor la importancia de la alimentación y a derribar, gracias a la ciencia, los mitos que nos llevan a comer mal.

[Fuente: http://www.elpais.com]

La formacion de Carles Puigdemont es lo sol partit que ganha de vòtes e de deputats del temps que la CUP e sustot ÈRC s’enfonzan

La victòria en vòtes e sètis dels socialistas sarran son candidat, Salvador Illa, de la presidéncia de la Generalitat.

L’independentisme catalan a perduda sa majoritat absoluda al Parlament de Catalonha. Pel primièr còp dempuèi fòrça annadas, lo Partit Socialista (PSC), filiala del PSÒE, s’es impausat a las urnas a l’encòp en vòtes e en deputats a las eleccions regionalas de dimenge passat. Los independentistas d’extrèma esquèrra de la CUP e sustot los de centresquèrra d’ÈRC an patida una fòrta davalada e solament la formacion centrista de Junts (Amassa per Catalonha) del president exiliat Puigdemont capita una pojada e se consolida coma primièra fòrça independentista. Lo Parlament de Catalonha ven, après lo vòte de dimenge, majoritàriament espanholista mas extrèmament fragmentat pr’amor de las diferéncias ideologicas entre l’esquèrra e la drecha, e las possibilitats de bastir d’acòrdis per causir un govèrn pareisson escassas. Tot sembla d’indicar que caldrà tornar far las eleccions en octòbre.

Sens fuèlh de rota independentista e amb lo lagui de bona part dels electors independentistas, Junts, ÈRC e CUP an atenches sonque 59 deputats (en 2021 n’atenguèron 74). E mai s’i comprenguèssem los dos deputats de la nòva formacion ultradrechista Aliança Catalana, que sas orientacions politicas xenofòbas e islamofòbas son rebutadas pels autres sobeiranistas catalans, l’independentisme auriá pas la majoritat absoluda del Parlament, qu’es fixada a 68 deputats.

La formacion de Carles Puigdemont cercava de recobrar la primièra plaça dins l’independentisme e o a ben capitat en ganhant 3 deputats de mai. La formacion ÈRC, del president en foncions, Pere Aragonès, a patida una desbranda en perdent 13 deputats. La CUP, en plen procès de refondacion, a cinc deputats de mai, reducha a quatre representants.

La victòria en vòtes e sètis dels socialistas sarran son candidat, Salvador Illa, de la presidéncia de la Generalitat, mas los paches eventuals son fòrça malsegurs e ideologicament incompatibles, e doncas es mai probable que calga tornar far las eleccions en octòbre. Dins aqueste cas, l’independentisme a l’escasença a recobrar lo milion de vòtes qu’a perdut, probablament, a causa de la guèrra intèrna per l’egemonia e la manca d’estrategia comuna qu’an alassats e desmotivats los ciutadans independentistas. Ça que la, los partits pròindependéncia deurián mostrar una generositat inaudita per se presentar units e retrobar la fisança dels electors decebuts pel projècte de secession ara per ara avortat.

[Sorsa: http://www.jornalet.com]

Paul Auster no campus da Universidade de Oviedo no ano 2006.

Escrito por MERCEDES CORBILLÓN

Estou lendo un libro dun morto. Iso non debería ser raro, lemos constantemente aos mortos. Non a todos, claro; lemos a Pardo Bazán, pero non a Pereda, lemos a Rosalía de Castro, pero non a Bécquer, lemos a Montserrat Roig, pero non a Cela. A Kafka si o lemos. Na librería habémoslle dedicado un altar. Cen anos despois da súa morte, está máis vivo que nunca. Os seus papeis rescatounos o seu amigo Max Brod. Din que no seu leito de morte pediulle que os queimase, pero el non o fixo, claro. Nunca pasa iso, excepto naqueles casos nos que as familias queren borrar as pegadas que lles desgustan, as arestas feas que enturban o mito. Na súa última carta, que lin nunha recompilación de Páxinas de espuma, Virginia Woolf dille ao seu marido Leonard: «Destruirás os meus papeis».

Hai un momento en que os escritores se converten no seu propio personaxe, seguramente sen querelo; a universalidade leva a iso e a que che coñezan en todas partes. Mentres compro un rouge de Ives Saint Laurent para unha amiga que cumpre anos con sempiternos beizos vermellos, deixo o meu exemplar de Baumgartner no mostrador. Ese señor acábase de morrer, verdade? Pregúntame a moza, amable, conversadora. Din que é unha lectura moi doado, engade. quedo un pouco balbuceante, non diría eu que Paul Auster é doado, pero non me atrevo a contradicila, despois de todo, conseguiu conectar con millóns de persoas en todo o mundo. Sorrío e despídome co meu paquete de agasallo.

Na novela, o protagonista revolve nos papeis da súa esposa que morreu nove anos atrás e volve latexar un pouco nas liñas escritas, e máis cando unha moza pretende facer un doutoramento sobre a súa obra. O encontro intelectual con esa moza é unha forma de revivir aqueles inicios e a fascinación que só algunhas poquitas persoas cáusannos.

Talvez Auster xa pensaba no seu futuro de morto e despediuse con este libro bellísimo que abre os caixóns e deixa saír a melancolía e ao mesmo tempo esa alegría cotiá de estar vivo, a mercé do azar e da forza das pequenas desdicidas que nos lembran que o único xeito de perder é non ter sentido.

 

[Imaxe: Eloy Alonso | REUTERS – fonte: http://www.lavozdegalicia.es]

A partir de hoje, até dia 25, o Festival de Cannes vai dar a ver uma parte significativa dos filmes que irão definir a dinâmica dos mercados de todo o mundo ao longo do próximo ano. Curiosamente, a secção que mais cresce é a dos clássicos.

Nastassja Kinski em Paris, Texas: 40 anos depois, de novo em Cannes.

Escrito por João Lopes

Contas redondas, o Festival de Cannes passou a atrair à Côte d’Azur mais de quatro mil jornalistas dos meios de comunicação de todo o planeta. Paralelamente, o Mercado do Filme, a grande “feira do cinema” onde se negoceiam as formas de produção e distribuição que vão determinar, no mínimo, a circulação dos filmes ao longo do próximo ano, deverá voltar a contar este ano com mais de doze mil inscritos.

Poderíamos prolongar esta contabilidade com números mais ou menos espectaculares. Em todo o caso, vale a pena perguntar em que zona da programação temos observado um maior crescimento quantitativo. Pois bem, a resposta não é, de modo algum, a secção competitiva que se mantém no domínio do razoável para um evento que dura 12 dias, com cerca de duas dezenas de títulos (este ano 22) a concorrer para a Palma de Ouro. É no espaço dos clássicos que encontramos uma oferta cada vez mais significativa – a partir de hoje, com a apresentação da cópia restaurada de Napoleão (1927), de Abel Gance, serão mais de três dezenas de filmes.

Em finais do século passado, Cannes Classics era um nicho cuja importância simbólica se afirmava através da (re)descoberta de alguns títulos, clássicos justamente, que de uma maneira ou de outra tinham marcado a história do cinema de forma indelével. O conceito mantém-se, mas a oferta aumentou de modo exponencial, cruzando dois fatores determinantes: primeiro, a consciência histórica e prática da necessidade, por vezes da urgência, de cuidar da nossa memória cinéfila através da preservação dos filmes “antigos”; depois, o facto de esses filmes, para lá dos circuitos tradicionais das cinematecas, terem recuperado algum valor comercial, quer porque as salas têm sabido revalorizá-los, quer através da procura crescente das plataformas de streaming.

Assim, este ano, quase sempre na Sala Buñuel (o espaço do Palácio dos Festivais que se “especializou” nos clássicos), vai ser possível ver ou rever títulos como Bye Bye Brazil (1978), de Carlos Diegues, dir-se-ia o filme que encerra as convulsões criativas do Cinema Novo brasileiro, O Exército das Sombras (1969), de Jean-Pierre Melville, um dos retratos mais depurados, e também mais fascinantes, da Resistência Francesa durante a Segunda Guerra Mundial, ou Os Sete Samurais (1954), objeto central na filmografia de Akira Kurosawa, decisivo na difusão internacional da produção japonesa. Isto sem esquecer a apresentação de alguns novos documentários que são outros tantos complementos no conhecimento de obras e personalidades que influenciaram os mais diversos aspectos da história dos filmes – este ano será possível descobrir trabalhos documentais sobre atrizes como Elizabeth Taylor e Faye Dunaway, o compositor Michel Legrand, ou ainda Jim Henson, personalidade central no universo televisivo e cinematográfico dos Marretas.

Três efemérides

Entre as efemérides com datas “redondas”, deparamos com o restauro de três filmes que definem momentos emblemáticos de invenção artística associada à vocação popular do cinema. São eles Os Chapéus de Chuva de Cherburgo (1964), de Jacques Demy, The Sugarland Express/Asfalto Quente (1974), de Steven Spielberg, e Paris, Texas (1984), de Wim Wenders. Além de comemorarem, respetivamente, 60, 50 e 40 anos de existência, todos eles estiveram em Cannes: o primeiro e o terceiro foram mesmo distinguidos com a Palma de Ouro; o filme de Spielberg recebeu o prémio de argumento.

Escusado será sublinhar a importância dos filmes de Demy, único título da Nova Vaga que ganhou uma Palma, e Spielberg, primeira longa-metragem para cinema de um autor que transfigurou a paisagem industrial. Seja como for, não será exagero considerar que Paris, Texas desempenhou o papel suplementar de bandeira de uma ideia independente de cinema em que a sensibilidade europeia se cruza com um património narrativo “made in USA” – desde então, para mais do que uma geração de espectadores, Wenders manteve-se como figura modelar dessa independência.

 

[Fonte: http://www.dn.pt]

vergonya alienaPrimera documentació: 10/02/2013

Tipus sintagmació
Contextos

Camp ha assenyalat que Maragall “es mou en un món virtual” que fins i tot “provoca vergonya aliena entre alguns diputats socialistes, que ja no saben quina cara posar”. [Europa Press, 25/04/2001]

Al reportatge de Rubio hi ha una cita d’un article d’Anna Pazos que no estava restringit a l’àmbit català: “diria que a la meva generació la tendència ha culminat en una desaparició gairebé absoluta del sexe en l’escriptura masculina; o almenys d’un sexe despullat que no causi una vergonya aliena intolerable”. [Núvol, 14/11/2023]

Observacions

La vergonya és un sentiment de deshonor humiliant, tal com la defineix el DIEC2, i el que és més comú és sentir-la pròpia, per accions que ha comès un mateix o per actituds que s’han tingut envers una situació. Ara bé, quan aquest sentiment se sent per alguna cosa o persona externa llavors ho expressem amb el sintagma vergonya aliena. Aquesta mena de sentiment d’humiliació que sentim en la nostra pell per alguna cosa que no hem fet nosaltres es pot donar en dos casos: d’una banda, quan algú del nostre voltant fa alguna cosa vergonyosa. En aquest cas, no hi ha cap relació entre la persona que pateix el sentiment i la persona que el provoca. Simplement, presenciar l’esdeveniment fa esclatar el sentiment. De l’altra banda, la vergonya aliena apareix quan sentim que formem part d’un grup o que la persona que realitza l’acció vergonyosa ens representa d’alguna manera, tot i que en molts casos no hi ha cap relació ni connexió amb la persona que ens la produeix. Aquesta darrera sensació sovint ocorre en àmbits com la política (com en el primer context), ja que els partits i els polítics representen ideologies compartides o no per la ciutadania. Per això, quan un polític fa una acció que humilia el grup que representa és normal que els simpatitzants sentin vergonya aliena.

 

[Font: neolosfera.wordpress.com]

Escrito por Amy Goodman – Denis Moynihan

¿Qué sucede cuando las universidades optan por dialogar con los estudiantes que participan en las protestas de solidaridad con Gaza, en lugar de llamar a la policía para que los arresten violentamente? El movimiento estudiantil que se opone al actual ataque de Israel contra Gaza se ha extendido como un reguero de pólvora estas semanas. Los estudiantes exigen, entre otras cosas, que las universidades dejen de invertir en empresas que se benefician de la guerra en Gaza y de la ocupación israelí de los territorios palestinos, y que establezcan programas de estudio específicos sobre Palestina. En la mayoría de los casos, lamentablemente, las autoridades universitarias han respondido a estas demandas con la fuerza bruta, solicitando a la policía que desaloje los campamentos de protesta. El presidente de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, el republicano Mike Johnson, ha pedido la intervención de la Guardia Nacional para desmantelar los campamentos. Por su parte, según el portal periodístico The Intercept, el congresista demócrata del estado de Nueva Jersey Josh Gottheimer ha propuesto que el FBI investigue las protestas. Miles de estudiantes y profesores han sido arrestados desde que comenzaron las acampadas, a mediados de abril, y varios han resultado gravemente heridos.

Rafi Ash es estudiante de la Universidad de Brown e integrante del grupo Brown Jews for a Ceasefire Now (Judíos de la Universidad de Brown por un alto el fuego ya). En conversación con Democracy Now!, expresó acerca del campamento de solidaridad con Gaza instalado en ese centro educativo: “Las amenazas de sanciones disciplinarias […] no hicieron mella en los estudiantes. […] Conseguimos que [las autoridades] se sentaran a dialogar con nosotros el lunes de la semana pasada, lo que desencadenó un proceso de negociación que llevó varios días. […] Logramos que se convoque a una votación para poner a consideración que la universidad deje de invertir [en entidades que se benefician de la ocupación israelí], algo que nunca antes había tenido lugar en Brown y por lo que hemos estado abogando durante mucho tiempo”.

Para muchos estudiantes de la Universidad de Brown, la guerra en Gaza se sintió de cerca el Día de Acción de Gracias de 2023, cuando un hombre blanco disparó contra Hisham Awartani, un estudiante de tercer año de Brown de origen palestino. El joven, que ha quedado paralítico a causa del disparo, se encontraba paseando junto a otros dos amigos palestino-estadounidenses cerca de la casa de su abuela en la ciudad de Burlington, en el estado de Vermont.

Estudiantes de Evergreen State College, una universidad pública de artes situada en la ciudad de Olympia, en el estado de Washington, también consiguieron acuerdos con las autoridades universitarias. La comunidad universitaria de Evergreen tiene su propia conexión dolorosa con Gaza. En 2003, Rachel Corrie estaba a punto de graduarse de ese centro educativo cuando viajó a Rafah, en el sur de Gaza. Rachel murió aplastada por una excavadora militar israelí de la empresa Caterpillar el 16 de marzo de 2003, mientras intentaba pacíficamente evitar la demolición de una vivienda palestina.

Alex Marshall, estudiante de último año de Evergreen, explicó a Democracy Now! cómo esa historia influyó en las negociaciones:

“Hace 20 años que se fue, pero el recuerdo [de Rachel Corrie] sigue vivo entre el estudiantado. […] En varias clases que he tomado en Evergreen he leído los correos electrónicos que ella envió a sus padres”.

En cuanto a las negociaciones, Alex afirmó: “… Nos centramos en lograr que [la universidad] deje de invertir en empresas que se benefician de la ocupación israelí de Palestina. […] [Las autoridades de la Universidad] también acordaron publicar una declaración para solicitar un alto el fuego [en Gaza] y reconocer la investigación por genocidio que la Corte Internacional de Justicia está llevando a cabo”.

En la Universidad Rutgers, la principal universidad pública del estado de Nueva Jersey, los estudiantes también lograron negociar un acuerdo.

Aseel es una estudiante palestina de la Universidad de Rutgers que tiene familia en Gaza. Sin dar su nombre completo por razones de seguridad, dijo a Democracy Now!: “Acampamos durante cuatro días. Como resultado de nuestros esfuerzos colectivos, logramos que la administración de Rutgers aceptara comprometerse con ocho de las diez demandas”.

Aseel continuó: “Exigimos que [Rutgers] deje de invertir en entidades que se benefician de la ocupación israelí y del apartheid israelí [en los territorios palestinos], así como de los asentamientos de los colonos [israelíes en Cisjordania]. […] Conseguimos un acuerdo para reunirnos con el Comité Conjunto de Inversiones, con la Junta de Gobernadores y con el rector [Jonathan] Holloway para avanzar en el proceso de desinversión [en empresas vinculadas con Israel]. Llevábamos cinco años pidiendo una reunión y por fin la hemos conseguido”.

Los llamados a un alto el fuego en Gaza continúan intensificándose y presionando al Gobierno de Biden. Por desgracia, cualquier alto el fuego que logre negociarse será demasiado tarde para muchos habitantes del enclave palestino, donde la cifra oficial de muertes ya asciende casi a 35.000.

Durante su entrevista con Democracy Now, Aseel agregó: “Casi cien miembros de mi familia fueron martirizados. Aún me quedan familiares allí. Sigo en contacto con ellos. Pero todos han tenido que desplazarse. Nuestra casa familiar está prácticamente destruida. […] La Gaza que yo conocía prácticamente ya no existe, pero estoy más que segura, igual que mi familia, de que regresaremos y la reconstruiremos”.

Aunque muchos estudiantes judíos han participado en las protestas de solidaridad con Gaza, los principales medios de comunicación se centran en los alumnos judíos que se oponen a las movilizaciones y que dicen que estas los hacen sentir incómodos o amenazados.

Frederick Lawrence, exrector de la Universidad Brandeis, en el estado de Massachusetts, dijo a Democracy Now!:

“A muchas personas les resulta amenazante escuchar opiniones con las que están totalmente en desacuerdo. [Pero] las universidades no funcionan así. No existe el derecho a la protección desde el punto de vista intelectual. Sí existe el derecho a la protección de la seguridad física”. La Universidad de Brandeis se fundó después de la Segunda Guerra Mundial, tras el Holocausto, y lleva el nombre de Louis Brandeis, el primer juez judío de la Corte Suprema de Estados Unidos, un magistrado ampliamente conocido por su defensa de la libertad de expresión. Lawrence agregó: “[Las universidades] existen para crear y descubrir conocimiento”.

Se ha anunciado que también se alcanzaron acuerdos entre los estudiantes y las autoridades en las instituciones Pitzer College, Universidad de California en Riverside y Universidad Estatal de Sacramento, todas del estado de California, así como en el Middlebury College, del estado de Vermont. Las autoridades de todas las universidades de Estados Unidos deberían observar atentamente estos ejemplos, en lugar de solicitar la intervención de la policía, con sus respectivas porras, balas de goma, gases lacrimógenos y esposas.


Traducción al español de la columna original en inglés. Edición: Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org

Amy Goodman es la conductora de Democracy Now!, un noticiero internacional que se emite diariamente en más de 800 emisoras de radio y televisión en inglés y en más de 450 en español. Es co-autora del libro “Los que luchan contra el sistema: Héroes ordinarios en tiempos extraordinarios en Estados Unidos”, editado por Le Monde Diplomatique Cono Sur.

[Fuente: http://www.democracynow.org – reproducido en http://www.rebelion.org]

 

 

 

 

Publié au début de cette année aux Editions Anne Carrière, Les Echappés est le premier roman de Renaud Rodier. Cartographie littéraire en trois mots.

L’humanitaire français Renaud Rodier signe son premier roman aux Editions Anne Carrière.

 

Écrit par  

1. Kaléidoscope

Lauren, Aaron, Emilie, Nathaniel et Aashakira; du Kansas à Mumbai, jusqu’à New York, ils sont cinq à faire résonner leur voix dans ce roman choral, où chaque chapitre est écrit à la première personne et place le lecteur au confessionnal. Cinq destins ou plutôt cinq fuites qui s’entrecroisent pour baliser un monde en déshérence.

2. Tangente

Si les protagonistes sont des opposés totaux, ils partagent toutefois une même aspiration: s’extraire à tout prix de leur passé, renier leur lignée. Ils tracent chacun leur chemin dans des marges qu’ils essaient de s’approprier, pour oublier leurs origines.

3. Frénésie

Si la narration est tortueuse, l’écriture de Renaud Rodier est quant à elle extrêmement maîtrisée et vivace; elle contrebalance avec calme la frénésie qui meut ces êtres torturés.

L’histoire tournerait autour de quatre protagonistes, des antihéros esquintés par leur enfance, et de leur quête de l’âme sœur, cet «autre moi» fantasmé, seul à même de les arracher à leur spleen. Une sorte de quête baudelairienne, où l’Idéal et le Beau seraient incarnés par une figure distante et fugitive qui manifesterait ce gouffre croissant entre ce qu’ils étaient et ce qu’ils auraient été capables d’être, la malédiction de l’espoir.

Renaud Rodier
Les Echappés
Editions Anne Carrière
400 pages
Janvier 2024

 

 

[Photo : Abigail Auperin – source : http://www.leregardlibre.com]

L’alcaldessa de Ripoll, Sílvia Orriols, i l’ideòleg del partit, Jordi Aragonès, defensen que no són extrema dreta però alhora se n’aprofiten

L’alcaldessa de Ripoll, Sílvia Orriols, treballant al seu despatx, amb imatges de Carles Puigdemont i Joaquim Torra a la paret. ALBERT GARCIA

Escrit per JOAN BURDEUS

Quan dones la mà a Sílvia Orriols tens la sensació que la coneixies, però no pots recordar de què, com si et trobes en una simulació informàtica en què falla alguna cosa. L’havies vist a les manifestacions de la Diada o entre el públic del FAQS. No és que l’haguessis vist literalment. La imatge de l’alcaldessa de Ripoll, d’una normalitat inversemblant, és el que obtindries si li demanessis a una intel·ligència artificial que fes mitjana entre totes les persones que van assistir als actes organitzats per l’independentisme entre el 2012 i el 2017.

Em rep a l’ajuntament amb texans d’anar per feina, calçat còmode i samarreta reivindicativa, sembla acabada de desembarcar d’un autobús amb socis de l’ANC un Onze de Setembre qualsevol. És com si el Procés hagués finalitzat per a tothom menys per a ella, que el vol dur a una nova etapa que, d’alguna manera difícil de comprendre, suposaria una continuació natural de les anteriors.

Com descobriré al llarg de l’entrevista, les familiaritats formals no són cap coincidència: Orriols va ser una processista de les que no se’n van perdre ni una. Hi ha una primera ironia en el fet que els mitjans de comunicació i els partits polítics que tant van dependre del Procés hagin convertit Orriols en un fenomen, una de les poques figures capaces d’excitar noves passions en un panorama deprimit pel retorn a l’autonomisme. Aquesta torrentada d’atenció és un elefant a l’habitació que bloqueja qualsevol il·lusió de complicitat entre política i periodista: totes les preguntes i respostes estan sotjades per la dialèctica entre el consens aclaparador que diu que Orriols és extrema dreta i els seus esforços per negar-ho i aprofitar-se’n al mateix temps.

Un carrer de Ripoll. ALBERT GARCIA

Xerrarem més de dues hores i en cap moment hi haurà un sentiment de guàrdia baixa, però tampoc el típic teatret de candidat intentat mostrar el seu costat humà. Orriols parla com tuiteja, com un argumentari que ha pres consciència d’ell mateix i que té la necessitat incòmoda de tenir un cos de carn i ossos, un requisit sense el qual no podria presentar-se a les eleccions i salvar Catalunya, que és l’únic que importa de debò.

D’una “casa catalana”

Nascuda el 1984 en una casa de pagès humil (el pare treballava a la fàbrica des dels 14 anys), Orriols va pujar en el que anomena “una casa catalana”, una infància bucòlica sense cap contacte amb la política institucional. Val la pena aturar-se en com l’alcaldessa fa servir la paraula “catalana”, que per a ella és sinònim incontrovertible de “nacionalista i independentista”.

Bona part del xoc que suposa escoltar-la té a veure amb una manera de fer anar certes paraules fora de les convencions. Per a ella “català” no és qui viu i treballa a Catalunya, sinó qui dona per fet que Catalunya és una nació amb una única llengua, que porta 300 anys ocupada i que cal lluitar per alliberar-la, com qui dona per fet que el cel és blau. Quan Orriols diu que alguna cosa és o hauria de ser catalana, no està fent una tautologia, sinó lliurant una subtil guerra cultural.

Pujada en un entorn, doncs, “català”, Orriols desperta la consciència política amb primeres lectures convencionals, com ara Lo catalanisme d’Almirall, i es fa militant de les JERC. Després de muntar unes quantes paradetes de dissabte, plega: “Veus clarament que allà no hi ha una intenció de salvar Catalunya, sinó una estructura de tipus empresarial”. Arriba als llibres de Daniel Cardona, es radicalitza en la veta més insurreccional del nacio­nalisme, milita a Estat Català.

La gràcia de la seva militància és que, tot i ser allò a què va dedicar la major part del seu temps lliure durant anys, no en va obtenir cap traducció material. Davant dels joves perseverants amb interès per la política s’obren molts camins d’accés a càrrecs públics, però Orriols no va voler transitar-los mai. En uns temps en què la idea que Catalunya podia ser independent resulta intempestiva, la futura alcaldessa inverteix molts anys a fer proselitisme d’idees que no arrelen més enllà dels marges. “Era una manera d’engrescar-nos entre nosaltres, revifar el nacionalisme i intentar fer veure a la gent que l’única opció perquè Catalunya sobrevisqués era aconseguir la independència. Fèiem excursions i editàvem una revista”.

En aquestes trobades va conèixer el seu home, amb el qual es van ajuntar i van tenir cinc fills. En sentir el verb “ajuntar” no tens més remei que preguntar per la creu de plata que sempre llueix ben visible: resulta que Orriols no es defineix com a catòlica, sinó com a cristiana, una fe que va recuperar després de pujar a Núria a demanar ajuda divina per quedar-se embarassada, i aconseguir resultats el mes següent. Es dibuixa una relació idiosincràtica entre la persona i les coses en què creu, una forma de fe completament independent de la validació externa.

O sigui que, quan esclata el Procés, sent que el país es mou cap al lloc on ella havia estat lluitant tota la vida. Naturalment, li fa molta il·lusió: “M’ho vaig creure del tot. Vaig ser un dels il·lusos que van creure que ho executarien. Em van enganyar de dalt a baix”. S’afilia a l’ANC i Òmnium, comencen a córrer els autocars. Quan demano per l’epifania, la caiguda del cavall processista, ho té claríssim: la manifestació #OmplimEstrasburg del juny del 2019.

Aquell dia, el Consell per la República, l’ANC i Òmnium van dur més de 10.000 persones a la seu del Parlament Europeu per protestar contra el veto a Puigdemont, Comín i Junqueras com a eurodiputats. Feia dos anys que la declaració d’independència s’havia suspès: parlem d’un grau de convenciment només accessible als fidels del cercle més interior. “Vam anar totes motivades, ‘viam ara podé sí. Va córrer un rumor entre el públic que entraríem al Parlament, com una mena de motí. I ho recordaré tota la vida: veus la Laura Borràs arribar, amb els seus talons, i començar a fer-se selfies amb tots els que volien entrar. En un moment s’havia aplacat la revolta”. En aquell mateix autocar hi havia la Margarita Cabello, companya de desenes de manifestacions i actual presidenta de la junta local d’Aliança Catalana a Ripoll.

Manifestació de catalans al Parlament Europeu a Estrasburg el juliol del 2019. MIQUEL LLOP (NURPHOTO VIA GETTY IMAGES)

No cal dir que l’altre desencantament fundacional sobre el qual es fonamenta l’auge d’Orriols, en una mesura molt més gran que el del Procés, correspon als atemptats de la Rambla de Barcelona del 17 d’agost, reivindicats per una cèl·lula d’Estat Islàmic liderada per l’imam de Ripoll. Orriols diu que la immigració l’havia preocupat des de sempre, que té consciència del xoc de veure els primers marroquins arribar al poble i de l’increment arran de la construcció de la mesquita; s’esforça tan poc en el llenguatge políticament correcte que sembla que vulgui que t’imaginis el que deu dir a les sobretaules. Però la qüestió només adquireix un pes polític determinant arran del trauma.

En la narració d’Orriols, la indignació amb la comunitat musulmana és indeslligable de la indignació amb la gestió que en van fer els partits catalans. Explica com, després del 17-A, entre els ripollesos comença a estendre’s la sensació que els polítics inverteixen molts més esforços a desresponsabilitzar la comunitat musulmana per prevenir la islamofòbia que a proposar mesures per assenyalar i combatre un radicalisme islàmic que ella i altres ­veïns consideren clarament estructural.

Quan esclata el Procés, sent que el país es mou cap al lloc on ella havia estat lluitant tota la vida

Orriols, que havia guanyat fama arran del seu paper actiu en protestes contra l’article 155, va començar a organitzar-se amb altres veïns polititzats. A l’hora de triar una marca amb què presentar-se a les eleccions municipals, la futura alcaldessa va recórrer a velles amistats d’Estat Català i va rebre ofertes per triar entre tres marques registrades: va triar el Front Nacio­nal en homenatge al seu admirat Daniel Cardona, que en va ser fundador. El juny del 2019 obtenia 503 vots i es convertia en regidora.

L’home d’idees: Jordi Aragonès

El Mas Carreras és una casa majes­tuo­sa d’estil indià al bell mig de Begur, d’habitacions amples i adorna­des. El pati interior està perfectament enjardinat, i quan passes la pis­cina arribes a un porxo luxós d’estil colonial, tot de fusta. És on estiueja Jordi Aragonès, un dels fundadors i secretari d’Estudis i programes d’Aliança Catalana, el partit que presideix Orriols i amb el qual ha aconseguit l’alcaldia.

Aragonès és el segon en projecció pública, i això es deu, en part, al fet que és cosí del president Pere Aragonès, és a dir net del mateix avi, alcalde de Pineda de Mar, franquista i fundador d’Alianza Popular, una figura que se sol treure a passejar per qüestionar les credencials del líder d’Esquerra Republicana. Lluny de renegar-ne, en Jordi explica que va néixer en una família “molt de la ceba”, pare independentista de tota la vida, i troba l’evolució ben natural. A diferència del cosí Pere, però, en Jordi està profundament imbricat amb la dreta catalana: va ser militant d’Unió i el seu treball final del màster d’Història Contemporània i Món Actual és un estudi sobre els orígens del PP català que aprofita documents dels avantpassats.

Jordi Aragonès forma part d’un nínxol reduït, però real, conscient d’ell mateix i ambiciós, de gent que sempre s’han sentit de dretes i independentista, per als quals la gran tragèdia del Procés va ser el gir cap a l’esquerra de tots els partits d’obediència catalana. No costa imaginar l’excitació que deuria sentir en descobrir Sílvia Orriols a les notícies.

Jordi Aragonès amb Sílvia Orriols, en una imatge de les seves xarxes socials.

Aragonès llueix tots els marcadors de la classe a què pertany, que no és la d’Orriols, ni la immediatament superior. La camisa de lli blau cel, les bermudes xineses i les nàutiques són massa previsibles, però el detall que fa de personatge és un anell de tipus segell que llampegueja quan mou les mans als vídeos: un ònix bicolor on es va fer gravar el castell de Begur tal com es veu des del jardí de casa, un immoble que estima amb bogeria i que, per cert, la família va comprar a Lluís Prenafeta: “Com deia Josep Pla, jo no estic enamorat d’una persona, sinó d’un paisatge”. Com tota la gent que no ha de patir per res, Aragonès parla a poc a poc i amb una certa displicència.

La gràcia d’entrevistar-lo és que és l’home d’idees del partit, la cara més visible del grup de persones que va anar a buscar Orriols amb una idea. Tot i que Aragonès se sap perfectament les xifres del retrocés de la llengua catalana, el seu sentiment d’emergència existencial no es pot comparar al d’Orriols. Tots dos transmeten el mateix convenciment que el col·lapse s’acosta inexorable, però Aragonès en parla amb la tranquil·litat de tenir un búnquer espaiós amagat al soterrani.

Aragonès reconeix que darrere del partit hi ha empresaris i expolítics de l’òrbita de Convergència i Unió

Quan vaig pensar el reportatge, Aragonès era a Sílvia Orriols el que Steve Bannon va ser a Donald Trump, un ideòleg que llegeix un canvi d’època i troba el candidat perfecte. Ho vaig encertar a mitges. D’una banda, efectivament, Aragonès pren Bannon com un dels seus principals referents, i els ulls se li il·luminen quan parla de Donald Trump. “Trump candidat”, especifica, perquè com a president el va decebre. De l’altra, Orriols no necessitava cap bastiment ideològic. A diferència del bilionari americà, en què la política sembla un succedani del reality show cancel·lat, Orriols pot acreditar anys de militància discreta i estudiosa. A més a més, Aliança Catalana no ha d’obrir camí, sinó surfejar l’onada reaccionària que va desencadenar el trumpisme. Aragonès i els seus tenien una llista de requisits per a la candidata somiada, i quan van llegir les paraules “cordó sanitari” van sentir que l’univers els feia una assistència.

Escapa de l’abast d’aquesta peça investigar qui hi ha darrere Aliança, però sí que cal certificar que hi ha un darrere. Aragonès i altres membres fundadors d’Aliança amb què m’he entrevistat descriuen el Front com un partit poc seriós, una cotilla per a les seves ambicions i per al potencial polític que intueixen que té Sílvia Orriols, de qui parlen amb els ulls brillants i una admiració inexpugnable. El que Aragonès decideix dir-me és que darrere del partit hi ha empresaris i expolítics associats a l’òrbita de Convergència i Unió que prefereixen mantenir-se en l’anonimat. Tots s’uneixen al voltant d’una aposta: finançar la campanya d’Orriols a l’oposició per fer de trampolí a un moviment d’àmbit nacional. Tampoc cal imaginar una quantitat de diners espectacular: en comptes de presentar moltes candidatures, s’inverteix en Manlleu, Ribera d’Ondara i Ripoll. Als dos primers han obtingut un regidor, i a Ripoll, l’alcaldia.

Aquesta emulsió permet veure al mateix temps la novetat i per on pot acabar plorant la criatura. El manual és pur Bannon: amb el declivi econòmic d’Occident, el neoliberalisme deixa de ser una ideologia viable per a la dreta. El que Bannon veu abans que cap altre és que el primer món és ple de perdedors de la globalització que se senten sense ningú que els representi, i que la dreta i l’esquerra convencionals fan les mateixes polítiques d’immigració. Quan li pregunto a Aragonès per què no vota el PDeCAT, la resposta és pura estratègia: ja ningú vota un partit que defensa el lliure mercat i les elits; ara mateix, les dretes que creixen són les que han adoptat una barreja de proteccionisme industrial, nacionalisme identitari i un discurs radical contra la immigració, tot plegat en nom de protegir la gent rasa de casa, és a dir, la gent com Orriols. Es tracta de provar a Catalunya el mateix que ho està petant arreu.

Com sabem, el que ha desinflat el radicalisme potencial de totes aquestes noves dretes és l’aliança contradictòria entre els interessos de les elits i la classe mitjana, que al mateix temps pretenen representar.

Un cop al poder, Trump va rebaixar brutalment els impostos als rics i no va construir cap mur; es va limitar a la guerra cultural i a la polarització retòrica mentre no feia res gaire estructural. Georgia Meloni ha estat una alumna exemplar de l’ortodòxia econòmica europea. Santiago Abascal no ha treballat mai fora de la cosa pública, igual que Marine Le Pen. I aquí entra Orriols, que ha treballat 16 anys d’administrativa i viu amb els cinc fills, el marit i el gos en el mateix pis de setanta metres quadrats de tota la vida. Quan Orriols activa el populisme antielitista i comença a parlar de tancar xiringuitos, pot posar sobre la taula una biografia irreprotxable.

Naturalment, hi ha una tensió. Segons han fet córrer per les xarxes, Aliança Catalana ha rebut una allau d’interès, tant de futurs militants com de patrons. No obstant això, el partit no ha fet encara cap congrés. Els quadres d’Aliança Catalana parlen de crear un moviment de centredreta ampli, un catch-all party que ocupi l’espai orfe de CiU, des de liberals fins a conservadors, aquesta vegada aglutinats amb un discurs molt més dur contra la immigració. Però, a l’hora de la veritat, cap partit no pot defensar els perdedors de la globalització sense un programa de redistribució de la riquesa que, necessàriament, faria els rics menys rics. Ningú sap si Aliança Catalana explotarà, però si un moviment municipal surt de Ripoll i comença a parlar de política nacional, haurà d’afrontar les mateixes contradiccions que totes les dretes alternatives que han aparegut els darrers anys, i a sobre sumar-hi les particularitats que fan que el panorama català sigui molt més imprevisible.

Manifestació a Ripoll a favor de la pau després dels atemptats del 17-A. SUSANNA SÁEZ (EFE)

Orriols em porta de l’ajuntament al monestir de Santa Maria de Ripoll, el lloc on descansen les despulles de Guifré el Pilós, patriarca llegendari de la nació, la tomba amb què l’alcaldessa va il·lustrar un tuit fet la jornada de reflexió, que deia: “Aquí va començar tot, i d’aquí estant ho reconquerirem TOT”. Però Orriols no fa pas un discurs èpic, i de fet em reconeix tranquil·lament que no és optimista. Com totes les noves dretes que han proliferat a Occident, Orriols floreix del sentiment d’angoixa per la supervivència d’una identitat amenaçada.

Si la genealogia del trumpisme sempre es remunta al cinturó d’òxid, no és difícil veure un Detroit en Ripoll: igual que la indústria més icònica dels Estats Units va anar-se’n en orris amb la globalització, Ripoll és una terra amb un passat siderúrgic orgullós que ha entrat en declivi i no para de perdre població. Envoltada de llocs més pintorescos com Camprodon o Olot, la reorientació del país cap al turisme no ha aportat gaire res al poble. “De la meva classe, vivint aquí només en quedem tres”. Demano a Orriols per la tria del verb en l’eslògan “Salvem Catalunya” i em respon: “La nostra situació és desesperada”.

[Font: http://www.elpais.com]

Escrito por Maria do Rosário Pedreira

Li há tempos um artigo muito interessante sobre o desaparecimento de certos tempos verbais da linguagem escrita (na oralidade, sempre foram tempos menos comuns, como o imperfeito do conjuntivo, o condicional composto e o pretérito mais-que-perfeito; em francês, também o «passé simple» por oposição ao «passé composé»). Dizia o seu autor que este «desuso» pode significar uma falta de capacidade para olhar o passado e aprender com ele e, por outro lado, uma incapacidade de ser prospectivo, de pensar o futuro. Vive-se hoje no hoje, e pronto; e, de facto, muitos dos romances que recebo actualmente nem parecem realmente romances, mas apenas apontamentos para escrever um romance, fichas com ideias para desenvolver mais tarde, do tipo: «Ele encontra a namorada com outro e faz uma cena. Enquanto discutem, o amante desaparece e ela fica admirada por ele não ter ficado ali.» Pois, parece bastante pobre, e é. Mas, se isto seria aceitável em principiantes, a verdade é que muitos dos mais considerados escritores estão a deixar-se contaminar por esta moda em vários países, fazendo pensar que mesmo quem aprendeu a gramática com os velhos professores está cada vez mais tentado a usar a linguagem dos guiões das séries televisivas e contar histórias em tempo real. Estará o presente a absorver-nos ou é só a influência do audiovisual?

 

[Fonte: horasextraordinarias.blogs.sapo.pt]

‘Món Hetero’, publicat per Edicions 62, recull diversos escrits de Roig sobre la dona i el moviment feminista

Escrit per Clara Asín

Montserrat Roig és eterna i una de les imprescindibles. Periodista, escriptora, contista, novel·lista, la seva aportació en el camp de les lletres és increïble. Es va declarar feminista en els anys 60 en una Espanya franquista, on la lectura que es feia d’aquest moviment era la d’un col·lectiu de « desviades àvides de vici », meravellós, no creieu? La qüestió era que, en aquells anys, a excepció de certs cercles militants de Barcelona o Madrid, no era comú declarar-se feminista. Ella es va convertir en una figura clau del feminisme antifranquista i més tard de l’avantguarda que posaria les bases per a la creació de col·lectius i jornades. Republicana, socialista, les seves idees deia que bevien dels valors republicans i no de maig del 68. La Roig, que així l’anomenaven, tenia molt clar d’on venia i quins eren els seus referents i a Món Hetero, la teoria feminista de Montserrat Roig, publicat per Edicions 62 i editat per Betsabé García, ens nodrim del seu univers.

Montserrat Roig es va declarar feminista en els anys 60 en una Espanya franquista, on la lectura que es feia d’aquest moviment era la d’un col·lectiu de « desviades àvides de vici »

El recopilatori de textos ja van ser publicats l’any 1980 en un volum titulat ¿Tiempo de mujer?, on trobàvem des de conferències a entrevistes. Com a Món Hetero, els escrits sobre la dona de Montserrat Roig reflexionen sobre què és ser dona en un sentit existencial, teòric i, per descomptat, polític. Els textos s’han organitzat a través de tres temes. L’heterosexualitat com a problema marca la introducció, un títol que dista del contingut, ja que no problematitza l’orientació sexual de les persones, sinó que problematitza i teoritza sobre la superestructura política de la dictadura franquista (feixisme) i la seva infraestructura cultural catòlica. És a través d’aquesta infraestructura cultural catòlica que es modelen els valors de les parelles heteronormatives. Així doncs: El patriarcat catòlicFollar i estimarUn segrest ontològicFeminisme: aquella filosofia de segona i Transhistòric són les categories que apunten les principals temàtiques.

Montserrat Roig, un referent etern del feminisme i el periodisme. Foto: Manel Armengol

La Roig sempre serà necessària

Transhistòric trobem les entrevistes i els retrats de dues dones trans: Samantha i Kati. Uns testimonis molt valuosos en una època en què la categoria trans era molt nova i no es donava veu a les dissidències sexuals i de gènere. Montserrat Roig va marcar les bases del pensament feminista en català, però també va destacar amb llibres com Els catalans als camps nazis, una investigació que va suposar un abans i un després en la societat de l’època. Una faceta poc coneguda de Montserrat Roig va ser la d’entrevistadora; en el programa de Personatges va conversar amb Neus Català, deportada catalana en el camp de concentració nazi de Ravensbruck; la Bella Dorita, cantant de cabaret, o Marta Mata, pedagoga i impulsora de la renovació de l’escola pública de la Transició. Crec que és molt difícil definir Montserrat Roig perquè va ser una gran cronista, novel·lista, articulista, entrevistadora… Va ser una treballadora incansable i tenia aquest esperit que, sincerament, ja no trobem en les fornades de periodistes d’avui dia… Era una persona compromesa amb el seu temps: per a Roig, la memòria, l’antifeixisme i el feminisme eren camins pels quals calia transitar per escriure una societat millor.

Quan topes amb articles com Una assegurança d’amor entens que estàs llegint una ploma afilada, audaç, agosarada, però destra i sobretot intel·ligent i culta

Quan topes amb articles com Una assegurança d’amor entens que estàs llegint una ploma afilada, audaç, agosarada, però destra i sobretot intel·ligent i culta. « La inseguretat del món actual reclama com a contrapunt vincles sòlids i duradors. I l’únic vincle sòlid acceptat i esperonat socialment és el del matrimoni, el de la parella ». Això ho va escriure fa més de 33 anys, i és més actual que mai, potser no el matrimoni, però sí la necessitat d’aparellar-nos per sobreviure a una societat nuclear, on la idea de la inseguretat social promoguda pel capitalisme depredador ens fa anhelar, sense saber-ho, maneres clàssiques i normatives de relacionar-nos. Tant de bo haver conegut Montserrat Roig, entrevistar-la, observar mentre conversa, gaudir d’un 8 de maig, anar juntes a una manifestació. Pilar Aymerich, quan es va inaugurar la seva exposició Memòria viscuda, va dir que hi ha persones que li falten, com Montserrat Roig. No m’estranya, perquè La Roig sempre serà necessària.

 

[Font: http://www.elnacional.cat]

Segue em cartaz nas melhores salas do ramo o italiano La chimera, de Alice Rohrwacher, um dos filmes mais originais e surpreendentes da temporada, ganhador, entre outras coisas, do prêmio do público na Mostra Internacional de Cinema de São Paulo.

Escrito por

Dito resumidamente, é a crônica de um grupo meio picaresco de saqueadores de túmulos etruscos, em busca de objetos a ser comercializados no mercado de arte antiga. Eles se servem do misterioso dom de um lacônico inglês, Arthur (Josh O’Connor), para descobrir onde estão enterradas as preciosidades. Tudo acabará nas mãos de um não menos misterioso açambarcador, a quem chamam de Spartaco – e não deixa de ser irônico dar o nome do líder de uma rebelião de escravos a um representante do capitalismo mais voraz.

Camadas geológicas

A narrativa de La chimera se desenvolve em várias camadas, como se fossem estratos geológicos que eventualmente se tocam. Além da pressão dos companheiros para prospectar o subsolo, Arthur se vê às voltas com a sombra de um amor passado, a namorada morta Beniamina, que lhe aparece em sonhos e lembranças (em imagens rodadas em 16mm e mostradas num quadro mais estreito que o do resto do filme).

Para complicar, a mãe da moça, Flora (Isabella Rossellini), uma professora de canto e aristocrata decaída presa a uma cadeira de rodas, acredita que a filha está viva – e conta com Arthur para encontrá-la.

Nesse contexto em que Arthur parece sempre estar pouco à vontade, fora do lugar, é com outra figura estrangeira que ele vai estabelecer uma proximidade singular: a brasileira Itália (Carol Duarte), aluna de canto e empregada doméstica da autoritária Flora.

Mistura de gêneros

Com uma desenvoltura notável, Alice Rohrwacher (diretora também do belo Lazzaro felice) desdobra essas linhas dramáticas trafegando da comédia à aventura, ao suspense policial, ao comentário político e à poesia histórico-mitológica. O sagrado e o profano se interpenetram, as eras históricas se embaralham, os vivos convivem com os mortos. Os perrengues dos pequenos malandros saqueadores de hoje ganham uma dimensão metafísica ao tocar os resquícios de uma civilização extinta há dois milênios.

Tudo sem pompa, peso ou solenidade. A diretora não hesita em romper com o realismo e a verossimilhança por diversas vias: acelerando comicamente a velocidade da imagem, colocando uma personagem para falar diretamente à câmera, caricaturando uma disputa comercial como um enfrentamento entre animais ferozes, etc. Nada disso é novidade em si, mas sua aparente incongruência numa narrativa realista confere surpresa e frescor ao conjunto.

Nesse exercício de liberdade criativa, é impossível não notar a influência de Fellini. Uma festa popular de província em que os homens saem à rua vestidos de mulheres parece tirada de Amarcord, a cômica indolência dos saqueadores lembra Os boas-vidas, os afrescos antigos que se apagam com a entrada do ar no subsolo replica uma cena análoga de Roma.

Mas o olhar matreiramente feminino da cineasta se revela nas falas antimachistas da francesa Melodie (Lou Roy-Lecollinet), na comunidade de mulheres que ocupa uma estação ferroviária abandonada e, sobretudo, na figura graciosamente desajeitada da brasileira Itália, a personagem mais vital e encantadora de todo o filme, encarnada com brilho por Carol Duarte. A política de Alice Rohrwacher não se faz com cara feia, mas com irreverência, surpresa e humor.

 

[Fonte: http://www.ims.com.br]

Viena amplia la col·lecció «Petits Plaers» amb ‘Els núvols meravellosos’ de Françoise Sagan, una història ambientada a l’ociosa vida parisenca dels anys seixanta.

Françoise Sagan l’any 1954

Escrit per Teresa Costa-Gramunt

Quedi dit d’entrada que m’agrada Françoise Sagan (1935-2004), la manera com escriu i els temes de naturalesa psicològica que planteja, pel que escriuré a continuació: al llibre Els núvols meravellosos, publicat per «Petits Plaers» de Viena en la traducció de Josep Maria Pinto, l’autora francesa torna a pintar un retaule ben il·luminat de la bona vida, del dolce far niente, de l’actitud ociosa sense complexes que aquí practicava aquell grup de joves de cases benestants que es va anomenar la gauche divine.

Els núvols meravellosos, novel·la publicada l’any 1961, la Josée, la protagonista de Françoise Sagan, voldria ser en una platja deserta per contemplar la bellesa dels núvols cada vegada que no sap, o no vol resoldre, els problemes que té amb el seu marit americà, del qual un dia fuig per tornar-se’n a París i retrobar el que ha estat el seu ambient de tota la vida. A pesar de la vida relaxada, com en unes vacances, que la jove esposa viu a Florida, l’atmosfera tancada i tòxica del seu matrimoni a causa de la gelosia malaltissa de l’Alan la fatiga tant mentalment que acaba per escapar-ne, si bé per poc temps, ja que el marit la segueix i, a París, comença una sorprenent etapa de pintor: per primera vegada a la vida fa alguna cosa que fins el situa enmig d’una societat en què es barreja la bohèmia dels rics dels anys seixanta (aquí se’ls anomenava pijos) i l’extravagància d’algunes figures rellevants. En una paraula: el tot París, que és com dir aquells que compten.

Els envitricolls de la relació afectiva de la parella es dulcifica amb el treball artístic de l’Alan, però no cessa, i cada dos per tres la Josée, que havia esperat una vida tranquil·la, es diu que vol divorciar-se del marit abans no sigui massa tard per recuperar la llibertat que de més jove havia tingut a París. Mentrestant, els lectors assistim a la vida dissipada d’una colla de gent que sembla que no tinguin res més a fer que parlar els uns dels altres (en general, no gaire bé), de flirtejar, de beure i de perdre nits com si, en efecte, París fos una festa perpètua.

Ningú com Françoise Sagan per descriure amb saviesa narrativa aquests viatges als inferns sentimentals d’uns protagonistes amb poques responsabilitats.

És aquest París el que amb tanta versemblança retrata Françoise Sagan, amb personatges com la Josée, que es troba tan bé seient al sol al Deux-Magots o al Flore, prenent un cafè o bevent un suc de tomàquet, retrobant-se amb els amics i dir animalades per passar el temps. Però la vida és una altra cosa per més que la Josée es pugui permetre aquesta vacança diària. En contrapartida, s’ha d’armar de paciència per aguantar els interrogatoris de l’Alan fins a altes hores de la matinada: m’estimes, on has estat, qui era aquell.

Es miri com es miri, una veritable lluita psíquica entre dos amants que a cada encontre els deixa per terra a desgrat de la vida ociosa, la bona vida, el dolce far niente, la despreocupació pels diners que algú altre ha guanyat per ells. Ningú com Françoise Sagan per descriure amb saviesa narrativa aquests viatges als inferns sentimentals d’uns protagonistes amb poques responsabilitats, en realitat cap, i tenen massa temps per contemplar-se el melic o fugir a un oasi, ben lluny, i veure passar els núvols.

 

[Font: http://www.nuvol.com]

O arroz de favas com galinha corada descrito por Eça no romance A Cidade e as Serras

Escrito por Pedro Correia

1

Come-se pouco e mal na literatura portuguesa. E bebe-se ainda pior.

Percorremos centenas e centenas de páginas escritas pelos nossos mais reputados escritores sem deparar com um almocinho homérico ou um jantarinho opíparo. Falta vibração latina aos literatos lusos na hora de comer.

Por motivos que não vêm ao caso, tenho percorrido nas últimas semanas largas dezenas de obras de ficção de autores nacionais sem deparar com uma só refeição memorável. Tirando as excepções da praxe, Eça e Camilo sobretudo, dir-se-ia que os nossos romancistas fizeram votos perpétuos de castidade gastronómica.

Pessoa, Torga, Miguéis, Ferreira de Castro, Vergílio Ferreira, Régio, Sophia, Namora, Ruben A, Sena, Sttau Monteiro, Abelaira, Urbano, Carlos de Oliveira, Cardoso Pires, Santareno, Nuno Bragança: obra após obra, capítulo após capítulo, página após página sem um repasto digno de nota.

O mesmo para Saramago ou Lobo Antunes. De Aquilino, retive sobretudo as trutas – o que me parece coisa pouca.

Já nem menciono os neorrealistas puros e duros – um Redol, um Soeiro, um Manuel da Fonseca – para quem a frugalidade era uma bandeira e qualquer comezaina soava a pecado mortal no Portugal salazarista.

2

Desde quando a gula ficou arredada das letras pátrias?

Não era assim na época e na arte de Camilo, que nos legou inesquecíveis parágrafos de volúpia refeiçoeira – como bem documentou José Viale Moutinho na sua obra Camilo Castelo Branco e o Garfo (Âncora Editora, 2013). Ou nas incontáveis incursões de Eça pelos prazeres da boa mesa, culminando na ascensão de Jacinto a Tormes, onde comeu o melhor arroz de favas da sua vida.

3

Gostava que a literatura portuguesa se reconciliasse com a gastronomia, seguindo o excelente exemplo desses nossos maiores.

Gostava que nos legasse manjares perpétuos, como a magnífica paelha real invocada por Manuel Vázquez Montalbán no seu romance Os Pássaros do Sul (Los Mares del Sur, 1979) – «a do país autêntico, a que se fazia antes de ter sido corrompida pelos pescadores ao afogarem peixe em refogado». Com os ingredientes descritos assim: «Meio quilo de arroz, meio coelho, meio frango, um quarto de quilo de bajocons [variedade de feijão verde catalão], dois pimentos, dois tomates, salsa, alhos, açafrão, sal e nada mais. Tudo o resto são estrangeirismos.» Ou as superlativas beringelas gratinadas com gambas e presunto, descritas com minúcia na mesma obra. Tudo regado talvez com um Albariño Fefiñanes, «uma das melhores coisas que nos chegaram através da estrada de Santiago».

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Gostava que a arte culinária deixasse de ser encarada como um pecado social pelos nossos escritores que cultivam uma prosa ensimesmada e meditabunda, sem vestígios de risos ou alegria. A ditadura passou há muito, mas legou-nos uma atmosfera de clausura que tarda em dissipar-se – como a nossa ficção literária bem demonstra.

Apetece-me pedir aos romancistas: deixem as vossas personagens comer e beber e gargalhar à vontade. Façam como Montalbán. Ou como Rex Stout, um dos mestres maiores da literatura que nunca se fica pela sala ou pelo quarto: entra sempre na cozinha.

«Quando terminámos o sumo das amêijoas, Fritz apareceu com a primeira dose de pastelinhos, quatro para cada um. Um dia gostaria de saber durante quanto tempo conseguiria comer os pastelinhos de Fritz, feitos com tutano de vaca picado, pão ralado, salsa (cebolinho, hoje), casca de limão ralada, sal e ovos, escalfados durante quatro minutos em caldo de carne forte. Se ele os escalfasse todos ao mesmo tempo, ficariam moles depois dos primeiros oito ou dez, mas ele só faz oito de cada vez, e continuam sempre a chegar.»

Deliciosas linhas contidas no romance Clientes a Mais (Too Many Clients, 1960). De ler e chorar por mais.

 

[Foto: blogue Outras Comidas) – fonte: delitodeopiniao.blogs.sapo.pt]

Escrito por Paula Arantzazu Ruiz

En “Jacques Rivette, secret compris” (2001), Hélenè Frappat habla de “L’amour fou” (1969; se estrena hoy) como una película regresiva, en la que la protagonista va hacia atrás. Frappat, una de las grandes expertas del corpus rivettiano, expone esa idea en relación con el colapso que sufre Claire, la protagonista de la obra –encarnada por una arrebatadora Bulle Ogier–; pero esa reflexión también podría servirnos para pensar la película en sí. Primero, por la estructura del largometraje, un dilatadísimo flashback que narra la crisis de una pareja de actriz y director mientras trabajan en los ensayos de la pieza teatral “Andrómaca”, de Racine; segundo, porque con esta película Jacques Rivette (1928-2016) regresaba a un punto cero creativo en un momento en el que las certezas sobre el mundo se derrumbaban.

Merece la pena regresar, en este sentido, a la génesis de “L’amour fou”. Mientras que la experiencia de “La religiosa” (1966), adaptación de la obra de Diderot con Anna Karina, había dejado a Rivette algo desnortado –tanto por la censura que sufrió esa película como por el modus operandi de puesta en escena empleado–, el sesentayochismo comenzaba a tomar forma a raíz de diversos acontecimientos políticos y sociales que golpeaban Francia. En ese momento, Rivette retomó el contacto con su maestro, Jean Renoir, al encargarse del capítulo sobre el director de “La regla del juego” (1939) para la serie documental “Cinéastes de notre temps” (1964-1972), de Janine Bazin, esposa de André Bazin, y André S. Labarthe. Ese rencuentro le inspiró otro tipo de acercamiento al arte cinematográfico en el que expresar sus reflexiones sobre el montaje, el espacio fílmico y, sobre todo, el trabajo con los intérpretes. “L’amour fou” y “Out 1. Noli me tangere” (1971) son la consecuencia de ese impasse.

“Todos los filmes tratan del teatro: no existe otro tema […]. Porque es el tema de la verdad y la mentira”, llegaría a decir Rivette. “L’amour fou”, filmada entre julio y agosto de 1967 y estrenada en París en 1969, es, como buena parte de su obra, una película sobre el teatro y, por tanto, sobre la verdad y la mentira de la representación. Son múltiples, no obstante, los ejes dialécticos sobre los que se sostienen los 254 minutos de este desmedido y monumental largometraje: teatro y cine, cine y vida, realidad y recuerdo, escenario público y vida privada, hombre y mujer… o paranoia e histeria, otras dos coordenadas habituales en el cine de Rivette, celebradas por Serge Daney cuando el crítico de ‘Libération’ decía que el relato de ese filme todavía se repartía siguiendo la lógica rivettiana de “la triste paranoia masculina y la gozosa histeria de las mujeres”.

Más allá de las bellas palabras que le dedica la evocadora escritura de Daney, las principales claves del pensamiento cinematográfico del siempre escurridizo Rivette anidan en las más de cuatro horas de esta película que sigue el derrumbe de la relación entre el director teatral Sébastien (Jean-Pierre Kalfon) y Claire, su compañera y también actriz. Si sus primeros compases nos enseñan la conclusión del relato –Sébastien no ha acudido a los ensayos y está hecho un ovillo en un apartamento completamente destrozado, mientras Claire parece estar marchándose de París, al mostrárnosla en el interior de un tren–, a medida que el largometraje avanza el vaivén narrativo va a volverse cada vez más ambiguo y devastador.

Es obvio decir que el proceso de esa caída libre es tan fascinante como exigente. Planteado a partir de dos líneas narrativas en dos espacios escénicos ajenos a lo que sucede en su exterior y aislados entre sí –los extendidos ensayos de la obra teatral, captados por Labarthe en 16mm, y las secuencias de la pareja en clave de psicodrama cassavetiano–, la película parece cerrarse sobre sí misma de manera paulatina, interrogándonos sobre cuál de las dos representaciones, la del teatro o la de los bastidores, es más real o más ficticia. En su secuencia más notable, un huis clos canónico de una media hora de duración con Sébastien y Claire atrincherados en su piso, el delirio se apodera del espíritu de la obra y el efecto resultante, tanto en el filme como en el patio de butacas, es irreversible.

Como sucedió con muchos de los filmes de Rivette, el destino no fue demasiado benevolente con “L’amour fou”. En este caso, incluso cruel, ya que el negativo original se perdió tras un incendio en 1973. La película se conservaba en diversas versiones en positivo y la copia que se estrena por primera vez en las salas españolas es una versión restaurada con un mimo extremo, fruto del trabajo de Les Films du Losange junto a la directora de fotografía Caroline Champetier, colaboradora de Rivette. Sobra decir que su estreno en cines, como parte del ciclo “Hechizo de Bulle Ogier”, que incluye las fabulosas “Los locos viajes de Céline y Julie” (“Céline et Julie vont on bateau”, 1974) y “Le Pont du Nord” (1981), es un acontecimiento extraordinario. La aquí firmante tuvo la suerte de verla en el Festival de Cannes del año pasado y solo puedo añadir que hay un antes y un después de “L’amour fou”. En todos los sentidos. ∎

 

[Fuente: http://www.rockdelux.com]

El escritor peruano Diego Trelles publica ‘Bioy’, una novela policiaca ambientada en la dictadura de Fujimori e influenciada por la literatura del ‘boom’ y el cine

El escritor peruano Diego Trelles

Escrito por VÍCTOR NÚÑEZ JAIME

Hace 40 años, el escritor mexicano Carlos Monsiváis afirmó que las novelas policiacas no podían tener éxito en América Latina porque la sociedad desconfía de la justicia. Pero el peruano Diego Trelles Paz se ha propuesto demostrar lo contrario. Durante cinco años se dedicó a escribir Bioy, la historia en la que Humberto Rosendo, un agente del Servicio de Inteligencia de Perú se infiltra en la mafia limeña con la intención de llegar hasta el capo Natalio Correa a través de Bioy, el enigmático líder de una sanguinaria banda. Trelles partió de la tradicional estructura anglosajona del género, le agregó rasgos particulares de la ficción hispanoamericana y así obtuvo el Premio de Novela Francisco Casavella 2012 otorgado por la editorial Destino, quien ya ha puesto el libro en circulación.

Diego Trelles vivía en Magdalena del Mar, a las afueras de Lima, en un barrio “donde había violencia y mucha droga”. Cuenta que por eso su obra refleja “cómo es crecer primero con los apagones y el terrorismo y el fuego cruzado de la guerra interna, y luego con la dictadura fujimorista que formalizó la mano dura y lo degradó todo”. Ya antes, en 2005, se había ocupado del tema en El círculo de los escritores asesinos, donde narra la implicación de unos jóvenes creadores en la muerte de un crítico literario. “La violencia ha estado presente en mi vida desde niño y lo sigue estando: Perú es un país que ha crecido mucho económicamente pero en el que persiste la injusticia, la pobreza, el racismo, el clasismo”. Estudió periodismo y literatura y cine. Está orgulloso de su afición por las películas y en un libro como Bioy se nota esa influencia audiovisual. Hay otras fuentes, sin embargo, que nutren su escritura: “En mi caso, es importante la poesía para darle plasticidad y ritmo a la prosa; el cine, entre otras cosas, para plantear las acciones como puestas en escena y jugar con el punto de vista; y la música, para construir partes del texto como pequeñas sinfonías que lleven armonía o solo ruido”. Pero también hay autores concretos de los que dice aprender constantemente: Roberto Bolaño, Mario Vargas Llosa o Cormac MacCarthy, por ejemplo. “Yo decidí ser escritor luego de leer Los cachorros de Vargas Llosa. Mucho se ha dicho de ese ánimo desmitificador que tenía Bolaño con los escritores del boom pero bastaría leer su prólogo a Los cachorros y Los jefes para darnos cuenta de que Bolaño era un gran admirador de la obra de Vargas Llosa. No creo, por otra parte, que exista nadie actualmente que tenga la fuerza y la destreza formal que tiene McCarthy. Mientras escribía Bioy, que abre y cierra con epígrafes de este autor, era muy claro para mí que buscaba ese tono casi macabro y ponerle pequeños retos al lector”.

Hace cuatro años, Diego Trelles se encargó de elaborar una antología de un grupo de narradores latinoamericanos nacidos entre 1970 y 1980 en El futuro no es nuestro. En el prólogo del libro, Trelles sostenía que él y sus coetáneos pretendían alejarse de la “novela total” propia de los autores del boom. ¿Pero ahora con Bioy no ha derribado esa afirmación? “Es cierto que se ve con cierta lejanía la ‘novela total’ porque, en un mundo tan disperso, parece necesario romper con esa concepción totalitaria de la novela como una herramienta que analiza y muestra el rostro de un país en un periodo extenso de tiempo y en toda su complejidad. Con Bioy me sucedió algo curioso: nunca fue mi objetivo escribir una obra que se acercara a la ‘novela total’ pero, conforme la iba escribiendo, la historia, las peripecias y los mismos personajes empezaron a demandar cierta forma que, en términos de técnica, tiene mucho de la estética de los escritores del boom”.

Trelles publicó su primera novela en 2001: Hudson el redentor, una historia acerca de los avatares de un grupo de jóvenes cuya vida transcurría entre la violencia, las drogas y el fracaso. Y a partir de entonces, este tipo de personajes, lugares y eventos dominan su producción literaria, quizá para desprenderse de aquella afirmación de Monsiváis. “Lo que él planteaba es muy interesante pero luego la historia nos mostró que, ni siquiera con las feroces dictaduras que destrozaron esa concepción de la ley y del policía como fuerzas protectoras del ciudadano, el género policial se dejó de escribir. Se produjeron libros policiales atípicos, heterodoxos, en donde a veces ni siquiera hay detective. Concebir un cuento en donde el mal triunfe sobre el bien y el delincuente engañe intelectualmente y mate al detective, ¿qué fue sino una preciosa bomba para el lector cotidiano de policiales anglosajones?”

 

[Foto: CRISTINA MARTÍNEZ – fuente: http://www.elpais.com]

 

La sèrie eròtica Idil·lis de l’editorial Ela geminada publica el seu quart lliurament de la mà de Marta R. Gustems

Escrit per Clara Asín

Marta R. Gustems ens presenta una sèrie de relats eròtics on el sexe planteja conflictes i convida la imaginació a recrear escenes fogoses. La també il·lustradora i pintora, ja ens va sorprendre al seu dia amb el poemari A boca de fosc (Fonoll, 2020) i les novel·les No en cap altre lloc (Llibres del Delicte, 2022) i Endins (Pagès Editors), però amb Lluenta, publicat per Ela Geminada, ens ha sorprès per bé, perquè gaudeixen de qualitat literària. Hi ha ritme, hi ha històries i sobretot hi ha una estructura pensada, una feina darrere de cada text. Marta R. Gustems juga en tot moment amb les paraules, amb els sentits i amb els efectes sorpresa.

Hi ha ritme, hi ha històries i sobretot hi ha una estructura pensada, una feina darrere de cada text. Marta R. Gustems juga en tot moment amb les paraules, amb els sentits i amb els efectes sorpresa

L’obra perfecta

L’anècdota curiosa de titular cada relat amb l’última paraula de l’anterior és divertida i genera una espècie de sensació circular al lector quan llegeixes tot el llibre d’una tirada. Els contes funcionen, creguin aquesta atmosfera narrativa d’immersió breu. És veritat, com comenta Pep Prieto en el pròleg, que el domini del llenguatge i de la narració modela el relat i crea « un mosaic » de sensacions. La possibilitat de la trobada, de l’enamorament, la pulsió del desig, situacions diverses que ens expliquen històries encarnades per personatges ben construïts. Hi ha fragments que són bastant porno i potser és allà on menys he connectat, el llenguatge es torna tosc i la trobada sexual, en moltes ocasions, trenca la narració o genera un impàs una mica estrany. Però tornant a les trames, que són l’important, plantegen conflictes profunds i dialoguen amb el lector, fent-lo reflexionar (típic dels contes). Si hagués de quedar-me amb algun relat del llibre per recomanar-lo, seria La pel·lícula o L’obra perfecta, perquè m’agrada aquest exercici tan cinematogràfic de ficcionar la ficció i generar diferents nivells narratius.

La possibilitat de la trobada, de l’enamorament, la pulsió del desig, situacions diverses que ens expliquen històries encarnades per personatges ben construïts

Per ser sincers i concloure de forma honesta aquesta ressenya, no conec gaire literatura eròtica en català, per no mentir i dir que no conec. No m’interessa (i sospito que serà així) erotitzar-me a través de pensaments morbosos d’escriptors que descriuen un coit a l’estil de 50 ombres d’en Grey. Reconec que personatges o escriptores contemporànies, actuals, com Noemí Casquet, em produeixen aquesta típica rialla curiosa que desemboca en una sensació més propera a la vergonya. Recomanaria autores com Patricia Highsmith amb CarolGabriela Wiener amb Sexografías o Las edades de Lulú d’Almudena Grandes. També de la mateixa col·lecció d’Idil·lis recomanaria Delta de venus d’Anaïs Nin o La filosofia del tocador de Sade, aquest últim per a qui li agradi el sexe dur, lasciu, té un arsenal de contes eròtics bastant inquietants. Hi ha molt per elegir… Entre elles, una Marta R. Gustems que a Lluenta demostra ser una gran contacontes.

 

[Font: http://www.elnacional.cat]

El vocablo no equivale a “drogas”, pero sus contextos recurrentes nos hacen pensar en sustancias estupefacientes o adictivas

El ministro de Transportes y Movilidad Sostenible, Óscar Puente, en la sesión de control en el Senado, el 7 de mayo pasado.

Escrito por ÁLEX GRIJELMO

Las palabras denotan porque significan, y connotan porque se contaminan. La aparición constante de un vocablo en contextos estables impregna el término de un valor adicional que en nuestra percepción lo vincula con él. Se aprecia por ejemplo en el verbo “involucrar”, tan oído y leído en entornos delictivos; hasta tal punto, que un enunciado como “está involucrado en una venta de diamantes” despertará nuestras sospechas aun cuando pueda referirse al inocente negocio de un joyero que paga puntualmente sus impuestos.

Este proceso lo vivió igualmente el vocablo “montaje”, al que en el siglo XX empezamos a dar un significado prioritario de “engaño”, quizás porque aún no habían llegado a ocupar esa palabra los muebles de Ikea.

Otro tanto ha venido sucediendo con el término “sustancias”. Lo pronunció el viernes día 3 el ministro Óscar Puente, durante una charla con estudiantes en Salamanca en la que les hablaba sobre el presidente de Argentina: “Yo he visto a Milei en una tele. (…) ¿Os acordáis?… Cuando salió, no sé en qué estado y previa la ingesta o después de la ingesta de qué sustancias… Y dije: es imposible que gane las elecciones, hoy cavó su fosa. Pues no”.

Puente expresa literalmente una duda: “No sé en qué estado”, “[no sé] qué sustancias”. Pero, una vez más, lo que no se nombra sí existe, porque estamos entrenados para entender la insinuación, la presuposición, el sobrentendido, la elipsis y otros recursos de economía de la lengua.

El vocablo “sustancia” no equivale a “droga” o “alcohol”. Significa “materia caracterizada por un conjunto específico y estable de propiedades”. Sin embargo, sus contextos recurrentes nos hacen percibirlo con aquel sentido, porque se suele hablar de sustancias estupefacientes, sustancias adictivas o sustancias tóxicas.

Al cruzar las palabras “sustancia” y “montaje” me viene a la cabeza la manipulación que reflejó el diario El Mundo en septiembre de 2006 y que recupero ahora de la versión web publicada el día 21 de aquel mes. Ese diario intentaba relacionar a ETA con los atentados yihadistas de 2004, y contó en sus elementos de titulación lo siguiente: “Interior falsificó un informe que planteaba vínculos entre ETA y el 11-M antes de enviárselo a [el juez] Del Olmo”. “Una sustancia localizada en el domicilio de Hasan Haski se halló también en un piso de ETA en 2001″. Aquí la palabra “sustancia” se contagia con el adjetivo “explosiva”; que tantas veces la acompaña también. Por tanto, tal era la evocación que se conseguía con su presencia en un contexto de terrorismo.

Un primer informe policial recogió entonces que en el piso de unos yihadistas se había hallado ácido bórico, igual que en un piso de ETA. Las autoridades del ministerio eliminaron esa parte, pues el ácido bórico nunca se había usado para fabricar o enmascarar una bomba, sino para matar cucarachas. Hallar ácido bórico en ambos pisos tenía el mismo valor que haber encontrado sendos tarros de Nocilla. Que, por cierto, también es una sustancia.

Puente regresó ahora a este vocablo, con otro contexto estable y por tanto con otro sentido. Y todo el mundo lo descodificó igual, como sucede cuando alguien nos pregunta tras leernos una torpeza: “¿Pero qué has bebido?”. Seguro que nadie piensa en un granizado de sandía.

En los casos polémicos, el autor suele refugiarse en la literalidad de lo dicho. El ministro no lo hizo, pero de poco habría servido. Los hablantes aplicamos siempre los mecanismos naturales de la comprensión y entendimos que había insultado a un jefe de Estado con una palabra que no decía lo que decía pero sirvió para decirlo.

[Foto: JESUS HELLIN (EUROPA PRESS / GETTY IMAGES) – fuente: http://www.elpais.com]
En « La invención de la soledad », su primera novela, Paul Auster (1947-2024) colocó los cimientos iniciales del fascinante universo narrativo que desarrolló a lo largo de las cuatro décadas posteriores.

La imagen de un hombre sentado solo en una habitación […] Si se queda [en ella] durante largos espacios de tiempo, por lo general se las ingenia para llenarla con sus pensamientos y de ese modo espanta la melancolía, o al menos logra hacerla pasar inadvertida. Cada vez que sale, se lleva los pensamientos con él y durante su ausencia la habitación se vacía poco a poco de sus esfuerzos por habitarla.

En esta pugna por habitar el cuarto desnudo de la escritura —o, lo que es lo mismo, del recuerdo: “El acto de escribir como un acto de memoria”— se encuentra el germen de La invención de la soledad, suerte de sutura para las heridas del pasado que podría haber sido creada en una estancia como la del lienzo de Hopper de ubicarse esta en Nueva York, en el número 6 de la calle Varick. El hombre del chaleco y la camisa arremangada, entonces, no sería otro que Paul Auster, meditabundo ante el manuscrito —ante unos trazos de óleo que semejan un manuscrito— del que es uno de sus libros capitales, la obra con que debutó en el campo de la prosa aunque en 1982 también publicó su primera novela, Jugada de presión, parapetado tras el seudónimo de Paul Benjamin.

Fiel a la obsesión de su autor por los dobleces del mundo, La invención de la soledad es un díptico que gira en torno de la orfandad y el abandono, caras de la azarosa moneda austeriana. La primera parte, o mejor, el primer libro discurre entre la indagación autobiográfica, la novela policiaca y la Familienroman acuñada por Sigmund Freud: “Retrato de un hombre invisible”, o el ajuste de cuentas con una figura paterna que amenaza con desvanecerse de la misteriosa fotografía a la que alude el título. El único fijador posible, lo asume Auster al igual que lo hará en Leviatán (1992) —se trata de una desaforada carrera contra el tiempo—, es la escritura, y por ello se vuelve urgente esta exhumación:

Cuando un hombre muere sin causa aparente, cuando un hombre muere simplemente porque es un hombre, nos acerca tanto a la frontera invisible entre la vida y la muerte que no sabemos de qué lado nos encontramos. La vida se convierte en muerte, y es como si la muerte hubiera sido dueña de la vida durante toda su existencia.

Un domingo de enero de 1979, a las ocho de la mañana, timbra el teléfono en casa del novelista en ciernes; alguien le anuncia que su padre, que “había vivido solo durante quince años una vida tenaz y opaca, como si fuera inmune al mundo”, acaba de fallecer. Se echa a andar la maquinaria de la pérdida: trámites funerarios e inmobiliarios —la muerte trae implícita su propia burocracia—, el enfrentamiento con la parafernalia de una soledad esquiva que es necesario reconstruir. La ropa que ya nadie usará, los inútiles paquetes de preservativos, la rasuradora eléctrica que delata la última afeitada: piezas de un rompecabezas inconcluso que van cayendo en su lugar. Y de golpe es comprender, un día lluvioso en que se dona una pila de corbatas hopperianas a una institución de beneficencia, lo que significa que el cuerpo del padre —la muerte es una alteración sintáctica: una cosa es el cuerpo, otra el hombre— esté varios metros bajo tierra. De golpe es el álbum, “muy grande, encuadernado en piel fina [que] con letras doradas grabadas en la cubierta decía: ‘Los Auster. Esta es nuestra vida’ y estaba completamente vacío. Alguien, sin duda mi madre, había encargado el álbum, pero nadie se había tomado la molestia de llenarlo”. Y entonces hay que tomarse tal molestia y aceptar la metamorfosis: el hijo, el escritor siempre huérfano, como detective o linterna que alumbrará la turbia historia familiar. La investigación detonada por un par de fotografías: una truncada, tomada cuarenta años atrás en un estudio de Atlantic City, en la que el padre aparece multiplicado cinco veces como en una sesión espiritista “para invocarse a sí mismo, para traerse de vuelta del reino de los muertos”. La otra mutilada, un retrato de la familia paterna en el Wisconsin de principios del siglo XX del que alguien ha eliminado la figura del abuelo:

Solo quedaban sus dedos, como si intentara volver a la fotografía desde algún remoto agujero en el tiempo, como si hubiera sido desterrado a otra dimensión.

Poco después, gracias a una carta y unos recortes de periódico enviados desde la casualidad, llega la pieza que da sentido al acertijo del pasado. En enero de 1919, exactamente sesenta años antes de que un teléfono sonara como un funesto augurio, Harry, el abuelo paterno, fue asesinado por su esposa en la cocina de su casa ante los ojos atónitos de Sam, su hijo de nueve años, que a la vez se convertiría en el padre frío e invisible que la memoria —la escritura— de Auster reinventa en un esfuerzo por desentrañar el enigma de la paternidad y vencer el vacío del lenguaje: “Cuando ponga un pie en el silencio, significará que mi padre ha desaparecido para siempre.” Terrible certidumbre: la literatura como un manto que alcanzará a arropar en su cuna a Daniel, el primogénito que el novelista tuvo con la autora estadounidense Lydia Davis y que fallecería en abril de 2022 en circunstancias desdichadas, clausurando un macabro ciclo consanguíneo. En adelante quedará solamente una habitación cerrada —imagen nodal en el último libro de La trilogía de Nueva York (1985-1987)—, el proverbial vientre de la ballena donde el creador tendrá que renunciar a sí mismo para ser objeto de su propia creación. Por ello, Jonás incidental, admitirá estar representado por una A. kafkiana.

“Pinocho está rodeado por la oscuridad de la soledad. Y es en esta oscuridad donde tiene lugar el acto creativo.” De la desolación más sombría, en efecto, surge “El libro de la memoria”, segundo piso de esta casa basada quizá inconscientemente en los planos de un delirio escheriano, mapa íntimo en el que convergen diversas latitudes: el distanciamiento narrativo del profeta que se embarca hacia la catástrofe para huir de la palabra divina, la fragmentariedad mística de Edmond Jabès —a cuyo Libro de las preguntas Auster dedica uno de los admirables ensayos de El arte del hambre (1992)—, los Pensées de Blaise Pascal, la nada moderna de Stéphane Mallarmé, la reclusión de Friedrich Hölderlin y Walter Raleigh en torres paralelas, el laberinto de historias tejido por Sherezada para Las mil y una noches. Émulo del muñeco de madera ideado por Carlo Collodi —émulo a su vez de la figura jonasiana—, A., el narrador, zarpa rumbo a las entrañas de la bestia que aguarda al fondo de la escritura en pos de su Gepetto personal, “pues la obra de la memoria solo puede comenzar en la penumbra de la soledad”. A., entonces, viaja; desde su aislamiento en el número 6 de la calle Varick, en esa tiniebla ventral en la que se refugia luego del colapso de su matrimonio, viaja: una odisea accidentada por los meandros de la creación literaria, una épica del pensamiento no exenta de naufragios, ese símbolo recurrente. A. recuerda —es decir, se olvida de sí mismo; es decir, escribe— y su habitación hopperiana empieza a ser habitada: los partidos de beisbol vistos, oídos y jugados durante la niñez; el Holocausto como síntesis de la debacle contemporánea, patente en la relectura del Diario de Ana Frank y en el testimonio de un ingeniero voluntario en la guerra de Camboya; el hallazgo del oscuro poema de mil setecientos versos titulado “Casandra”, escrito por el griego Licofrón en el año 300 a. C. y traducido al inglés en 1806 por lord Royston, que naufraga mucho antes de cumplir los treinta cerca de las costas de Rusia; la agonía del abuelo materno, mago incipiente cuyo consuelo sería escuchar de boca de su nieto los resultados beisbolísticos publicados día con día en The New York Post; la trágica muerte en 1879 de Anatole, el único hijo de Mallarmé, y los subsecuentes textos in memoriam en los que se descubre el alma de la paternidad; la indagación de la naturaleza del azar, efectuada a través de episodios que remiten a El cuaderno rojo (1993); el autoexilio en París, donde A. entra en contacto con S., un personaje singular que se convertirá no solo en su mejor amigo sino también en el perfecto sucedáneo paterno; el vagabundeo por los museos de Amsterdam y las epifanías con las mujeres de Johannes Vermeer:

Solas en sus habitaciones, con la luz brillante [de la realidad] entrando a raudales por una ventana abierta o cerrada, y la absoluta inmovilidad de aquellas soledades, una evocación casi desgarradora de la vida cotidiana y de sus inconstancias domésticas.

A. continúa hojeando “El libro de la memoria” y cae en cuenta de que sus capítulos podrían carecer de punto final. Prisionero entre cuatro paredes, sabiéndose víctima de la orfandad que conlleva todo acto de escritura, hunde la pluma en las sombras del tintero y escribe que escribe. Quizá, mientras busca el olvido en el resplandor de la página, recuerda a sus gemelos Emily Dickinson y Vincent van Gogh, extraviados en sus estancias interiores. Piensa:

El mundo acaba ante esta puerta-barricada, pues la habitación no es una representación de la soledad sino su misma sustancia.

De vez en vez, movido por la sangre solar que restaña en su mesa de trabajo, se arremanga la camisa o se afloja el chaleco y voltea hacia la ventana que recorta un pedazo de eternidad neoyorquina. Al otro lado del cuadro que aún vibra con las pinceladas de Edward Hopper, el espectador atento se transforma en lector que no cesa de maravillarse con la alquimia que vuelve tan luminoso el confinamiento en el vientre de la ballena. ~

[Foto: David Shankbone, CC BY 3.0, via Wikimedia Commons – fuente: http://www.letraslibres.com]